21

379 32 0
                                    

Capitulo 21: "Consecuencias".

Jenna se encontraba en la oficina de Fred Vasseur. El ambiente estaba cargado de tensión, y el sonido de la lluvia contra las ventanas parecía subrayar la gravedad de la situación.

—Jenna, ¿en qué estabas pensando? —Fred la miraba con una mezcla de incredulidad y decepción—. Lo que hiciste fue increíblemente irresponsable. La FIA no se lo ha tomado a la ligera.

Jenna mantuvo la mirada baja, avergonzada y sintiendo el peso de sus acciones. Fred continuó, su voz firme pero menos dura que antes:

—Has recibido una multa considerable, y además te han impuesto una penalización de diez puestos para la próxima carrera. Esto es un golpe duro para el equipo.

Ella asintió lentamente, su voz apenas un susurro.

—Lo entiendo, Fred. Fue una decisión estúpida, y acepto las consecuencias.

Fred suspiró, suavizando su expresión al ver el arrepentimiento en sus ojos.

—Espero que aprendas de esto. No podemos permitirnos más errores de este tipo. Necesitamos que mantengas la cabeza fría, especialmente en momentos de presión.

Jenna asintió de nuevo, tragándose las lágrimas mientras se levantaba para salir de la oficina.

—Lo siento de verdad, Fred. No volverá a ocurrir.

Al salir, encontró a Lando esperándola en el pasillo. La tormenta continuaba rugiendo afuera, un reflejo de la confusión emocional dentro de ella. Sus ojos se encontraron por un breve instante, antes de que ella desviara la mirada y continuara caminando.

—Jenna, por favor, espera. —Lando se apresuró tras ella—. Lo siento mucho. Fue mi culpa también. No pensé que...

Jenna se detuvo, su voz temblando ligeramente.

—Lando, no es el momento. Por favor. —Las lágrimas empezaron a brotar, y se apresuró a seguir caminando, evitando su mirada.

—Jenna, no quise que esto terminara así. —Lando trató de alcanzarla, su voz llena de preocupación—. No quería que te metieras en problemas.

Ella se detuvo un momento, mirando el suelo mientras las lágrimas caían.

—Lo sé. Pero fue una decisión estúpida y ahora tengo que enfrentar las consecuencias.

Con un nudo en la garganta, Jenna salió del edificio hacia la entrada, donde Max la esperaba en el auto. Tan pronto como se sentó, Max, que ya conocía la situación, la miró con ojos llenos de preocupación y frustración, su rostro ya mostrando signos de molestia. Sin embargo, tan pronto como Jenna se sentó y cerró la puerta, la atmósfera se tornó eléctrica.

—¿En qué estabas pensando, Jenna? —espetó Max, su voz dura y cargada de ira contenida mientras arrancaba el auto—. Podrías haber arruinado tu carrera y la mía. Esto no fue solo un error; fue una idiotez.

Jenna lo miró, sus ojos brillantes por las lágrimas que se negaban a caer.

—Lo sé, Max. Fue estúpido. Pero no necesitas sermonearme. Ya he oído suficiente de Fred.

Max golpeó el volante con frustración, sus palabras cortando el aire.

—¿De verdad crees que se trata de eso? Podrías haberte matado, Jenna. ¡Todo esto por culpa de Lando y ese estúpido capricho de competir como si fuera un juego!

El nombre de Lando hizo que Jenna se estremeciera, el enojo burbujeando dentro de ella.

—No fue culpa de Lando. Fue mi decisión, Max. No puedes seguir culpándolo por todo lo que hago mal.

Max rió sarcásticamente, sus palabras llenas de amargura.

—Claro, porque siempre tomas las mejores decisiones, ¿verdad? Siempre buscando la aprobación que nunca vas a conseguir.

Las palabras de Max tocaron una fibra sensible, y Jenna sintió cómo algo en su interior se rompía. Todo el resentimiento acumulado por años explotó en un torrente de emociones.

