Capitulo 35: "Magia Colapinto"
Después de aquella tarde en la que Jenna se permitió reír, el cansancio acumulado por los últimos días la venció. Apenas llegó a su casa, se dejó caer en el sillón y, en cuestión de minutos, quedó profundamente dormida. Parecía desmayada del agotamiento emocional, su respiración tranquila llenaba el silencio de la habitación.
Franco, observándola desde un rincón, suspiró. No era del tipo que disfrutara el orden, pero viendo el estado de la casa y a Jenna sumida en el sueño, decidió aprovechar el momento. Caminó en silencio hacia la cocina, recogiendo platos y tazas que se acumulaban en el fregadero. Mientras los lavaba, pensó en cómo el dolor había cambiado los hábitos de su amiga, y, aunque nunca se imaginó a sí mismo limpiando en casa ajena, esa vez lo hizo con gusto.
Ordenó la mesa del comedor, enderezó las sillas, e incluso se atrevió a entrar en la habitación de Jenna. Cambió las sábanas de su cama y dejó todo en su lugar. En la pared, una bandera de Argentina que había llevado consigo colgaba como un toque personal. Justo antes de salir del cuarto, notó los recuerdos y fotos de la madre de Jenna desordenados en una mesita al lado de la cama. Con cuidado, las acomodó, dejando los objetos más preciados bien organizados. Cuando terminó, se sintió satisfecho.
Se sentó en el sillón, echando un vistazo rápido a su Instagram, cuando de repente su teléfono vibró con un mensaje. Era de Max:
"¿Cómo está ella?"
Franco, con una sonrisa cansada, levantó su teléfono y le sacó una foto a Jenna mientras dormía, enviándosela sin más palabras. A los pocos minutos, Max respondió con un corazón, lo que hizo que Franco también se sintiera un poco más tranquilo.
El agotamiento finalmente lo alcanzó, y, sin darse cuenta, se quedó dormido sentado en el sillón, cerca de donde Jenna seguía descansando.
Al caer la noche, Franco despertó, desperezándose. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que Jenna aún seguía dormida. Se levantó con cuidado, caminando por la casa mientras buscaba algunas cosas en silencio. Después de un rato, decidió que era momento de despertarla.
— ¡Hey, dormilona! —susurró al principio, sacudiéndola suavemente por el hombro.
Jenna gruñó algo, pero siguió durmiendo, ignorando completamente a Franco. Sin embargo, él no se dio por vencido.
— Jenna, levántate, tenemos planes. —dijo más fuerte, y esta vez, le mostró un vestido que había sacado de su armario.
Jenna entreabrió los ojos, aún somnolienta, y lo miró confundida.
— ¿Para qué es eso? —preguntó con voz ronca.
— Vamos a salir de fiesta —respondió Franco con una sonrisa traviesa.
— No, ni loca. No quiero salir —protestó ella, girándose para acurrucarse de nuevo en el sillón.
— No tienes opción, Verstappen. Ya es hora de que te despejes un poco, y ¿qué mejor forma que una buena noche de fiesta? —Franco insistió, manteniéndose firme.
Jenna, resignada, bufó y se levantó perezosamente. Caminó hacia el baño y, después de un buen rato bajo la ducha caliente, salió vestida con el atuendo que Franco había elegido para ella.
Al verla, Franco silbó, con una sonrisa de oreja a oreja.
— ¡Mira nada más! Te ves increíble. Creo que los de Ferrari se van a arrepentir de no haberte hecho embajadora de moda.
Jenna se rió mientras se ponía las zapatillas, observando a Franco, que también estaba cambiado, listo para la noche.
— Bueno, tú tampoco te ves nada mal —dijo ella, medio sonriendo, aunque aún algo cansada.
Mientras ataba sus zapatillas, notó que algo en su casa se veía diferente. Miró alrededor y se dio cuenta del esfuerzo que Franco había puesto en ordenar todo.
— Espera... ¿Qué le hiciste a mi casa? —preguntó, con una mezcla de sorpresa y agradecimiento.
Franco sonrió con orgullo.
— Solo un poco de magia de Colapinto, ya sabes. La cocina está limpia, la cama hecha... ¡Oh! Y colgué una bandera de Argentina en la pared, para que sientas el orgullo nacional.
