capítulo 12.

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El marido de mi hermana.

Capítulo 12.

Mi corazón se salió de su lugar y recorrió todos los espacios de mi cuerpo; lo sentí en la frente, rodillas, garganta, brazos, cuello. Me sentía tan estúpida, nosotros no éramos nada, así que no entendía porque reaccionaba así, tal vez me sentía herida, pero por qué. Corrí tan rápido queriendo que lo que sentía no me alcanzara, Luca siguió tal como estaba, descalzo y casi sin ropa, tomé el primer taxi que pasó, gritó mi nombre con frustración, lo vi a través de la ventana, vi desesperación en sus bellos ojos.

Sentí tanto enojo, aún cuando no tenía derecho, él no tenía porqué ser exclusivo para mí, pero en ese momento sentía que lo que tenía no era mío, nada era mío, me sentía herida, me sentía estúpida, eran tantas cosas que no sabía cómo enumerarlas y enfrentarlas. El celular empezó a sonar, era Luca, miré la pantalla una y muchas veces, él no se cansaba de insistir y yo no pensaba responder. Con qué derecho había actuado así si él era libre, pero por alguna razón yo sentía un dolor que me quemaba el pecho.

Después de que el taxista diera varias vueltas me bajé y empecé a caminar con la mente en blanco, aunque las mismas imágenes se repetían una y otra vez. Mi hermana y su novio, que resultó ser el Mr  Sexy, esa chica en el apartamento de Luca. Para mí Luca era mi lugar seguro, era egoísta de mi parte querer que solo estuviera para mí, pero es que justo ese día lo necesitaba más que nunca y por alguna razón dolió, mi garganta se contraía por lo desesperadamente que trataba de reprimir los sollozos.

Después de caminar tanto me detuve frente a un club nocturno que llamó mucho mi atención por su diseño. Tenía un enorme letrero en rojo neón; Paraíso infernal. El nombre era demasiado llamativo, así que sin dudarlo decidí entrar, los guardias no pusieron impedimento, tal vez fue porque estaba bien vestida. En el club había un ambiente inusual; una densa capa de niebla artificial envolvía a la gente. El tono rojizo del neón le daba al sitio  un toque demasiado especial. Me detuve y miré alrededor, la decoración era asombrosa muy demoníaca, me gustaba, en vez de sillas habían muebles muy cómodos, seguí  avanzando, subí unas pequeñas escaleras y llegué a otro salón, había mucha más vida, los colores y la decoración se mezclaban a la perfección, de verdad parecía el paraíso y el infierno, todo en el mismo lugar.

Aunque era fácil de explicar por qué había tanta gente, había una gran barra llena de alcohol. Me acerqué y me senté en una silla junto a la barra. Tras de mí habían unas chicas hablando.

—Tienes que ver al  flair bartender de este lugar, es el mejor en lo que hace, un experto. Hace magia con esas manos, él combina la coctelería y las acrobacias. 

—Ya tengo curiosidad —chilló la otra chica.

—Ya lo verás, la manera acrobática que tiene de preparar los tragos, es el mejor. Vengo aquí solo por él. Además que se pasa de bueno.

Justo después empecé a escuchar gritos de emoción, varias chicas se acercaron, apareció un chico tras la barra, seguí cada movimiento que hacía con la botella y coctelera, era impresionante, me perdí en cada movimiento, tan perfectos y limpios. Luego de algunos minutos y aplausos todos regresaban a sus lugares.  Él chico me miró, se acercó con una sonrisa encantadora y me señaló con la mano la amplia gama de alcohol como si se hubiera dado cuenta que ni siquiera sabía qué pedir. Lo miré y vaya, casi se me cae la mandíbula, de cerca era más impresionante. Era demasiado guapo, alto, piel blanca y tan perfecta, su cabello era tan negro, con ese toque desordenado que se le veía tan bien, pero sin duda lo que más me impresionó fue el color de sus ojos; avellana.

Nunca había visto unos ojos como esos; una mezcla de verde y marrón, e incluso dependiendo de la luz parecían amarillos como los de un lobo. Definitivamente uno de los colores más fascinantes  y con más matices que existen.  Las facciones de su rostro eran demasiado perfectas, sus pómulos, la barbilla bien definida, brazos grandes y fuertes, bajo ese uniforme ajustado se marcaba un cuerpo atlético. Por la expresión de su rostro parecía un chico frío como el hielo, pero cuando sonreía se le dibujaban unos perfectos hoyuelos, una sonrisa de sus labios carnosos que brillaban más que los rayos del sol. ¿Cómo era posible que se viera tan bien de las dos formas? Pensé; corazón podrías fijarte en él para olvidar al Mr Sexy.

©EL MARIDO DE MI HERMANA. lDonde viven las historias. Descúbrelo ahora