Capítulo 35

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El marido de mi hermana.

Capítulo 35.

Narra Alan. 

Después de tenerla en mis brazos ya no podía dejar de pensar en ella. Su aroma se había impregnado no solo en mi piel, sino  en mi alma.  Pensaba en tantas cosas, pero tenía dos demasiado claras; no me arrepentía de nada, quería el divorcio. 

Ese día Vanessa llegó en la tarde como si nada hubiera pasado, me llevó un regalo que no abrí e intentó saludarme con un beso que esquivé. Se cruzó de brazos y me dijo; chiqui de verdad sigues enojado. Sonreí con sarcasmo. Ni siquiera preguntó cómo me fue, no respondí entonces ella empezó a contar cómo había sido su viaje. La corté abruptamente.

—Tenemos que hablar.

Se calló al instante y me miró desconcertada.  

—¿En serio te vas a molestar? ¿Cómo te fue, lograste cerrar el trato? 

Volví a sonreír con sarcasmo.

—¿De verdad te importa o finges que sí?

Puso los ojos en blanco.

—Chiqui contigo no se puede. 

Pasó por mi lado directo a la habitación.

—Esto no está funcionando y lo sabes —exclamé. 

—Chiqui, no seas dramático —gritó, seguido escuché la puerta de la habitación.

Me pasé las manos por el cuello con exasperación, una vez más se negó a escuchar. Me encerré en mi estudio, saqué mi libreta y automáticamente esa tensión desapareció; tomé un lápiz y empecé a retocar pequeños detalles de la mujer que invadió cada uno de mis espacios.  Esa misma noche sentí una mano meterse bajo mi camisa, la tomé de la muñeca alejándola. Sin siquiera abrir los ojos dije;

—No quiero, estoy cansado. 

Le di la espalda y me cubrí con el edredón, sentí su mirada perpleja sobre mí durante varios segundos. Luego susurró; ya se te pasará el berrinche. Se acomodó hacia el otro lado. Yo no pensaba cumplir con mis obligaciones maritales, porque era ella la que estaba metida en ambas cabezas. Solo ella. 

No solo fue ese intento de hablar con ella, hubo más que como siempre ella evitó; estaba ocupada, tenía muchas cosas encima, tenía que trabajar. 

Amaba cada vez más la manera en que ella seguía y alimentaba cada uno de mis oscuros deseos. Ese día decidí llamarla y fue excitante escucharla gemir a través de la línea mientras imaginaba cómo se tocaba bajo mis órdenes, mi mano tuvo que liberar esa presión porque sentí estallar. Ella tenía un poder sobre mí que no conocía. 

Mi cambio con Vanessa fue notorio, empecé a dormir con una manta  aparte y siempre que intentaba acercarse me negaba a tocarla. Me gritó que era un egoísta que yo pretendía que ella dejara su trabajo tirado por servirme como una criada, pues al parecer yo solo buscaba ser la prioridad. Que irónico, pensé que hablaba de ella misma. La miré con un gesto frío sin ningún tacto solté;

—Lo que había entre los dos se murió hace mucho tiempo, no existe, incluso empiezo a creer que nunca existió. 

Ese día salió molesta de la casa antes de cerrar la puerta me gritó;

—Mejor me voy a adelantar trabajo en la oficina, hoy amaneciste modo exagerado. 

Una vez más me sentí frustrado. No quería buscar a Alexia aunque me moría por hacerlo, quería solucionar el caos que había en mi vida para poder ofrecerle algo concreto, yo no quería convertirla en mi amante, quería que fuera mi mujer, mía solo mía. Quería amarla como ella lo merecía. Por eso opté por esperar. 

©EL MARIDO DE MI HERMANA. lDonde viven las historias. Descúbrelo ahora