Jenna se rió ante el comentario, pero lo que realmente le llamó la atención fue la mesita junto a su cama. Los recuerdos de su madre estaban cuidadosamente acomodados, cada foto en su lugar, cada pequeño objeto con su espacio propio. No dijo nada, pero sus ojos brillaron con un agradecimiento silencioso. Esa atención al detalle era justo lo que necesitaba, y aunque Franco no lo dijera, entendía lo importante que era para ella.
— Gracias —susurró finalmente, sintiendo una calidez que no había sentido en mucho tiempo.
La noche en el bar comenzó tranquila, pero poco a poco el ambiente se fue encendiendo. Jenna y Franco se mezclaron con la multitud, y la música, una mezcla de ritmos italianos y populares, envolvía cada rincón del lugar. Ambos se reían mientras disfrutaban de cervezas artesanales y probaban diferentes vinos locales, cada uno con su sabor más peculiar que el anterior.
— ¡Estos nachos con cheddar están para morirse! —dijo Franco, llevándose un buen bocado, mientras Jenna asentía, sin poder evitar reír ante el entusiasmo de su amigo.
— ¿Quién hubiera pensado que terminaríamos en Italia comiendo nachos? —bromeó ella, mientras se acomodaba mejor en la barra.
Mientras comían, una pareja de italianos se acercó a ellos, hablándoles con la típica efusividad mediterránea. Aunque el acento era fuerte, Jenna y Franco entendieron lo suficiente para presentarse. Rápidamente, empezaron a charlar entre risas, con Franco tirando algún comentario sarcástico sobre Ferrari, que arrancó carcajadas del grupo.
— ¡Forza Ferrari! —dijo uno de los italianos, brindando por Jenna. Ella se rió, aunque ligeramente incómoda por la fama que la seguía a todos lados.
No pasó mucho tiempo antes de que los italianos y rusos con los que se habían hecho amigos sacaran una botella de vodka y comenzaran a repartir shots.
— ¡Esto se está poniendo interesante! —exclamó Franco, mientras tomaba uno y lo levantaba hacia Jenna. Ambos brindaron y, de un trago, se bajaron el contenido ardiente.
El calor del alcohol y el ambiente cada vez más animado los llevó a la pista de baile, donde Jenna y Franco comenzaron a moverse al ritmo de la música. A pesar de que su baile era sensual, ambos lo hacían en plan de amigos, divirtiéndose entre bromas y movimientos exagerados. Jenna se reía a carcajadas mientras Franco intentaba seguirle el ritmo, aunque sus pasos torpes hacían que ambos terminaran casi chocándose.
— ¡No tienes remedio, Colapinto! —le gritó Jenna sobre la música.
— ¡Oye, que me esfuerzo! —respondió él entre risas, girando a Jenna con un movimiento dramático.
En un momento, alguien sugirió un juego de "besos de tres", y entre la risa y el descontrol, Jenna y Franco acabaron participando en la ronda, donde entre italianos y rusos todos compartían besos efusivos en medio de la algarabía. Jenna se sorprendió de lo relajada que estaba. No había pensado en su dolor esa noche, solo en el ahora, en lo liberador que era reír, bailar y disfrutar sin preocupaciones.
El tiempo parecía volar, y el ambiente en el bar era una mezcla de risas, música alta y el bullicio de gente que, como ellos, había decidido dejarse llevar por el momento. Jenna seguía bailando con Franco, sus cuerpos moviéndose al ritmo de la música, aunque seguían bromeando entre ellos. A pesar de lo cercanos que se sentían, ambos sabían que no era más que amistad, una forma de apoyarse mutuamente en esa pequeña locura que habían decidido compartir.
— ¡Esto es un desastre absoluto! —gritó Franco, riendo mientras ambos tropezaban ligeramente después de otro shot.
— ¡Me encanta! —respondió Jenna, su risa mezclándose con la música.
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The greatest | A Lando Norris F1 fanfiction
FanfictionJenna Verstappen, hermanastra de Max Verstappen, comenzó su carrera en el automovilismo desde joven, influenciada por su padre Jos, ex piloto de Fórmula 1. Tras destacarse en el karting y ascender en las categorías juveniles, Jenna, a los 18 años, h...