—¡No me hables de aprobación, Max! —gritó Jenna, su voz llena de furia y dolor—. Papá siempre te ha preferido a ti. Eres su estrella, el hijo perfecto. Yo nunca he sido suficiente, y lo sabes.

Max se quedó en silencio, sorprendido por la intensidad del dolor en las palabras de Jenna. El auto se llenó de un silencio tenso, solo roto por el suave zumbido del motor.

—Eso no es justo, Jenna —respondió Max finalmente, su voz más baja, menos segura—. No tienes idea de lo que ha sido para mí.

Jenna se volvió hacia él, sus ojos llenos de lágrimas.

—¿Justo? ¿Y crees que es justo para mí tener que demostrarme una y otra vez solo para que papá me reconozca? Siempre he estado a la sombra, Max. ¿Y ahora soy yo la que arruina las cosas?

El eco de su discusión aún resonando en el aire. Jenna abrió la puerta del auto de repente, decidida a no pasar más tiempo encerrada en el mismo espacio que su hermano. Max freno el auto sorprendido.

—¿A dónde crees que vas? —gritó Max desde el asiento del conductor, mirando cómo Jenna salía al aguacero sin pensarlo dos veces—. ¡Es tarde y está lloviendo mucho!

Jenna se detuvo, la lluvia empapando su ropa y su cabello. Se giró para mirar a Max con una expresión de firmeza en su rostro.

—Voy a llamar a alguien —dijo, levantando la voz para hacerse oír sobre el estruendo de la tormenta—. Puedes irte, estaré bien.

Max se negó, frunciendo el ceño mientras se inclinaba hacia la ventana abierta.

—No pienso dejarte aquí sola. Esto es una locura, Jenna. ¿Qué haces?

Jenna respiró hondo, manteniendo su decisión a pesar de las protestas de Max.

—Necesito un poco de espacio, Max. Solo... necesito estar sola ahora.

Max dudó, su corazón dividido entre el enojo y la preocupación. Finalmente, dejó escapar un suspiro resignado.

—Está bien. Pero asegúrate de llamar a alguien, ¿de acuerdo? Y ten cuidado.

Jenna asintió y Max cerró la puerta del auto, mirándola por última vez antes de poner el auto en marcha y alejarse lentamente bajo la lluvia.

Con el sonido del motor de Max desvaneciéndose en la distancia, Jenna sacó su teléfono del bolsillo y comenzó a llamar a sus amigos, esperando escuchar una voz familiar que pudiera tranquilizarla. Después de varios intentos fallidos, finalmente decidió llamar a George Russell.

El tono de llamada sonó dos veces antes de que George contestara, su voz tranquila al otro lado de la línea.

—¿Jenna? ¿Todo bien? —preguntó George, sorprendido por la llamada a esas horas.

—George, lo siento por llamarte tan tarde —respondió Jenna, su voz temblorosa—. Solo... ¿podrías venir por mí? Estoy sola, no se donde estoy, necesito que me pases a buscar.

George escuchó la preocupación en su voz y no dudó en responder.

—Por supuesto, Jenna. Dame diez minutos y estaré allí. Quédate donde estés, ¿de acuerdo?

—Gracias, George —dijo Jenna, sintiendo una ola de alivio al saber que alguien vendría a buscarla.

Luego de pasarle su direccion mientras esperaba, Jenna se refugió bajo un toldo cercano, tratando de protegerse de la lluvia mientras los pensamientos se arremolinaban en su mente. La tormenta exterior parecía reflejar la tormenta dentro de ella, pero saber que George venía en camino le daba un pequeño respiro en medio del caos emocional.

Poco después, las luces de un auto se acercaron, y George apareció, saludándola con una sonrisa comprensiva.

—Vamos, sube —dijo, abriendo la puerta del auto para ella.

Jenna se acomodó en el asiento del acompañante, agradecida por la compañía de George mientras se acercaban al hotel.



























The greatest | A Lando Norris F1 fanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora