26.- Viejo Zorro.

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William.


El ardor en la boca del estómago me confirma lo enojado estoy. Me tiemblan las manos y tengo la garganta cerrada.

Tengo ganas de matar a alguien, quiero torturar, asesinar a quien está detrás de todo esto.

Es la segunda vez que Lilianna está en peligro y acabo de descubrir que no hay nada que me empute más que eso.

Quien quiera que sea ya tiene una fecha de muerte, y no va a ser nada agradable.

—Estamos listos, señor— llega Josep a mi lado cuando voy de mi departamento interior en la propiedad de mi padre a su oficina.

—¿Heridos? —pregunto.

—De nosotros ninguno —bajamos las escaleras casi corriendo. —Pudimos capturar a tres de los que estaban disparando, los están trasladando al almacén.

—Perfecto, apenas salga de aquí voy para allá.

—Está bien, prepararé todo.

—Josep —me detengo con mi hombre en la puerta del despacho de mi padre. —Lilianna y yo nos quedaremos un tiempo aquí. Ve tú mismo a recoger nuestras cosas y asegúrate de traerle todos sus productos de baño, por favor.—lo miro a los ojos —Todas las cremas, perfumes y jabones que estén en el baño o habitación tráelas. Al igual que su Kindle, está en la mesa de la sala y su estuche con cargador en su mesita de noche.

Josep me da una mirada que no sé identificar, pero es incapaz de decirme nada, afortunadamente todo mi equipo me tiene bastante respeto.

—Bien ¿nada más?

Niego con la cabeza, pero antes de abrir la puerta me volteo para llamar su atención.

—Josep, trae también su computadora que está en la biblioteca. Y debajo de una de las almohadas en mi habitación hay una mantita color violeta, tráela, por favor.

Lily no puede dormir sin esa jodida manta.

—Copiado —responde antes de marcharse.

Yo respiro para poder entrar al despacho de mi padre donde ya están reunidos mis hermanos, él y otro hombre quien es el hacker que lleva años trabajando para papá metido en una computadora.

Sin decir ni una sola palabra camino a un estante donde se guardan los cigarrillos. Abro la puerta, saco un cigarrillo, un encendedor y lo enciendo dándole una profunda halada.

La ansiedad en la boca del estómago se calma un poco por el cigarrillo, aun así, yo sé que no me calmará las ganas de estrangular a alguien.

—La vez que fuimos para Colombia no encontramos nada —Salomé es quien habla — El informante nos llevó allá, pero Gómez nos dio prueba que nadie ahí tiene algo que ver.

At NightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora