Acomodar la nueva encimera de mármol para la cocina y las estructuras nuevas para toda la casa, no era tarea fácil.
Su padre no quería contratar a extraños, porque no quería que estuvieran cerca de sus hijos, sabiendo que los abrumaba la presencia de otras personas.
Y como el tío Carlos estaba ocupado, mandó a su hijo Antonio a ayudarlo.
Era una tarde calurosa, por lo que eventualmente se quitaron las camisetas por el sudor.
Piero ladeó la cabecita, desde el banco en donde estaba sentado, observando a Antonio ayudar a su padre.
El rubio ya tenía dieciséis años, y mostraba una musculatura definida, ideal para alguien de su edad. El sudor se deslizaba por su piel dorada. Goteando por las puntas de su cabello rubio, bajando del cuello, clavícula y pectorales.
Se sentía atraído por él, una sensación extraña y esponjosa que simplemente había brotado en su pequeño corazón. Y cada que sus ojos se encontraban, la cosita esponjosa se agitaba.
Los músculos se marcaron en los brazos de Antonio al tensarlos. Sin duda, una vista muy tentadora.
Su padre se estiró, marcando todos sus músculos. Era alto y musculoso, mucho más grande y robusto que el cuerpo de Antonio. Pero él prometía tener un cambio extraordinario.
Miró fijamente los abdominales de los mayores. Curioso, levantó su fina playera, exponiendo su pancita, y a diferencia de ellos, su abdomen estaba suave y liso.
Se pinchó con un dedo, y la punta se hundió en su piel blanda. Demasiado tierno.
—Mmm —gimoteó disgustado.
—¿Qué pasa, piedrita? —preguntó Antonio, acercándose a él mientras se secaba el sudor con una toallita.
Cuando lo tuvo al frente, Piero pinchó su duro abdomen con el dedo.
—Quiero tener abdominales como los tuyos o como los de papá —levantó su playera, mostrandole su pancita suave—. Pero los míos son blandos, no me gustan.
Antonio soltó una risita y agarró entre el índice y el pulgar un trocito de su piel.
—Es cierto, es muy suave, parece masita. —Jugueteó con su piel, haciéndole cosquillas—. ¿Pero sabes qué? Me gustas más así.
Piero redondeó sus ojos. La cosita esponjosa en su pecho creció.
—¿De verdad... te gusto así?
—Sí, eres más tierno, muy adorable.
Las mejillas de Piero enrojecieron. Antonio le pellizcó ambas mejillas y acercó el rostro al suyo, meneándolo suavemente.
—Tan lindo...
Piero se quedó totalmente quieto al notar la extrema cercanía entre ellos, atontado por los ojos azulados de él y su sonrisa radiante. No se sentía amenazado ni abrumado por tenerlo tan cerca, era casi... cautivador.
Se fijó en los labios de Antonio, estirados en una sonrisa.
Había visto a sus padres besarse muchas veces en los labio con toques ligeros. Emitiendo un pequeño chasquido que siempre hacía reír a su madre.
Y de repente se vio tentado en querer probar eso con él. Besarlo con un piquito.
¿Eso estaría bien? No había visto a un chico besar a otro chico, pero sabía que podía ser posible. Entonces eso estaba bien, ¿no?
Tal vez debería buscar más información al respecto, antes de continuar. Y lo principal, no sabía si Antonio estaría contento con eso, si le gustaría o no.
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RETORCIDA SANGRE (Ese Es El Trato 2)
DiversosSEGUNDO LIBRO DE LA SAGA (ESE ES EL TRATO) 1 - Retorcido Capricho. 2 - Retorcida Sangre. 3 - ... 4 - ... 5 - ... Los gemelos, nacidos bajo las alas amorosas de su familia, conocerán la verdadera naturaleza de su mundo. Nadie los concederá. Nadie...