Capítulo 14. Song of the beach

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-No me cabe en la cabeza que el colegio pueda verdaderamente creer que pusiste tu nombre en el cáliz por voluntad propia.- Luna se encontraba comiendo caramelos mientras hojeaba distraídamente un libro.

Reunidos en el patio frontal del colegio, bajo la sombra del frondoso abedul, el grupo de amigos discutía acaloradamente.

-Exactamente, se necesita magia mucho más avanzada para lograr burlar al cáliz, y... No es por desprestigiar el talento de Harry, pero él... Nosotros, todavía no tenemos conocimiento tan avanzado.- Granger miró a Harry apenada, sin embargo, éste se encontraba mirando a Ron, quien le observaba con resentimiento desde el otro extremo del lugar.

La voz de Vlach rompió el silencio.
-Sólo basta con recordar lo que pasó en el campeonato de Quiditch. Alguien está conspirando desde fuera y el ministerio de magia se está haciendo de la vista gorda.- Dianna permanecía con la mirada perdida. Recordó las palabras de su padre. -Cosas terribles están por pasar, y será muy tarde para cuando lo hayan admitido. Ten cuidado, Harry. Yo no arriesgaría demasiado por ese premio.-.
Harry y Vlach se miraron mutuamente por un momento.

-Dragones.- Murmuró Harry.

-¿Ah?- Hermione lo miró confundida.

-Dragones, será la primera prueba.- Repitió Harry fríamente.

-¿Y cuándo pensabas decírmelo?- Preguntó Hermione, visiblemente molesta.

-No pensaba hacerlo.- Susurró Luna.
Reconocía en los ojos de Harry la misma fría oscuridad que había empezado a invadir a Vlach en los últimos días.
Visualizaba en él aquel aislamiento característico alzándose como la bandera de la misma enfermedad, consumiéndole tal como a Dianna, sin que ninguno de sus esfuerzos pareciera ser suficiente para detenerle.

Granger le miró indignada. -Harry, tenemos que prepararte... Prepararnos.- Dijo poniéndose de pie.

-Dragones, Hermione!- Exclamó Potter. -¿Cómo se supone que haga frente a eso? Si crees que podemos prepararme para la fecha del torneo es que eres demasiado ingenua.- Espetó. -Mouse tiene razón. Quien puso mi nombre en el cáliz quiere mi cabeza.- Dijo volteándose.

Granger se quedó paralizada, aquella hostilidad le había tomado por sorpresa.
Mordiéndose los labios con impotencia, pensaba en miles de respuestas para Potter, sin embargo, un trío inesperado se adelantó.

Draco Malfoy se acercaba triunfal, seguido por su par usual escolta de muros humanos, Crabble y Goyle.

-Miren, pero si es el campeón de Hogwarts.- Inició Malfoy con saña.

Goyle rió con imbecilidad. -No quieren botones, chicas? Tenemos suficientes aún para todas.- Mostraba un pin con la cara de Potter: "Harry apesta".

Éste levantó dispuesto a irse, pero Draco le empujó de regreso.
-Todos sabemos que no eres más que un tramposo.- Exclamó escupiendo al piso.

-Déjalo, Malfoy.- Se alzó Granger, amenazante.

Pero Draco le barrió con la mirada, como si no fuera digna siquiera de sus palabras.

Con la paciencia agotada, Potter bajó la mirada, sujetando su varita con fuerza. Meditó por un momento, indeciso. Pero finalmente la guardó de regreso, y colocándose la mochila, pasó a través de ellos, empujando al rubio con el hombro.

-El silencio otorga.- Rió Malfoy, acompañado de sus secuaces.

Potter dirigió una mirada dolida a Ron, quien se encontraba mirando la escena desde la distancia.

-Harry!- Hermione lo alcanzó, lanzando una mirada de odio a Malfoy.

El trío de amigos rió. Pero a través de ellos, Draco divisó los ojos de Luna, sintiendo por primera vez en su vida, lo que percibió como un atisbo de vergüenza.

Lovegood se encontraba en las mazmorras, caminaba acompañada de Marina, con quien había llevado una productiva conversación hasta entonces.

La joven había pasado los últimos días apoyando incondicionalmente a Vlach, pese a lo infructífero de sus intentos por ayudarle, pese a sentir que ésta se encontraba ya en un plano tan hondo en el que ella no era capaz de alcanzarla.
Recordando las palabras que intercambiaron aquel día, la joven pensó en pedir ayuda.
Pero no sería cualquier tipo de ayuda.

De pie frente a la puerta del salón de pociones, le dirigió una mirada indecisa. Sin embargo, suspirando, se armó de valor y la empujó, adentrándose en la estancia.

-Señorita Lovegood.- Pronunció Snape sin levantar la vista del escritorio. La pluma en su mano atravesaba velozmente los pergaminos de los exámenes.

La rubia se aproximó lentamente hasta llegar al escritorio. Sus ojos alcanzaron la pila de pruebas ya calificadas:
"0", "0.2", "1".

El profesor bajó la mirada para encontrarse con la gata restregándose contra sus piernas.
Suspiró. -¿En qué la puedo ayudar?- Preguntó fríamente.

Luna lo dijo sin dudar.
-Dianna lo sabe.- Sus pálidos ojos le miraban fijamente.

El profesor frunció el ceño, desconcertado, y levantando la vista, le respondió. -No tengo idea de qué me está hablando.- Continuó calificando los exámenes.

-Dianna tiene pesadillas sobre Lily Potter.- Comenzó. -La sueña incluso estando despierta.- Dijo, ahora más determinada.

El profesor Snape paró en seco.

Lovegood continuó. -La oscuridad de lo que sea que haya encontrado en su mente aquel día parece haberse adherido a ella, y terminará consumiéndola antes de que usted o yo podamos hacer algo al respecto.- Finalizó, sin una pizca de temor ya.

Dándose la vuelta, abandonó el salón, con la gata siguiéndole por detrás.

El profesor permaneció paralizado en la penumbra del aula.
Comenzó a recordar. Sabía que la joven había tenido acceso a su mente, aunque fuese por un par de segundos, pero contaba con que la joven hubiese olvidado el evento paulatinamente gracias a la mezcla que le había hecho beber.

Parecía que no iba a ser suficiente.

-Lily Potter...- Murmuró. Vlach lo sabía. Pero, ¿qué tanto sabía? En todo caso, de saberlo, no sólo ella estaba en peligro.
El miedo comenzó a envolverlo como fuego descontrolado.
De pronto los exámenes y las palabras escritas en ellos dejaron de tener sentido alguno.

Vio su mano izquierda manchada de tinta.

Se sentía errático, y la cabeza le hervía.

De un momento a otro, creyó que los ojos le fallaban. La tinta parecía cobrar vida propia. Le observó deslizarse lentamente por el dorso de su mano como una serpiente, manchando su ropa, alcanzando su brazo entero.

Snape desabrochó los botones de su manga, vio la marca tenebrosa cubierta totalmente de tinta. Ya no era tinta. Era sangre. Sangre diluida con alcohol. Sintió el olor penetrante a hierro y alcohol bajo su nariz.

No podía tolerarlo más.
Cerró sus ojos con fuerza escuchando cien voces a su alrededor.

Respiró.

Al abrir los ojos, vio el frasco de tinta derramado sobre los exámenes. Recogiendo las hojas apresuradamente, se levantó de su escritorio, decidido a encontrarla.

Dianna rasgaba las cuerdas de su guitarra con los ojos cerrados.
Los acordes resonaban a lo largo del solitario pasillo en el que se encontraba. Iban y regresaban a ella, acariciando sus oídos. Sonreía.

Escuchó la hermosa voz de su madre ronronear a la distancia mientras las cuerdas seguían emitiendo sus dulces notas. Uniéndose a ella finalmente, las voces se mezclaron al unísono creando una tierna melodía.

El frío viento que había estado entrando desde los balcones se detuvo, y sus mejillas comenzaron a sentir el contacto de la brisa cálida.
Inhaló hondo, llenando sus pulmones con el aroma del océano.

Así se sentía el amor.

Abrió sus ojos lentamente mientras la melodía se desvanecía en el aire.

Severus Snape se encontraba de pie al otro extremo del pasillo.
-Señorita Vlach.- Su voz pendía de un hilo.

Fix me (Severus Snape).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora