◦•●◉☽| Capítulo 20 |☾◉●•◦

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Jungkook yacía en su cama, el cuarto sumido en una penumbra que apenas lograba apaciguar el calor abrasador que recorría su cuerpo. Sentía la piel tirante, cada respiración era un esfuerzo por mantener el control. La fiebre del celo se había apoderado de él, y su lobo interior rugía con desesperación, demandando algo que no podía tener: a Jimin.

El Alfa cerró los ojos, tratando de ahogar el deseo creciente que se enroscaba en su estómago, pero era imposible. Su mente estaba invadida por imágenes del Omega: su piel suave y perlada, la forma en que sus labios se curvaban en una sonrisa que siempre lo desarmaba, la manera en que sus ojos brillaban con una mezcla de desafío y dulzura. Esos pensamientos lo atravesaban como un rayo, avivando las llamas que ardían dentro de él.

El roce de las sábanas contra su piel se sentía insuficiente, pero era todo lo que tenía. Con un gemido bajo y frustrado, dejó que sus manos se deslizaran por su torso, su cuerpo tenso bajo el toque de sus propios dedos. Cada movimiento era torpe, precipitado, como si estuviera buscando algo que no podía encontrar. El nombre de Jimin se formó en su garganta, un susurro desesperado mientras su mano bajaba, buscando el alivio que necesitaba.

Su respiración se volvió más pesada, sus caderas se movieron por instinto contra la presión de su mano, pero nada de esto era suficiente. La imagen de Jimin se hacía cada vez más vívida: su aroma dulce y envolvente, el calor de su cuerpo cerca del suyo, la suavidad de sus labios que Jungkook había tenido tan cerca. Era una tortura deliciosa, una que lo consumía lentamente.

Sin poder soportarlo más, dejó que sus manos se movieran sobre su duro miembro, buscando liberar la tensión que se acumulaba en su bajo vientre. Cada movimiento de su mano era errático, desesperado. Su mente se llenaba con fantasías de Jimin, imaginándolo allí, con él, susurrando su nombre con una voz llena de deseo. Su lobo rugía más fuerte, insatisfecho, frustrado porque sabía que esta solución no era suficiente. Nada lo sería, salvo tener al omega entre sus brazos, bajo su cuerpo.

El Alfa se arqueó en la cama, sus dedos trabajando con más rapidez mientras su lobo aullaba en su interior, exigiendo lo que no tenía. No era solo deseo; era una necesidad primal, una que venía desde lo más profundo de su ser, una urgencia de marcar, de reclamar lo que era suyo. Pero Jimin no estaba allí, y cada intento de alivio lo dejaba más vacío, más frustrado. La tensión se volvió insoportable y, con un gemido profundo, liberó su esencia sobre su abdomen. Su cuerpo temblaba, su respiración era errática, y en cada jadeo había un nombre, un deseo incontrolable por el Omega que se había apoderado de todos sus pensamientos.

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En su propio departamento, Jimin se acurrucaba en su nido, rodeado de su ropa y de los suaves olores que intentaban brindarle un consuelo que no llegaba. Su cuerpo estaba febril, cubierto de sudor, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y anhelo. Sus amigos se turnaban para cuidarlo, preocupados por su estado vulnerable. Jimin estaba más que sensible; sus emociones eran un torbellino de sentimientos encontrados. Por un lado, su lobo interior estaba herido, resentido porque el Alfa no había atendido sus necesidades durante el celo. Pero por otro, sentía una tristeza profunda, un vacío que no lograba llenar. Sus amigos trataban de consolarlo, dándole abrazos suaves, ofreciéndole palabras tranquilizadoras, pero nada parecía suficiente.

Su lobo estaba resentido, dolido porque el Alfa no estaba allí, no había venido a atenderlo, a calmar la tormenta que se desataba en su interior. Cada vez que cerraba los ojos, veía a Jungkook, sentía su olor, recordaba el calor de su cuerpo cerca del suyo. Era un deseo abrasador, un fuego que lo consumía desde adentro, una necesidad de estar con él, de sentir sus brazos a su alrededor, de tenerlo cerca.

Jimin se acurrucó más en su nido, sus dedos temblorosos recorriendo su propia piel en un intento desesperado por calmar la fiebre que lo estaba devorando. Pero nada funcionaba. Todo lo que quería, todo lo que necesitaba, era a Jungkook.

Esa noche, el calor en su cuerpo se hizo casi insoportable. Se retorció entre las mantas, sus manos viajando por su cuerpo en busca de alivio, pero cada toque lo dejaba más desesperado, más hambriento. Sus pensamientos volvían una y otra vez al Alfa: a la fuerza de su presencia, a la intensidad de su mirada, a la forma en que su cuerpo se había sentido tan bien contra el suyo.

Jimin mordió su labio, ahogando un gemido mientras su cuerpo se movía instintivamente bajo la presión de sus propias manos. Su piel ardía, cada caricia era un eco de lo que realmente deseaba, pero era insuficiente, y su lobo lo sabía.

El Omega cerró los ojos con fuerza, dejando que las fantasías lo inundaran. Podía sentir el peso de Jungkook sobre él, la calidez de su aliento contra su cuello, su cuerpo moviéndose al ritmo de sus pensamientos, imaginando que eran las manos de Jungkook las que lo tocaban, las que lo llevaban al borde. Era casi real, tan vívido que su cuerpo respondía, su respiración se volvía más pesada, su corazón latiendo con fuerza. Pero no era suficiente. Nunca sería suficiente sin él.

Con un suspiro entrecortado, sus dedos bajaron por su abdomen hasta encontrar el punto donde más lo necesitaba. Cada caricia era un tormento de placer, intensificado por el anhelo que había alimentado durante tanto tiempo. El aroma del café del alfa se entrelazaba con el suyo en su mente, creando una mezcla embriagadora que lo envolvía. Esta combinación, tan evocadora y familiar, lo hacía sentir completo, como si pudiera saborear la esencia misma de su deseo. El clímax se acercaba, y cada estallido de placer era una afirmación de que, aunque fuera solo por un momento, sus fantasías se habían convertido en una realidad palpable.

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El celo de ambos, para sorpresa de todos, duró solo dos días. Era inusual; normalmente, los celos duraban de cuatro a seis días. Tanto Jimin como Jungkook se encontraron de vuelta en la universidad, tratando de retomar la normalidad. Pero había algo diferente en el aire, una incomodidad latente, como si ambos supieran que algo más grande estaba en juego, algo que ninguno de los dos terminaba de entender. La conexión entre ellos se había vuelto más palpable, más intensa. Había pistas, señales sutiles que los rodeaban, que indicaban algo más profundo, algo que había permanecido oculto hasta ahora.

La intriga estaba sembrada, y aunque ninguno de los dos lo admitiera aún, el destino parecía estar tomando el control de sus vidas de una manera inesperada.

La intriga estaba sembrada, y aunque ninguno de los dos lo admitiera aún, el destino parecía estar tomando el control de sus vidas de una manera inesperada

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Cuando el Sol y la Luna Danzan - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora