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Los disparos resonaron con fuerza mietras retumbaba en las paredes frías de aquella sala.

No estaban nada más que ellos dos como siempre, siendo la compañía del otro, su soporte, su sombra, su fuerza, siendo uno solo.

Con movimientos suaves sincronizados, los gemelos cargaron sus armas y dispararon a los carteles de metal, ya llenas de agujeros por los constantes tiros recibidos.

El que estaba al lado de Beatrice tenía marcas esporádicas por todas partes, mientras que la de Piero era menos destrozado y más fijo. Él era un francotirador nato, elegante y preciso en el uso de armas de fuego. Beatrice era un caso especial, no se le daba muy bien los tiros, pero sí con peleas de cuerpo a cuerpo, en especial con navajas.

Un gustillo retorcido por saborar la agonía de su oponente en sus manos. No era su culpa.

No fue su culpa estar rota mentalmente, apesar de que lo ocultaba muy bien, incluso de sus padres. Piero tenía sus momentos y lograba enmascararlo con astucia. A diferencia de ella, no disfrutaba tanto el sufrimiento de otros. Prefería acabar con ello rápidamente.

El teléfono de Piero comenzó a sonar desde la esquina junto a un montón de botellas. Fue a contestar, preguntándose quién sería.

Se sorprendió al ver que era su padre, ya que él nunca los llamaba cuando estában entrando. Y la curiosidad lo invadió aún más por el tono que usó para exigirles volver a casa de inmediato, algo le preocupaba.

—¿Todo bien? —preguntó ella.

—Quiere que volvamos a casa ahora.

Se tomaron una ducha rápida y luego volvieron a casa lo más rápido posible.

Al llegar, encontraron a su familia en la sala de estar, todos sentados.

—Ya llegamos —avisó Piero para después acercase y besar las mejillas de su madre.

—¿Qué es lo que necesita urgencia? ¿Encontraste a los restantes? —preguntó Beatrice con emoción.

Leonardo negó con un suspiro.

—No los llamé por eso, siéntense y vamos a hablar.

—¿Qué pasa papá? —Piero se sentó frente a él y entrelazó sus manos.

—He recibido una invitación para una fiesta de un pariente mío, y quiere que vaya con mi familia.

—¿Hmm? Pensé que ya no tenias parientes, que eras el último.

—Soy el último Santoro, pero este es un Angelucci.

—¿Son parientes de tu madre? —preguntó Alexa.

—Es mi tío ... Danetto Angelucci.

—Vaya... ¿por qué nunca nos hablaste de él?

—Tenemos... una relación algo complicada, y hace mucho tiempo perdí contacto con él, aún estoy sorprendido de que me haya invitado. Creo que tiene algo en mente.

—¿Tenemos que ir?

—Más que invitación, fue una exigencia, requiere mi presencia y la de ustedes.

—¿Sabe de nosotros?

—Ese viejo zorro me persigue en ocasiones, aunque nunca ha interferido en mi vida. ¿Me pregunto por qué se muestra ahora?

—¿Dónde será la fiesta? Algo me dice que no es de por aquí.

—Será en Italia. No serán unas vacaciones o una visita casual.

—Iremos —dijeron los gemelos al unísono —. Da igual lo que digan, no nos van a derribar.

Su padre ya no dijo nada más, no estaba seguro de ese viaje, no solo por la invitación, sino por algo más...

RETORCIDA SANGRE (Ese Es El Trato 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora