15.

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En Italia.

Leonardo recibió la noticia de sus hijos y la declaración sangrienta que habían hecho.

El orgullo y la preocupación se arremolinearon en él.

Orgullo por sus hijos y su capacidad de enfrentar a sus hombres, y preocupación por la traición de aquellos que eran cercanos a él.

—Nuestros hijos estarán bien —murmuró Alexa, desde la cama—. Tienen tu fortaleza. Saben qué hacer. Les enseñaste bien.

Leonardo estaba saliendo de una ducha, totalmente desnudo. Su esposa no perdió tiempo en comérselo visualmente. Él sonrió y se acercó a ella, se acostó suavemente sobre su abultado vientre y suspiró de satisfacción.

Inhaló sonoramente, absorbiendo la dulzura de su esposa embarazada.

—Ah, sé que no debería estar tan feliz con toda la situación pero, mierda, me encanta verte embarazada otra vez, llena de mí.

Repartió besos por toda su pancita. Alexa se retorció con una risita. Cuando levantó su vestido para besar directamente la piel, ella gimió.

Sus atenciones ya estaba surtiendo efecto.

—Leo... tengo ganas...

Ah, ahí estaba. Su libido se intensificaría, fue la advertencia de la ginecobstetra.

Cualquier roce ocasional e inocente, prendía a Alexa fácilmente.

—No —negó—. No quiero arriesgar tu bienestar y la de mi bebé.

—Por favor... Quiero hacerlo. Kiara dijo que está bien tener sexo, siempre y cuando no sea duro. Te necesito...

Leonardo cerró los ojos.

—Maldición. Lo haces más difícil...

—¿Por favor?

—Serás mi perdición, Ale...

Fue su última palabra antes de fundirse en su calor y atender las necesidades de su esposa hormonal.

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Beatrice estaba de nueva cuenta entre los dedos de Brandon, más bien sobre ellos.

Brandon quería felicitarla por su ascenso a un rango más alto, y qué mejor manera de hacerlo que con un par de orgasmos alucinantes.

—¡Aghm! —su gemido de liberación fue tragado por los labios de él en un beso arrebatador—. Hah... Brandon, Brandon... Oh, Dios mío...

Él curvó sus dedos, tocando el punto hinchado en su interior, avivando otra liberación.

—Correte otra vez, Piccola Dea... Vente para mí.

Beatrice yacía recostada sobre el regazo de Brandon. Sin prendas en la parte inferior y con la camisa abierta.

Sus piernas abiertas de par en par. Dos dedos en su interior, haciendo maravillas allí dentro.

Cada vez se adaptaba mejor a la intrusión en su interior. Ya no había ansiedad, y su cuerpo anhelaba cada vez más.

—Más, más... —exigió jadeante y temblorosa.

Brandon le dedicó una sonrisa arrogante y lo sintió empujar otro dedo.

Beatrice redondeó los ojos, su interior aceptando gustosamente al nuevo integrante, apretándose alrededor de ellos.

—Oh, cielos... —siseó, sorprendida.

—¿Puedes con tres dedos, Piccola Dea? —preguntó, socarrón.

RETORCIDA SANGRE (Ese Es El Trato 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora