29. - Nacimos Juntos. Morimos Juntos

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Los gemelos vieron a su madre con horror.

Ella estaba atada de manos y pies sobre el piso. Llorando y temblando de miedo. Se había acurrucado en posición fetal para proteger su abultado vientre.

—M-mamá... —balbuceó Piero.

Su madre abrió los ojos de par en par. Los encontró a seis pasos de distancia. Su rostro palideció.

—Dios mío, no... —jadeó ella—. ¿Qué hacen aquí?

Leonel se dirigió hacia ella.

—¡No te acerques! —exclamó Piero, haciendo tintinear sus cadenas.

Él les dirigió una mirada aburrida y tocó la pierna de Alexa con el pié.

—¿O qué? —se burló—. Será mejor que se comporten si no quieren que la dulce sangre de su madre gotee.

—Prometiste que no les harías daño —sollozó Alexa.

—Dije que no iría por ellos. No dije nada acerca de que ellos vinieran por voluntad propia.

Su madre los volvió a mirar con más lágrimas cayendo de sus irritados ojos.

—¿Por qué lo hicieron...?

Leonel soltó una risita.

—Eso ni siquiera se pregunta, cuñadita. Solo son hijos que han venido a salvar a su querida... madre

—Lo siento, mamá. Lo siento mucho —lamentó Beatrice con voz temblorosa.

Alexa gimoteó. —Por favor, déjalos ir.

—Hay algo que quiero hacer primero, y después... tal vez los libere.

Leonel desenfundó un cuchillo. Acostó a Alexa boca arriba y se posicionó sobre ella.

Alexa de inmediato cubrió su bulto con sus manitas. Estaba demasiado expuesto.

Leonel hizo una mueca de desprecio.

—Espero que este engendro no salga con los malditos ojos de Leoncio, o juro que se los voy a arrancar y se las haré tragar como la mierda que es.

—Con mi bebé no... —suplicó—. Por favor... por favor, no con él.

—Leonel, déjala. Ella no tiene nada que ver aquí. Tu problema es conmigo, no con mi familia. Déjalos ir —pidió Leonardo, desesperado—. Mátame si quieres, pero no lastimes a mi familia.

—Claro que voy a matarte, pero primero voy a tortutarte —recorrió con la mirada a Alexa—. Y qué mejor manera de hacerlo que con tu adorada familia. Empezando por tu dulce esposa...

—¡No! —chillaron los gemelos—. ¡No lo hagas!

Leonel recorrió la punta de su cuchillo por el vientre de ella.

—Me pregunto cómo será. ¿Debería de abrirte y ver cómo es?

Leonardo zarandeó sus ataduras.

—¡Leonel, basta!

Él le dedicó una sonrisa y sin ninguna palabra más cortó la piel del vientre de Alexa. Ella gritó y trató de escapar de él.

Leonel trabó sus movimientos y cortó otra parte. Un largo tajo y limpio.

Piero gritó y se retorció tratando deseperadamente de alcanzar y proteger a su madre con su cuerpo, y destruir a aquel desgraciado ser quien la estaba lastimando.

Beatrice siseó cuando los grilletes lastimaron sus muñecas haciéndolas sangrar. Pero eso no detuvo sus desesperados intentos de liberarse, queriendo llegar a ella. Hacer algo para evitarle ese dolor.

RETORCIDA SANGRE (Ese Es El Trato 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora