12.

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Estoy en mi habitación, tumbada en la cama. No sé si estoy viva o muerta. No tengo fuerzas ni para pensar. Alguien toca la puerta, pero no tengo ganas de hablar. La persona entra, es mi padre.

—Arréglate, hoy vienen a pedirte la mano.

Me siento en la cama, sin ganas de nada, y le digo, muy seria:

—No me voy a casar con nadie.

—Lo harás sí o sí. Tendrás que limpiar tu nombre y tu pecado —dice él, dándome la espalda mientras sale de la habitación.

Vuelvo a tumbarme en la cama. Quiero llorar, pero ya no tengo más lágrimas. Pienso para mí: "Yo no he hecho nada malo, pero estoy harta de repetirlo".

De nuevo, alguien toca la puerta, pero no me molesto en moverme. Debe ser mi padre para asegurarse de que estoy lista.

—Hija, ¿estás lista? —Es mi madre.

Me levanto de la cama y la abrazo con fuerza.

—Mamá, por favor, no quiero casarme. Te lo ruego.

Empiezo a llorar, pero mi madre se despega de mí, con una mirada seria.

—Azraa, siempre te he apoyado y lo sabes, pero esta vez, tu padre tiene razón.

—Pero, mamá... —intento decir algo, pero me callo, ya es inútil. Luego, la miro y le pregunto—: ¿Sabes quién viene a pedirme la mano?

—No puedo decirte nada —responde ella, y se va antes de que pueda seguir hablando.

Me levanto, me pongo un abaya negro y un hijab naranja. Sin maquillaje ni nada. Me miro al espejo. Mi reflejo me devuelve una imagen pálida, con los ojos hinchados, los labios resecos y unas ojeras que parecen de semanas sin dormir. Cojo un poco de vaselina y me la aplico en los labios, al menos eso.

"Si me preguntaran: Azraa, ¿qué te ha cambiado la vida? Respondería: hotel y accidente de tráfico", pienso.

La puerta se vuelve a abrir. Es Zahra. Me mira con lástima y luego me abraza.

—Tú no tienes la culpa, seguro que Abdel lo sabía —me dice en voz baja.

—Entonces, ¿por qué rompió conmigo? —le pregunto, sin entender nada.

—Tal vez lo hizo por tu bien —responde Zahra.

—Yo lo quería mucho, lo sigo queriendo, y lo seguiré queriendo siempre.

Mientras pienso en Abdel, deseo poder haberle dicho cuánto lo amaba. Nunca he sido buena expresando mis sentimientos, siempre me ha dado cringe.

—Vamos, papá me ha mandado para avisarte —dice Zahra, haciendo una pausa, como si le costara continuar—. Los invitados ya han llegado.

—¿Sabes quiénes son? —le pregunto, pero ella niega con la cabeza, suspirando.

***

Bajo las escaleras y veo a la familia Khalid. No lo puedo creer. ¡Adam está aquí! Está con su familia, tiene unas rosas en la mano y esa estúpida sonrisa en la cara.

Me hierve la sangre. Intento ir hacia ellos, pero Zahra me agarra del brazo. Le pido que me deje, y lo hace.

—¿Qué clase de gente sois? ¡¿De dónde habéis salido?! —les grito, llena de furia—. Hace solo una semana que vuestro hijo murió, y ya estáis aquí, como si nada. ¡Ni lo penséis! ¡Largaos de aquí!

—¡Azraa! ¡Contrólate! —me grita mi padre—. El profeta Muhammad (SWS) dijo: "No es mejor quien gana una batalla, sino quién controla su ira".

Sus palabras me golpean, tiene razón. Me siento.

Mi alma en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora