Capítulo 17. Sympathy for the devil

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-Vamos, dame aunque sea sólo una pista. De qué color es?- Lovegood sacudía a su amiga por los hombros, suplicando.

Dianna rió. -No, va a ser una sorpresa.- La joven terminaba de colocar la enredadera de muérdagos que adornaría el escenario esa noche.
-Ni siquiera me diste la oportunidad de coordinar nuestros vestuarios.- Se quejó la rubia triste.

-De qué hablas?- Preguntó Vlach divertida.- Creí que irías con Malfoy.

Luna se miró las manos desentendida. -Todavía puede dejarme plantada esta noche.- Por eso necesitaba saber qué estarás usando. Así al menos pensarán que vine contigo.-.

-Pero si no le dejaste a Draco otra opción que coordinarse contigo.- Dijo Vlach levantando las cejas. -Compraste tu vestido en cuanto se anunció el baile.-.

-Bueno, ese no es el punto!- Exclamó Lovegood regresando a sus súplicas.- Por favor!-.

Dianna volteó los ojos regresando a su tarea, pero una silueta llamó su atención a la distancia.

Hacía días que no había visto al profesor Snape, quien incluso había dejado a Ojoloco Moody como suplente para la clase de pociones dada su ausencia.

Éste les había enseñado los usos para el veneno de viuda negra y la saliva de lagarto, lo cual, a pesar de ser inusual, no representaba un problema para ella, quien había encontrado bastante instructivo conocer la toxicología de aquellas sustancias.

Severus Snape se encontraba hablando con la profesora McGonagall.

-Qué haces?- Preguntó Luna observando cómo Dianna tiraba la enredadera al piso distraídamente.

-Ah?- Vlach continuaba observando al profesor, quien parecía estar inmerso en sus propios asuntos.

Lovegood observó la situación y chasqueó los dedos tratando de traer a su amiga de regreso. -Qué hay con Snape? Pensé que él no estaría organizando la música en esta ocasión.- Dijo recogiendo la enredadera del piso.

-No lo está.- Dijo la joven, viendo cómo el profesor daba la vuelta y se alejaba en los pasillos del castillo. -Pero olvidé preguntarle algo. Continúa con esto, regreso en un segundo.- Pronunció antes de seguir apresurada el mismo camino que Snape había recorrido unos instantes antes.

Luna entrecerró los ojos, pensativa.

Dianna alcanzó a ver únicamente el rastro de su capa antes de doblar en la esquina. Al llegar a ella se encontró con el largo pasillo totalmente vacío. Caminó lentamente a través de él, pero no había rastro del profesor, parecía como si la tierra se lo hubiese tragado en un segundo.
Vlach regresó finalmente sobre sus pasos al salón principal, y siguió colocando la decoración en el escenario, tratando de ignorar la insistente mirada inquisidora de su amiga rubia.

Severus Snape se encontraba de pie frente a su escritorio de roble, recargaba las manos en él.
Había sido una semana agotadora, con la presión del ministerio y Dumbledore para investigar los acontecimientos relacionados al cáliz, no había tenido un sólo respiro.
Si había un infiltrado, no sólo Potter estaba en riesgo, sino todo el colegio. Y ahora que había descartado a Igor Karkaroff como posible sospechoso, sus opciones se habían reducido considerablemente.

Se dejó caer en el asiento forrado en piel de dragón y suspiró. Jamás había necesitado dormir demasiado, pero en ese momento sentía su energía drenada.
Todavía faltaban eventos importantes y no podía permitirse estar débil o bajar la guardia. Recargó la cabeza sobre sus manos y se permitió descansar los ojos por un momento.

El profesor reconoció la silueta que se encontraba sentada frente al empolvado piano de cola en el salón de danza. Observó la escena en silencio.

Las delgadas manos de la joven jugueteaban con las teclas, intentando formar una melodía.

Caminó lentamente hasta situarse detrás de ella.

-Profesor.- Murmuró Vlach al sentir la presencia a sus espaldas.

Severus se inclinó a su lado en silencio, deslizando sus dedos de una tecla a otra. Sus hábiles manos recorrieron el piano hasta llegar a la posición en la que se encontraban las de Dianna.
Sujetando gentilmente las manos de la joven, fue guiándola a través del instrumento, hasta dar forma a una hermosa composición.
Las notas comenzaron a espaciarse más entre sí, hasta que eventualmente el último eco del instrumento se perdió en el espacio.
El profesor observó de reojo la sonrisa en el rostro de Dianna, cuya emoción era difícil de ocultar.

Suspiró satisfecho.

Snape abrió lentamente los ojos, pero era difícil distinguir si seguía soñando, pues se encontró con la más absoluta oscuridad rodeándolo. Encendió con la palma de su mano la vela en su escritorio. Había anochecido y el baile debía estar por comenzar. Se puso de pie y abandonó el salón.

Dianna jamás se había preguntado si era bonita. Lo suponía, su madre se lo había dicho hasta el cansancio, igual que su padre, así como sus amigas.
Pero, era realmente atractiva?
Al final, no había conseguido una sola propuesta para el baile.
Podía defenderse en su postura como vocal, y esconderse detrás de sus amigos, pero la realidad era que asistiría sola.

La joven se arrodilló frente al espejo. Miró la cicatriz en su rodilla y pasó sus dedos suavemente por ella.
Recorría con su vista cada imperfección en su rostro. Observó su frente redondeada y los mechones ondulados que caían sobre ella, pasó sus ojos por sus labios gruesos y su barbilla pequeña y afilada. Miró los lunares y las pecas en su rostro.

Quizá sus cejas eran demasiado gruesas y su cabello era demasiado oscuro, tal vez su frente era demasiado amplia. Podría ser que su risa fuera realmente escandalosa y que su presencia resultara aterradora para los chicos.
Su mente comenzó a llenarse de ruido.

Finalmente, se atrevió a mirarse a los ojos. Pero se encontró con que éstos no eran del color miel habitual, sino del más absoluto negro.

Su corazón hablaba, llenando las lagunas en su mente.
Cerró los ojos y recordó, evocaba el roce de las manos, el abrazo alrededor de su cintura. Percibía con nitidez aquel perfume. Inhaló profundo. Comenzó a deslizar las manos lentamente por su rostro .
"-La vista aquí.-" las palabras del profesor resonaban en su mente. Recogió su cabello descubriendo su cuello, las puntas de sus dedos exploraban cada detalle en él, cada depresión y relieve hasta llegar a sus clavículas.

Abrió los ojos lentamente hasta terminar de visualizarse a sí misma una vez más, y se vio como realmente era y había sido todo este tiempo: Preciosa.

Fix me (Severus Snape).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora