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Un mes después.

Era la quinta vez que veían los avistamientos de los bastardos tan cerca de ellos, pero inalcanzables de alguna forma.

¿Quién los protegía?

¿Bajo la orden de quién trabajaban?

Había demasiadas incógnitas en la lista, y la paciencia se agotaba.

Hacían sus búsquedas silenciosas con tal de encontrar alguna migaja de sus rastros y conocer al equipo fantasma.

Poco y nada conseguían, hasta hace un momento.

Santiago había estado vigilando sus movimientos a distancia, archivando todo para su uso posterior.

Y afortunadamente, había caído en sus antenas sobre la fiesta que se realizaría esa noche en Britney, fuera del territorio, y que en ella estarían los tres viejos. Cloud, Eduardo y Benjamín.

Era la oportunidad perfecta, no podían desaprovecharla.

Muchos conocían sus nombres, pero no conocían sus caras. Una ventaja de mantener un bajo perfil es que nadie aparte de tu familia te conocía.

Eran prácticamente extraños para los ojos de afuera.

No fue difícil comprar sus paces para entrar a la fiesta.

La celebración de alguna tontería por chicos ricachones era frecuente, y esta era una más del montón. Con las adicionales de incluir prostitutas al baile para una mejor atracción. Vaya fiesta.

Iban vestidos de acuerdo a la ocasión.

Él, una camisa azul grisáceo y un pantalón negro. Ella, un top bajo una camisa semi-transparente, con un pantalón de cuero negro a juego.

Frescos y normales. Solo un dúo juvenil en busca de diversión, nadie sospechaba.

Sus hombres también se habían infiltrado dentro, posicionados para cualquier alerta.

Caminando entre los montones de gente, decidieron separase para cubrir más terreno en lo que vigilar.

Piero escaneó a las personas, buscando entre ellos las desagradables caras. Estaba en el piso bajo, mientras que Beatrice había subido a la segunda planta.

Una de las chicas cariñosas se le acercó con la intención de entretenerlo como lo hacían la mayoría de los chicos.

Se contoneaba y batía sus pestañas con insistencia. Piero apenas le dio una mirada, su atención fija en la gente, hasta que dio a una cara conocida encima de él.

Alto, pelirrojo, más viejo y arrugado.

Benjamín Cristtel.

A su lado estaba una chica, otra cariñosa. Se susurraron algo al oído antes de girarse y perderse hacia dentro.

Piero entró en acción, avisando a sus guardias por el comunicador diminuto, emprendió camino escaleras arriba, en busca del maldito.

Beatrice se paseó por un pasillo en donde muchas chicas con máscaras estaban saliendo de una puerta roja, la única de todas.

Cada que entraban o salían de aquella puerta, una oleada de humo salía flotando espesamente de allí.

Curiosa, quiso entrar para ver qué o quién estaba dentro. Pero no quería mostrar su cara tan abiertamente.

Una de las chicas se quitó la máscara. Iba vestida con un diminuto vestido de encaje  casi transparente que no hacía nada para ocultar sus partes privadas.

Pero era su oportunidad.

Aprovechando la distracción de la mujer, se acercó calmadamente y agarró su máscara. Rápidamente atravesó la puerta roja, acomodándose el objeto para ocultar su rostro.

RETORCIDA SANGRE (Ese Es El Trato 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora