Beatrice abrió los ojos con pereza. Un pitido agudo resonaba en su cabeza. Mirando el lugar en donde estaban, era una habitación oscura y silenciosa, medio vacía.
Medio vacía, de no haber sido por los pocos muebles y la cama en donde yacía postrada, sin poder moverse.
No podía hacer ningún movimiento, sentía como si los huesos se le fueran a romper ante cada intento, o tal vez ya los tenía rotos, no lo sabía...
No hacía falta darse una mirada para saber que estaba sin prendas, pues el frío de la intemperie golpeaba su piel desnuda, haciendo que todo doliera aún más.
Sentía la garganta seca y rasposa, le dolía tragar, mas bien todo le dolía.
Sentía punzadas, cortadas y ardor. Un dolor lacerante que calaba hasta en lo más profundo de su ser, su alma.
Había algo caliente y viscoso que escurría entre sus piernas. Sabía lo que era ese líquido blanco que destilaba y la cual se mezclaba con el espesor de su sangre.
También sabía la razón por la cual sangraba, pues los recuerdos llegaban como olas, y se ahogaba en ellas.
Recuerdos de cómo tocaron lugares que nadie debía tocar sin su permiso, de cómo profanaron su integridad física sin remordimiento alguno. Recuerdos de cómo arrancaron de ella una parte suya.
La habían despojado de su inocencia, y los restos de su pureza quedaron marcadas en su piel. Esparcidas por la tela manchada de carmesí, manchas que quedarían marcadas para siempre en su mente, en su cuerpo.
A su lado, en el piso, yacía Piero, desnudo y con rastros de agresión.
Ambos totalmente deshechos y vulnerables.
Piero miraba en dirección a Beatrice, y el cómo su pequeño cuerpo estaba cubierto de sangre, golpes y muchas cosas más que no quería ver.
Él estaba de igual forma.
Humillado y mancillado.
De sus ojos jamás desaparecían las imágenes que lo obligaron a ver, cosas que en su vida había presenciado. Cosas que desearía poder olvidar.
Hombres asquerosos tocándolo con descaro, lo desvistieron y dejaron boca abajo, sujetándolo de los brazos, mientras lo profanaban, y lo obligaban a ver como lastimaban a su hermana.
Viendo exactamente el momento del cómo un sujeto grande y fornido estaba entre las piernas de Beatrice, mientras este la sujetaba del cuello y la apretaba, golpeando y moviendose.
Y lo peor, fueron los gritos y el llanto.
Gritos que eran ahogados cuando ellos usaron sus bocas para su placer.
No podían respirar, las horas fueron largas y eternas en ese infierno en donde trece hombres, de los cuales doce, los usaron como juguetes.
Horas donde fueron torturados inhumanamente y ellos no sabían por qué.
Ahora estaban totalmente solos y abandonados en ese lugar.
Piero tosió y trató de acercarse a Beatrice, ignorando los dolores en su cuerpo y la agonía en su espalda baja, fue arrastrándose hasta poder quedar cerca de ella. Como pudo se subió sobre la cama y se acostó a su lado.
Se miraron a los ojos... estaban vacíos y opacos, sin el brillo inocente la cual los caracterizaba antes.
No dijeron ninguna palabra.
El frío y el silencio los abrazaba.
Beatrice, sin poder aguantar más, cerró sus ojitos con cansancio, y esperó a que alguien viniera y se la llevara en silencio.
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RETORCIDA SANGRE (Ese Es El Trato 2)
AcakSEGUNDO LIBRO DE LA SAGA (ESE ES EL TRATO) 1 - Retorcido Capricho. 2 - Retorcida Sangre. 3 - ... 4 - ... 5 - ... Los gemelos, nacidos bajo las alas amorosas de su familia, conocerán la verdadera naturaleza de su mundo. Nadie los concederá. Nadie...