Las reglas cambian.

30 13 112
                                    

Cuando Drew termina de arreglarse la corbata y después el cabello, empieza a meter sus útiles escolares en su mochila a toda velocidad, antes de salir hace una revisión rápida para asegurarse que lleva los útiles correctos.

《¿No se me queda nada?》

Es lo que no puede evitar preguntarse mientras mira su mochila con el ceño fruncido, al final solo se encoge de hombros y sale con rapidez de su cuarto, tras dar los buenos días comienza a comer como si no hubiera un mañana.

—Drew come con calma, quién no nos conociera creería que no te doy de comer, además te puedes ahogar.

—Lo siento, me pare tarde.

—No te preocupes mami, si se ahoga puedo hacerle la maniobra de Heimlich —. Asegura Dina sonriente.

—Es muy amable de tu parte linda, pero no será necesario si tu hermano come con los modales que le enseñe y que está ignorando, no tendrías este problema si pusieras la alarma más temprano.

—Que mal.

—¿Quieres que me ahogue? Y yo que soy un buen hermano, hasta creí que me querías.

—Si te quiero, pero ayer vi en la novela de mami como un niño se ahoga con comida y le hicieron esa maniobra, así que me llama la atención hacerla para saber que se siente.

—Razonable —afirma Drew aguantando las ganas de reír —. Pero creo que lo mejor es que aprendas de la forma tradicional, cuando salgamos de nuestras escuelas, buscaremos un muñeco y te enseñaré como se hace, después podemos comer donas y ver una película.

Drew y su madre sonríen al ver a Dina sonriendo y aplaudiendo, la niña se levanta de la silla para abrazar a Drew, sin ningún esfuerzo su hermano la pone en sus piernas y le corresponde el abrazo.

—¡Eres el mejor Drew!

—Más te vale recordar eso cuando te tenga que regañar por dejar tus juguetes tirados o por tener tu habitación desordenada.

—Tú también tienes tu habitación desordenada.

—Pero que replicones salieron los niños de hoy en día —dice Drew bajando a su hermana de sus piernas —. Mamá, ¿necesitas que me encargue de algo cuando vuelva?

—No hijo, no te preocupes.

—Segura que…

—Muy segura ahora vete, que no quiero que llegues tarde, te amo y…

—No vayas como un idiota imprudente en esa cosa del demonio a la que llamas motocicleta —termina la frase Drew riendo —. Mamá, me ofendes, yo soy míster cuidadoso.

—Que osadía decir eso después de número uno —usa sus dedos para enumerar —. No llamarme para informarme que te hablaron dos detectives sin un adulto presente, número dos, prometer que ibas a una fiesta tranquila y regresar golpeado de esta, número tres…

—No hay número tres.

—Que yo sepa y esto que digo es lo actual, si me pongo a recordar las travesuras, bromas y peleas en las que te has metido, estaríamos aquí hasta el año que viene; sino es que más.

—Que te puedo decir, no te toco un hijo tranquilo y aburrido —afirma sonriendo —. Yo también te amo y a ti también, las veo luego —. Se despide dándoles besos en sus mejillas.

—¡Me conformaría con que fueras más prudente!

—Ay mami, pides mucho.

Claire intenta reprimir la risa que le provocó el comentario de su hija, ya que sabe que es verdad, mira el pasillo por el que salió su hijo y no puede evitar suspirar. Desde que ella y su ex esposo se divorciaron Drew se mostró más cooperativo y consciente en las cosas del cuidado del hogar, casi ocupando el rol de hombre de la casa, ella no le dejó tomar dicho rol, pues Claire nunca quiso darle a su hijo una responsabilidad que no le correspondía.

Perfección Disfrazada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora