Capítulo 5. El aula de pociones

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Dianna se aproximó con cautela al aula de pociones. Le gustaba sentir la calma de los salones vacíos.

Caminó a través de las mesas hasta llegar al escritorio del profesor Snape. Pasó las puntas de los dedos sobre la superficie de roble oscuro.
Jamás había estado del otro lado. Vio los cajones cerrados y se sintió irresistiblemente atraída a echar un vistazo. -Qué diría Luna?- pensó. -Seguramente ya estaría llorando.-. Se respondió a sí misma.
Suspiró con pesar. -No esta vez.- susurró mientras se alejaba del escritorio, colocando la capa sobre la silla detrás de él.

Estaba a punto de salir cuando escuchó un ruido apenas audible que provenía de la puerta al fondo del salón, algo parecido a un gemido muy tenue.

Vlach caminó lentamente para no hacer rechinar el viejo piso de madera bajo sus pies. La puerta estaba semi abierta, así que intentó asomarse por la rendija para ver a través de ella.

Pudo reconocer de inmediato a la figura que se encontraba de espaldas a ella. Observó con detenimiento la escena: el profesor Severus se encontraba sentado frente a un escritorio lleno de frascos y botellas de vidrio.
Podía apreciar desde atrás su cabello negro azabache, así como su silueta, definida por sus hombros que se movían lentamente con cada respiración.
Miró el brazo izquierdo del profesor. Tenía la túnica arremangada, y logró ver algo parecido a una quemadura.
De pronto Snape suspiró exasperado, dejando caer el rostro entre sus manos.

Dianna casi se va hacia atrás del susto en ese momento, haciendo rechinar levemente una duela. Se llevó la mano a la boca, temiendo que su respiración le delatase.
Pensó que el profesor le habría descubierto, sin embargo, éste parecía demasiado inmerso en su cometido, y procedió en su lugar a hundir por completo la cabeza entre sus brazos.

La joven comenzó a caminar lentamente hacia atrás, hasta que finalmente llegó a la puerta. Se dispuso a abrirla con cuidado para salir, pero al momento de cerrarla ésta soltó un rechinido tan estrepitoso que esta vez resonó en todo el salón.

Dianna no se tomó siquiera el tiempo de esperar para ver si la habían descubierto. Corrió despavorida pasillos arriba sin mirar atrás.

Llegó a la sala común de Ravenclaw y cerró la puerta tras ella sintiendo el corazón en la garganta. Iba a vomitar. Lo sabía.
-Aquí no, niña.- dijo uno de los cuadros con desagrado cuando vio cómo la joven se ponía pálida como el hielo. Dianna encontró un bote y dejó el estómago ahí, o así lo sintió.

-Qué demonios acababa de ver?- pensó y se dirigió tambaleante escaleras arriba para dormir aunque fuese un par de minutos.
Vlach recostó suavemente la cabeza sobre su almohada, sentía sus ojos cerrarse cuando sonó la escandalosa alarma de Luna.

Su amiga trató de levantarse del suelo, pero al intentarlo, su cuello tronó terriblemente y la chica emitió un grito. -Creo que es una contractura, me lo van a tener que amputar, Dios mío.- Se apresuró a chillar.
-La cabeza? Yo creo que si.- Afirmó Dianna sin poder despegarse de la almohada.
-Cómo llegamos aquí anoche?- preguntó Lovegood tratando de estirarse para arreglar su cuello.
Su amiga le respondió con un ronquido profundo.
-Dianna!- exclamó Luna mientras le lanzaba una almohada.- Tenemos que alistarnos, y tú sigues pegajosa de ayer.-.
Dianna refunfuñó y se levantó con pesar hasta quedar boca arriba. -Yo tengo la misma pregunta, recuerdo venir hacia acá, pero no caminando... Y no totalmente consciente.- Dijo frunciendo el ceño, pensativa.

Ambas jóvenes tomaron un baño, y se alistaron para las clases.

Caminando por los pasillos del castillo nuevamente, Dianna recordó la escena del profesor Snape.
El recuerdo estaba borroso, más como un sueño para este punto; y no estaría segura de que caminó horas antes al aula de pociones de no ser por la ausencia de la capa.

El día transcurrió con aparente normalidad.
La primera clase de Vlach fue Historia de la Magia.
Posó su rostro sobre sus manos mientras escuchaba al profesor Binns, el fantasma, hablar de los acontecimientos ocurridos en el 800 a.C.
Siempre le molestó que la historia se redujera solamente a Europa, consideraba un crimen omitir las formas de magia provenientes de África, Asia, así como de las culturas de Centroamérica y Sudamérica.

Para la hora del almuerzo, ambas amigas se encontraban en una de las mesas del gran comedor, rodeadas de alumnos de todas las casas.

A Vlach no le gustaba demasiado cantar en público. Podría decir que tenía una relación de amor-odio con ello, pues le llenaba el corazón de tristeza al recordarle a su madre; y, al mismo tiempo, era la única cosa en el mundo que le hacía seguir experimentando el lazo que alguna vez habían compartido.

Para aquellos años, era de conocimiento público en el colegio que Vlach podía imitar el canto de las aves; así que la creciente insistencia generalizada le hizo ceder.
-Vamos Mouse.- Exclamó Neville desde un extremo de la mesa, iniciando la ola de ovaciones para animarla.

-Bueno, cállense!- gritó Luna.-Cómo esperan que cante si no puedo escuchar ni mis propios pensamientos?-.
-Gracias.- susurró Dianna.
La joven se aclaró la garganta, aún un poco insegura, y comenzó a marcar el ritmo con sus palmas sobre la mesa.
Comenzó a hilar una canción en su lengua materna. El sonido que salía de su pecho era magia pura, ponía la piel de gallina con sólo estar cerca. Era como un encantamiento.

Pronto el grupo de profesores pasó a través de las mesas del comedor, dirigiéndose a su respectiva mesa.
Todos siguieron de largo, y nadie más lo habría notado. Pero los ojos del profesor Severus se posaron por sólo un segundo en los ojos color miel de la joven mientras ésta seguía cantando.

Susanna le había hablado alguna vez del poder de la música. "-Es capaz de comunicar lo que las palabras jamás podrán: sentimientos, recuerdos, vivencias, lazos. La música transforma, impulsa. Nos demuestra la belleza de lo efímero, pues cuando el sonido se acaba, regresas al mundo terrenal.-"
Dianna pensaba que la música habitaba el mismo mundo que las emociones y los pensamientos no dichos: El mundo de lo intangible, donde ahora se encontraba su madre.

Fix me (Severus Snape).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora