Capitulo 8

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Al día siguiente, el sol brillaba con fuerza, anunciando otro día lleno de posibilidades. Me desperté con una extraña mezcla de emoción y nerviosismo. Sabía que Mitsuri había quedado con Miku y conmigo para pasar el día juntos, y aunque me entusiasmaba la idea, también me preguntaba qué clase de situaciones cómicas nos esperaban.

Después de un desayuno rápido, salí al encuentro de Miku y Mitsuri, quienes ya me esperaban en la sala de estar de mi casa. Mitsuri estaba tan animada como siempre, con una gran sonrisa y una energía contagiosa.

—¡Buenos días, T/N! —saludó Mitsuri con entusiasmo, casi saltando de su asiento—. ¡No sabes lo emocionada que estoy por el día de hoy!

Miku, con su habitual tranquilidad, sonrió suavemente y asintió.

—Buenos días —dijo—. Hoy tenemos mucho por hacer, ¿verdad, T/N?

—Sí, definitivamente —respondí, tratando de igualar el entusiasmo de Mitsuri—. ¿Qué les parece si comenzamos con un paseo por la ciudad? Podemos mostrarle a Mitsuri algunos lugares interesantes.

Mitsuri aplaudió emocionada.

—¡Eso suena genial! ¡No puedo esperar a conocer más de este lugar tan fascinante!

Salimos de casa y comenzamos nuestro paseo. Miku y yo llevábamos a Mitsuri por las calles, mostrándole los lugares que más nos gustaban. Pasamos por el parque, donde la vegetación estaba en su esplendor, y Mitsuri se detuvo en cada flor para admirarla de cerca.

—¡Qué flores tan bonitas! —dijo, acercándose a un rosal—. ¡Son tan diferentes a las que conozco!

Miku sonrió, inclinándose para oler una de las rosas.

—Sí, cada lugar tiene su encanto —comentó—. Y hay mucho más por ver. ¿Qué tal si vamos al mercado? Allí hay de todo, desde comida hasta artesanías.

Mitsuri asintió con entusiasmo, así que nos dirigimos al mercado local. Como siempre, el lugar estaba lleno de vida, con los vendedores ofreciendo sus productos y los aromas de la comida llenando el aire. Mitsuri se quedó boquiabierta al ver la variedad de cosas en venta.

—¡Mira, T/N! —dijo, señalando un puesto que vendía frutas tropicales—. ¡Nunca había visto estas frutas antes! ¿Podemos probar alguna?

—Por supuesto —respondí, acercándome al puesto—. Escoge la que más te llame la atención.

Mitsuri eligió una fruta de aspecto extraño, con una cáscara rugosa y un color vibrante. El vendedor, un hombre mayor con una gran sonrisa, nos explicó que se trataba de una pitaya, también conocida como fruta del dragón.

—Es dulce y refrescante —dijo el vendedor, cortando un trozo para que Mitsuri lo probara.

Mitsuri tomó el trozo y lo probó con curiosidad. Sus ojos se iluminaron inmediatamente.

—¡Es deliciosa! —exclamó, mirando a Miku y a mí—. ¡Deberían probarla también!

Miku y yo tomamos un trozo cada uno, y la fruta realmente resultó ser tan deliciosa como Mitsuri decía. Mientras seguíamos explorando el mercado, Mitsuri se detenía cada pocos pasos, fascinada por algo nuevo.

Finalmente, llegamos a una tienda de artesanías donde había una gran variedad de accesorios y decoraciones hechos a mano. Mitsuri quedó cautivada por un brazalete hecho de hilos de colores y cuentas brillantes.

—¡Qué bonito! —dijo, tomando el brazalete entre sus manos—. Me recuerda a algo que vi en mi mundo, pero esto tiene un encanto especial.

Miku sonrió y le sugirió:

—Deberías comprarlo, Mitsuri. Será un bonito recuerdo de tu tiempo aquí.

Mitsuri asintió con entusiasmo y compró el brazalete. Mientras lo pagaba, el vendedor, una mujer amable, le comentó:

—Dicen que estos brazaletes traen buena suerte en el amor. ¡Parece que elegiste bien!

Mitsuri se sonrojó ligeramente, y tanto Miku como yo no pudimos evitar sonreír ante la coincidencia.

Después de un rato, decidimos que era hora de volver a casa. Caminamos de regreso, hablando de lo que habíamos visto en el mercado. Al llegar, mis padres ya estaban preparando la comida y nos recibieron con un cálido saludo.

—¡Vaya, se ve que la pasaron bien! —dijo mi madre, notando las bolsas que llevábamos con las compras.

—Sí, fue un paseo increíble —respondió Mitsuri, todavía radiante de felicidad.

Miku y yo compartimos una mirada cómplice, sabiendo que, a pesar de la sencillez del día, habíamos creado recuerdos inolvidables. Mientras nos sentábamos a la mesa para disfrutar de la comida, me di cuenta de lo afortunado que era de tener a dos chicas tan maravillosas a mi lado. Y aunque las situaciones cómicas y románticas seguramente continuarían, no podía pedir nada mejor.

Después de todo, con Mitsuri y Miku, cada día estaba lleno de risas, amor y un sinfín de sorpresas.

Continuará...

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