13.

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Piero podía notar que su gemela estaba distraída. Desde hace varios minutos había estado jugueteando con su cuchillo, mirando hacia la nada, y en esos momentos tenían que interrogar a tres traidores, quienes estaban amordazados en las sillas.

—Beatrice, despierta. —Ella parpadeó varias veces y se enfocó en él—. Estamos perdiendo el tiempo.

Apuntó hacia sus prisioneros, ella asintió algo ida. Agarró una barra de hierro que siempre mantenían en el calabozo. Apuntó a uno de ello.

—Juguemos. Ya que ninguno de los tres quiere hablar, lo haremos de ésta manera —comentó, balanceando la barra—. ¿Conocen el juego de De Tin?

Piero rodó los ojos con una risita. Ese juego era su favorito a la hora de trabajar. Se acercó a su gemela y agarró la barra.

—Yo canto —ofreció—. ¿Por quién empezamos? —preguntó, intercalando su mirada entre los tres. Apuntó al del lado derecho—. De Tin... —ahora al del medio—. Marín... —al de la izquierda—. De Do... —de vuelta al primero—. Pingüe...

—Cucara... —continuó su gemela—. Macara... Títere... fue —cantó, tocando las cabezas ajena desde atrás—. Yo no fui... fue Teté.

—Pégale, pégale que él fue —terminó apuntando al de la derecha. Una sonrisa oscura tironeó sus labios. Elevó la barra sobre su cabeza—. Mala suerte... —y lo golpeó.

Dos horas después, los gemelos estaban recostados contra la pared.

Los tres prisioneros no eran más que pulpas embarradas sobre el piso. No revelaron nada importante. Nada que no sabían.

Beatrice volvió a perderse en sus pensamientos, entonces Piero la pellizcó.

—¿Cuál es el problema? Me preocupa la mirada que tienes.

Ella gimió y se revolvió el cabello enmarañado.

—Amm... Yo... —se mordió el labio—. Yo... hice un trato tonto con Brandon.

—¿Stoneli? —eso era extraño, parecía que ella no lo soportaba—. ¿Qué clase de trato?

Con las mejillas rojas, le confesó la estupidez que había hecho. Él estaba mirándola con los ojos redondos, no creyendo lo que habían acordado.

—Y ¿él aceptó de buena gana? —negó con una mueca—. Beatrice, ese tipo debe de doblarte la edad.

—Con más experiencia, ¿no? —se encogió de hombros—. No estoy haciendo nada malo, es bueno para mí. Tal vez me ayude a superar la aversión al contacto como tú lo estas haciendo con Amber.

Bueno, en eso Piero le dio la razón.

—Sí, pero... ¿él? —se enderezó lentamente—. Sorella, no sabemos si no intentará aprovecharse de ti.

—Puede intentarlo, sabe que lo mataré si lo hace. Tú lo matarías.

—Lo haría y lo haré —afirmó con fiereza—. No quiero que haga algo que termine lastimandote más. En mi caso es más fácil superarlo ya que estoy con una mujer, pero tú estas con un hombre... uno que puede romperte.

—No puede romperme —tomó su mano—. Él no me asusta, no lo suficiente para desencadenar recuerdos. Estoy bien con él, y realmente quiero dejar este miedo atrás. Sé que el contacto puede sentirse bien, él me lo mostró... —sus mejillas se tiñeron de rojo otra vez—. Me gustó más de lo que esperaba.

Piero hizo un mohín, no tenía derecho a reclamarle nada, pues él había hecho lo mismo. Tampoco podía darle consejos.

—Ten cuidado, si hace algo sospechoso en tu contra, déjalo o lo mataré —advirtió oscuramente.

RETORCIDA SANGRE (Ese Es El Trato 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora