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Desde el punto de vista de Leonardo.

—Creo que se parecerán más a ti... —susurró su esposa, cuando sus bebés abrieron sus ojitos, revelando que eran verdes azulados—. Tardé nueve meses en tenerlos y aun así, salen al papá... esto es frustrante... —No pudo evitar encontrarlo divertido—. ¿Cuáles eran sus nombres? Ya no me acuerdo... —preguntó, desorientada y débil.

—Acordamos que nuestra pequeña niña se llamaría Beatrice y nuestro pequeño, Piero...

—Beatrice... la que trae alegría, y Piero... ¿pequeña piedra?... que tierno... —Cerró sus ojos, vencida por el cansancio.

Leonardo besó su frente y acarició las cabecitas de sus hijos.

—Te amo... los amo... —Él besó a cada uno con amor.

Amaba a su nueva familia. Su esposa y sus gemelos, eran todo para él. Juntos hicieron lo posible para rodear a sus hijos con todo el amor que eran capaces de dar.

Nada podría compararse como cuando vio a sus pequeños bebés dar sus primeros pasos, verlos perseguir sus manos con absoluta confianza, fue un hermoso dolor en su corazón.

Faltaba una semana para cumplir su primer año de vida, y ellos ya habían dominado el arte de caminar tambaleante.

Leonardo estaba sentado a unos pocos pasos de Piero, con lo brazos abiertos, esperando la llegada de su pequeño hijo.

Piero daba pacitos cortos, balanceándose de un lado a otro, pero con una gran sonrisa mostrando sus ocho dientitos delanteros.

Beatrice iba detrás de él, balbuceando mientras vigilaba sus pies ante cada paso con cuidado.

Cuando llegaron a él, se aferraron a su ropa y chillaron al mismo tiempo.

—¡Paaapáááá! 

Su corazón dio un latido sorprendido, y comenzó a palpitar aceleradamente.

Abrazó a sus gemelos contra su pecho e inhaló sonoramente, llenándose los pulmones con el dulce oloircito de sus bebés.

¿Era posible que su corazón doliera de alegría? Porque ahora mismo, había un tierno dolor allí, y amenazaba con llenar sus ojos de lágrimas.

Alexa se acercó a él, con una mirada preocupada. —¿Qué tienes?

—Me llamaron papá —murmuró con los ojos redondos.

Y para confirmarlo, Beatrice gritó, agarrandolo de las mejillas con sus manitas.

—¡Papááá!

—¡Ves! —exclamó Leonardo, radiante.

Piero se volteó hacia su mamá y se meneó contento.

—Mmaaa... mamá, mamá... —balbuceó Piero, abriendo y cerrando sus manitas hacia ella.

Alexa se iluminó y cargó a su pequeño, para llenarle las mejillas con besos. Piero se las devolvió en un enorme beso ensalivado con la boca abierta.

Leonardo la acercó en un beso profundo y dulce, transmitiendo todo el amor posible.

—Gracias... —susurró, uniendo sus frentes.

—¿Por qué?

—Por darme una familia, por ser mi familia.

Alexa sonrió tiernamente y le devolvió el beso.

Él se esforzaba por darles todo el cariño a sus gemelos, todo lo que él no pudo obtener cuando era niño.

Su crianza fue complicada, nunca se lo había mencionado a su esposa, y no quería hacerlo. Su vida no era lo que quería para sus hijos. Quería que fueran lo más normales, en lo que pudieran ser en su mundo.

RETORCIDA SANGRE (Ese Es El Trato 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora