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Un año después.

Ya a mitad del año, eran los tiempos de escuela. Terminaban los exámenes para dar paso a las vacaciones de invierno.

A la hora del receso, todos los niños salían afuera para despejarse y tomar un descanso de las clases de química que se daban en aquel día.

Algunos se juntaban en grupos, otros permanecían solos, pero siempre manteniendo el ambiente tranquilo.

A excepción de ese día.

Los murmullos y el alboroto se escuchaba por el campo, muchos alumnos se aglomeraron en un círculo, rodeando al pleito que se había formado en el medio.

Eran dos jóvenes del mismo año, peleando por quién sabe qué.

Algunos trataban de detener la pelea, otros lo alentaban, y otros llamaban a los directores.

Según las reglas del colegio, las niñas como ella deberían estar con otras niñas, vistiendo el estricto uniforme correspondiente. Con malditas faldas apretadas y camisas blancas.
Sentadas de forma elegante y con una estúpida sonrisa de niña tonta.

Pero ella no seguía esas ridículas reglas, jamas lo haría. Ahora mismo estaba usando un pantalón suelto y con la camisa amarrada a su cintura.

Y lo mejor, era que estaba moliendo a golpes a un cretino que se atrevió a tocar a su pequeño hermano.

El bullicio a su alrededor no le importaba, estaba demasiado ocupada dándole una lección a su contrincante.

—¡Nunca! ¡Vuelvas! ¡A tocar! ¡A mi hermano! —le gritaba con cada golpe—. ¿Oíste? ¡Jamás!

—¡¿Qué está pasando aquí?! —exclamó la directora Mádina, llegando a la persecución—. ¡Ustedes dos, levantense! —ella soltó al chico del cuello—. ¡No puedo creer que hayan armado un alboroto en este colegio, y menos de usted señorita Beatrice! Por este comportamiento inaceptable, me veré en la obligación de llamar a sus padres para hablar de ello, esto le costará bastante caro a sus puntajes académicos... recibirá un castigo.

Beatrice rodó los ojos, y con una expresión grosera, habló.

—Si ya terminó con su sermón, ¿puedo volver a clases? O puedo esperar en la dirección mientras llama a mis padres.

—Los dos se van a la dirección —apuntó a los dos jóvenes—. Y después, usted y yo hablaremos en privado —apuntó directamente a Beatrice.

—Como usted quiera —le respondió con falso respeto, haciendo una reverencia exagerada.

Poco a poco todos se fueron, y no parecían notar a Piero, quien aún seguía en el suelo, hecho bolita.

Beatrice se apresuró en ir a su lado y abrazarlo.

Apenas había iniciado el recreo, Piero salió de la clase para comprar algo mientras ella lo esperaba. Después de un tiempo, Piero aún no volvía, y Beatrice sintió que algo no estaba bien.

Fue a buscarlo, y lo encontró siendo golpeado por el bravucón de su clase. Lo había echado al suelo para después subirse sobre él, haciendo que Piero entrara en pánico.

Su cuerpo reaccionó solo, no podía soportar ver que alguien tocaba a su hermano, corrió hasta donde estaban, y se lanzó sobre el bravucón para defender a Piero, desde ahí comenzó todo.

Ahora estaba recostada al lado de su hermanito, quien no se atrevía a abrir los ojos, aún en el suelo. Ella solo podía mantenerse a su lado hasta que él pudiera levantarse solo.

—Oye... ¿no crees que es hermoso? —Beatrice preguntó de forma suave.

—¿Q-qué? —murmuró temblorosamente.

RETORCIDA SANGRE (Ese Es El Trato 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora