30. Un imbécil me dice estúpida

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Por motivos de seguridad si terminé pasando navidad en el futuro y admito que no estuvo mal. Era lindo oír anécdotas de la adolescencia y un poco de la juventud antes de que Toman se hiciera lo que era.

Sin embargo, no logré obtener nada que no sepamos ya en el pasado.

Con respecto a Haruchiyo, las cosas estaban bastante normales. Como si nunca hubiera pasado nada.

Era muy probable que mientras yo tomaba una taza de chocolate junto a Baji frente a la chimenea, Takemichi era golpeado por Taiju.

-Estás muy distante últimamente-habló Baji, mientras untaba mermelada a unas galletitas-. No hablas mucho, recuerdo que antes lo hacías tanto que junto a Megumi te poníamos cinta en la boca.

-Gracias por recordarmelo-sonreí irónicamente-. Y no estoy distante es solo que tengo mucho miedo por-miré a los lados, comprobando que Haruchiyo aún siga en la habitación-el asuntito.

-¿Ya te hiciste una prueba?

Negué.

-No me mires así, no es fácil. ¿Y si sale positivo?-pregunté asustada-. ¿Qué haré si sale positivo?

-Mi sobrino o sobrina tendrá al mejor tío del mundo-sonrió señalandose.

Miró la chimenea, el fuego quemando la madera provocaba un sonido hipnotizante.

-Serás una buena madre, Himeko-dijo tomando mi mano-. Y sabes que siempre que necesites ayuda o a alguien que le dé un buen golpe a Haruchiyo, puedes contar conmigo.

Sonreí comprensiva, pero había algo que aún no entendía.

-¿Por qué te cae tan mal?

-Para empezar, es un drogadicto.

-Hace mucho no consume.

-Alcoholico.

-Jamás olí en él aquel aroma.

-Mantenido.

Miré arriba, no podía decir nada contra eso.

-Me ayuda, quizás no económicamente pero no es un vago-intenté debatir-. Además, sabes que el dinero es mi último problema ahora y que ambos no podemos trabajar porque una mafia nos persigue.

-Bien, tengo muchas cosas más para decir pero como te quiero mucho mantendré la boca cerrada-dijo antes de beber de su taza-. Pero tengo una última cosa que decir. ¿Por qué no te quedaste con Yuji?

Fruncí el ceño.

-Terminamos, ¿no?

-Hasta dónde me contaste, pero eres un misterio cuando se trata de ustedes.

¿Qué podía decir? Ni siquiera yo sabía la historia y la única forma de saberlo era hablando con el mismo Yuji.

-Prefiero no hablar-dije levantándome-. Tengo sueño.

....

Al otro día yo y Haruchiyo nos fuimos. El viaje en el tren estuvo bastante silencioso. Lo único que se oía era el sonido del aire acondicionado y de vez en cuando las envolturas de dulces que una anciana guardaba en su bolso.

Todo marchaba como había estado yendo desde hace un par de horas, cuando sentí un dolor de cabeza. De inmediato todo lo que había sucedido en el pasado me fue mostrado como si se tratara de una película a gran velocidad. Pero lo que más me confundió fue que al abrir los ojos, ya no estabamos en el tren. Estábamos en un coche amplio, Haruchiyo conducía atento a la carretera.

Su cabello estaba corto, ya no tenía el típico moño que siempre se hacía. Pude notar también que su cuerpo estaba más definido, al parecer es esta línea si teniamos tiempo de sobra luego de escapar de prefectura a prefectura, porque esos brazos que estaba viendo eran producto de gimnasio.

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