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Es temprano por la mañana, y por primera vez en mucho tiempo, decido levantarme antes que todos para poner la casa en orden. Mientras limpio el baño y la cocina, mis pensamientos van y vienen, disfrutando de la calma antes de que la rutina del día comience. Preparo el desayuno y, para sorprender a Nayla, horneo sus galletas favoritas.

El aroma a galletas recién horneadas llena la casa, y parece que eso es suficiente para despertar a Nayla. Aparece en la cocina, con su cabello despeinado y los ojos brillando de emoción.

—¿Mami? ¿Has hecho cookies? —me pregunta con una sonrisa, frotándose los ojos.

—Así es, eres un monstruo come galletas —le respondo, dándole un toquecito en la nariz—. Pero antes, ve a lavarte los dientes y la cara, ¿sí?

—Vale —dice Nayla con voz somnolienta, pero obediente, corriendo hacia el baño.

***

Mientras pongo la mesa, aparece Adam, ya vestido y listo para el día. Se ve relajado y feliz, una imagen perfecta de un hombre en su mejor momento.

—Buenos días, campeón. ¿Has dormido bien? —le pregunto con una sonrisa.

—Buenos días, esposa mía —responde, mostrándome esa sonrisa espectacular que siempre logra hacerme sonreír—. Como hemos ganado el partido, hoy vamos a pasar el día en la playa en familia.

Antes de que pueda responder, Nayla salta emocionada.

—¡Sí, playa! —exclama, saltando de alegría.

Pero de repente siento un nudo en el estómago. El día que he temido ha llegado, y sé que ya no puedo evitarlo. Adam nota mi seriedad y se detiene, preocupado.

—¿Te pasa algo? —me pregunta, frunciendo el ceño.

Nayla, quien ha notado la situación, se acerca a Adam y le susurra algo al oído. Él escucha atentamente, y luego me mira, a punto de estallar en una mezcla de sorpresa y diversión.

—¡Venga, te voy a dar clases de natación! Solo me lo tenías que decir —dice Adam con una risa, sabiendo perfectamente lo que Nayla le ha contado.

Me siento un poco avergonzada, pero intento bromear para aliviar la tensión.

—Ven aquí, pequeña —digo, fingiendo atrapar a Nayla, quien rápidamente corre a pedir ayuda a Adam.

—Era un secreto —le digo, sonriendo.

Adam logra atrapar a Nayla antes que yo y la levanta en brazos, riendo. Me rindo y pongo mi mejor cara de fingido disgusto.

—Ahora te quedas sin galletas —le digo a Nayla, cruzando los brazos.

—¡No, mami! Lo siento —dice Nayla, poniéndose seria.

Sonrío y señalo mi mejilla con el dedo. Nayla se inclina y me da un beso, sellando la paz entre nosotras.

***

Más tarde, nos encontramos en la piscina. Adam y Nayla me están enseñando a nadar. Es un día soleado, el agua está clara y cálida, pero el simple hecho de estar en el agua ya me pone nerviosa. A pesar de que la piscina no es profunda, el miedo me consume.

—Vamos, mami. Es fácil, solo tienes que seguir mis pasos —me dice Nayla, flotando en el agua con facilidad.

—¿Cuándo aprendiste a nadar tan bien? —le pregunto, sorprendida.

—Papi me enseñó mientras tú estabas en el trabajo —responde, sonriendo.

Miro a Adam, quien me sostiene con firmeza, asegurándose de que no me sumerja demasiado en el agua. Aunque estoy agradecida por su apoyo, no puedo evitar sentirme un poco avergonzada.

—No te preocupes, estoy aquí para ti —me dice Adam con voz suave, manteniéndome segura en el agua.

Respiro hondo y trato de relajarme, pero aún me siento incómoda.

—Sabes, cuando te relajes, vas a descubrir lo divertido que es esto —añade Adam, tratando de animarme.

Nayla chapotea alegremente a nuestro alrededor, como si el agua fuera su segundo hogar, y me siento orgullosa de lo que ha aprendido. Con la ayuda de ambos, doy unos cuantos movimientos tímidos en el agua, aunque todavía me cuesta dejar ir el miedo.

***

Es por la tarde, y tras pasar un día agotador en la piscina, decidimos descansar viendo una película en casa. Todo parece perfecto hasta que escuchamos el timbre.

—¿Quién será? —pregunto, mientras me levanto para abrir la puerta.

Al abrir, me encuentro con Jamila, como siempre, con su actitud de superioridad. Entra sin saludarme, dirigiéndose directamente hacia Adam y Nayla.

—Hola, cariño —dice Jamila, abriendo los brazos para Nayla.

—¡Abuela! —exclama Nayla, corriendo hacia ella.

—Qué grande que estás. ¿Cuántos años tienes ya?

—Tres... casi cuatro —responde Nayla orgullosa.

—Uy, uy, uy, por eso pesas tanto. Mira, te he traído un regalo —dice, mientras le entrega una caja envuelta en papel brillante.

Nayla abre la caja emocionada, encontrando una tablet con una funda rosa. Mis ojos se estrechan ligeramente, y trato de mantener la calma.

—Jamila, no creo que a esta edad... —comienzo a decir, preocupada por el regalo.

—Hola, Adam, cariño, ¿cómo estás? —me interrumpe Jamila, ignorándome por completo.

Adam, con su usual calma, responde educadamente.

—Bien, mamá, ¿y tú? ¿Cómo está papá?

—Bien, bien. Bueno, debo irme —dice rápidamente, despidiéndose de Adam con un abrazo y dándole otro a Nayla antes de salir.

Cuando se va, Nayla me mira con curiosidad.

—Mami, ¿por qué la abuela no te ha hablado ni abrazado? —pregunta con inocencia.

Miro a Adam, buscando una respuesta rápida.

—Sí que lo ha hecho, solo que tú no lo has visto. Anda, no pasa nada.

Trato de sonreír, pero por dentro sé que Jamila ha venido solo para incomodarme. Suspiro, sintiendo una ola de frustración.

***

**Escena 4: Discusión**

Esa noche, decido hablar con Adam sobre lo que ha pasado. Mientras nos preparamos para dormir, me siento en el borde de la cama, pensando en cómo abordar el tema.

—Adam... creo que deberíamos hablar de tu madre. No entiendo por qué siempre me trata de esta manera —digo finalmente.

Adam, que estaba a punto de acostarse, se detiene y me mira con el ceño fruncido.

—Azraa, mi madre está haciendo todo lo posible para hacer las paces contigo. Pero parece que tú no estás poniendo de tu parte.

No puedo creer lo que estoy escuchando.

—¿Qué? Adam, ella ni siquiera me habló hoy. Ignoró todo lo que dije y... —empiezo a decir, pero él me interrumpe.

—No, Azraa Siempre es lo mismo.Tú solo ves lo malo. No puedes seguir así —me dice, visiblemente molesto. — Lo siento, pero la verdad es que eres muy pesimista y te acepto como eres pero también deberías de pensar en los demás.

—¿Yo no pongo de mi parte? —le respondo, incrédula—. y... ¿Me estás llamando egoísta?

— no, yo no — empieza pero me adelanto.

— sabes que Adam? tengo sueño.

Me doy la vuelta y me meto debajo de la sábana, evitando el contacto visual con Adam. No quiero seguir discutiendo, pero tampoco puedo evitar sentirme herida por sus palabras. Adam suspira frustrado, pero no dice nada más.

23/10/2024

Mi alma en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora