capítulo 8.

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EL MARIDO DE MI HERMANA.

CAPÍTULO 8.

Me aclaré la garganta.

—No sé, tal vez aquí ya que entré desde la semana pasada.

Se quedó mirándome como tratando de recordar dónde me había visto, pensé rápido.

—¿Me enseñarías a utilizar esa máquina? —señalé.

Bajó la mirada y asintió con una sonrisa.

—Por supuesto.

Empezó a explicarme que debía tener una postura correcta para no sufrir alguna lesión, me acerqué y me posicioné en la máquina justo como él lo explicó, estaba tan cerca de mí que podía sentir su aliento caliente quemar mi cuello.  Cada músculo de mi cuerpo se tensó y mi cerebro dejó de funcionar. ¿Qué rayos me pasaba con él? Se suponía que así era una obsesión o qué carajos era eso que sentía.

—Lo haces muy bien —me dijo.

—Gracias a usted.

—No nos hemos presentado, me llamo…

En el momento más inoportuno sonó su teléfono, respondió, al parecer era importante, sin colgar la llamada me miró, levantó su mano y se despidió. Respiré hondo, pero al menos había tenido un acercamiento, uno muy importante ya lo demás se iría dando poco a poco, eso pensaba yo.  Salí del gimnasio con una sonrisa en el rostro,  así mismo llegué a mi casa, mamá y Vanessa soltaron una risita y comentaron que no sabían que hacer ejercicio era bueno para el humor.

Al día siguiente me levanté con la misma ilusión, cumplí mi rutina del día y en la tarde  llegué al gimnasio, miré alrededor, pero no había llegado.  Empecé a calentar, luego de unos minutos empezaba a desanimarme, me senté en el borde de la caminadora y exhalé pesadamente, mis ánimos empezaron a bajar. Entonces vi una sombra en el suelo, él corazón se me aceleró, empecé a subir la mirada lentamente.

—No conocía ese estilo de ejercicio —lo dijo en un tono burlón.

Al instante una sonrisa se dibujó en mi rostro, me incorporé.

—Soy culpable lo admito, la flojera quería apoderarse de mí.

Sonrió tan lindo, que casi se me sale el corazón. Se subió a la caminadora y empezó a trotar, yo hice lo mismo. Él estaba muy concentrado y yo por el rabillo del ojo lo observaba, ¿cómo podía ser tan guapo? Sus brazos fuertes, sus piernas definidas, sin exagerar, la definición perfecta. Sus pómulos, la barbilla, sus expresiones tan varoniles. No sabía si mis pulsaciones habían aumentado por estar corriendo o por tenerlo tan cerca. Pensé en mil maneras de invitarle a algo después de salir, pero no sabía cómo decirle. Perdí la concentración y por poco pierdo el equilibrio.

—¿Estás bien? —escuché.

Levanté la mirada y lo vi, ni siquiera supe en qué momento él se había acercado y había detenido mi caminadora, incluso me estaba sujetando del brazo, ¿o sea a dónde rayos me había ido? Pasé saliva con fuerza, intentaba solo mirar sus hermosos ojos marrón, pero mis ojos abarcaron todo su rostro y sus labios… Joder  eran una tentación. En ese momento olvidé incluso como respirar y como se hablaba. Me mordí la lengua para poder desenredarla, estaba segura que él podía escuchar los latidos de mi corazón, menos mal no era extraño ya que estaba corriendo.

—Creo que se me fue un poco la mano con la velocidad — susurré en un pequeño hilo de voz.

—Debes tener cuidado, podrías lastimarte —me regaló una sonrisa, bajó la mirada hasta mi brazo y se dio cuenta que aún lo sujetaba, me soltó.

©EL MARIDO DE MI HERMANA. lDonde viven las historias. Descúbrelo ahora