21.

361 17 4
                                        

Nos dirigimos a casa de mis padres en silencio. Estoy nerviosa, más de lo que quiero admitir. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, tanto que siento que podría escuchar cada latido. No puedo evitar pensar en cómo me recibirá mi padre. ¿Estará dispuesto a perdonarme? ¿O simplemente me ignorará como lo ha hecho durante todo este tiempo?

Miro por la ventana mientras Adam conduce, las manos apretadas en mi regazo. No quiero parecer vulnerable, pero no puedo evitar que mis pensamientos me atormenten. ¿Y si mi padre no me perdona? ¿Y si nunca lo hace?

—Tranquila, Azraa —dice Adam, rompiendo el silencio. Su voz es suave, casi reconfortante, pero no lo suficiente como para calmar mis miedos. Me mira de reojo, con una leve sonrisa—. Ya hablé con tu padre. Nos está esperando. Todo saldrá bien.

No respondo. Solo asiento mientras trato de enfocarme en lo que me espera. Agradezco el esfuerzo de Adam por tranquilizarme, pero sé que las palabras no serán suficientes. Mi padre... él es un hombre difícil, y su silencio ha sido una carga pesada para mí desde que me casé.

Llegamos finalmente. Al bajar del coche, me siento como si tuviera mil kilos de peso en los pies. Mis pasos son lentos, como si cada uno de ellos fuera una lucha interna. Adam camina a mi lado, su presencia firme, pero no puedo evitar sentirme sola en este momento. Respiro hondo antes de tocar el timbre.

La puerta se abre rápidamente, revelando a Zahra, que sale corriendo hacia mí con los brazos abiertos.

—Azraa! —exclama, abrazándome tan fuerte que siento que apenas puedo respirar. Me aferro a ella, agradeciendo su calor y su amor. Ha sido mi mayor apoyo durante este tiempo, incluso cuando estaba lejos.

—Te he echado tanto de menos —susurra, apartándose solo para mirarme con una sonrisa que me derrite el corazón.

—Y yo a ti —le respondo, intentando sonreír, aunque mi mente está ya dentro de la casa, en la figura de mi padre, esperándome.

Entramos juntas, y pronto siento el abrazo de mi madre. Mi corazón se llena de alivio al verlas, pero la sombra de lo que está por venir sigue ahí, colgando sobre mí. Cuando miro hacia el salón, allí está él, mi padre, sentado en su silla favorita, fingiendo no vernos. Ni siquiera se molesta en levantar la vista.

Trago saliva, sintiendo una punzada de dolor en el pecho. Me acerco lentamente, mi respiración entrecortada.

—Assalamu alaikum, papá—digo, esperando, anhelando una respuesta.

—Wa alaikum assalam —responde, sin mirarme. Su voz es fría, distante, como siempre lo ha sido desde que me casé. Me acerco un poco más y, con cuidado, me inclino para besarle la mejilla. Mi corazón se encoge cuando lo hago.

—Espero que algún día puedas perdonarnos —le susurro antes de apartarme. No obtengo respuesta, pero sé que lo escuchó. Lo conozco demasiado bien.

Adam se acerca a mi madre y a Zahra, saludándolas con su habitual sonrisa, pero sus ojos no tardan en buscar a mi padre. Después de un momento de silencio incómodo, se saludan también.

Nos sentamos en la sala, el ambiente cargado de tensión. Mis manos no dejan de temblar, aunque trato de ocultarlo, entrelazándolas firmemente. De repente, Adam rompe el silencio.

—Baba, sé que hemos cometido errores, pero quiero que sepas que lo que más me importa es la felicidad y el bienestar de Zahra —dice, con una firmeza en su voz que incluso me sorprende.

Mi padre lo escucha con atención, su mirada aún está clavada en el suelo, pero está escuchando. Lo sé. Adam continúa, explicando que entiende sus preocupaciones, pero que él hará todo lo posible para cuidar de Zahra y de mí. Cuando termina, mi padre finalmente levanta la mirada, sus ojos oscuros fijos en los de Adam.

Mi alma en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora