EL MARIDO DE MI HERMANA.
CAPÍTULO 20.
—Es que ella es demasiado ingrata —la voz de Vanessa me hizo aterrizar a la realidad —, desde que me casé no me ha visitado, no conoces mi casa, además casi no nos vemos.
Se aferró a mi cuello con un gesto de puchero. Empecé a sentir todas esas sensaciones que sentía antes, era como si hubieran estado encerradas y de repente alguien las hubiera liberado. Sonreí tratando de no sonar falsa.
—Hay que darles espacio a los recién casados, además soy una mujer independiente con gustos exigentes —solté una risita—, entre el trabajo y la universidad no me queda espacio.
—Es verdad, nos has olvidado —dijo Alan con una pequeña sonrisa.
Claro que no; gritó el diablo de mi hombro izquierdo mientras mi ángel del lado derecho objetó; cállate.
Por qué tenía que verse así; perfectamente bien, sus ojos, su boca, su sonrisa, su pelo, sus brazos, su maldito cuerpo… Alejé esos feos pensamientos.
—Tienes que ir a mi casa a conocerla —Vanessa hizo un puchero.
Luego sonrió, una gran sonrisa dejando ver sus dientes. Miró a Luca, luego a mí, conocía esa mirada.
»Luca, podrías ir con ella —se nos acercó abrazándonos a ambos por el cuello, susurró solo para nosotros —. ¿Ustedes cuando piensan formalizar?
Luca y yo cruzamos miradas, en ese momento no pude descifrar su mirada, estaba demasiado ocupada tratando de callar al estúpido corazón que se me quería salir del pecho. Sonreímos, Luca le guiño un ojo y respondió.
—Las cosas salen mejor cuando no se saben.
Vanessa soltó una risita ridícula. Nos volvimos a sentar, por un momento me fui, me esforzaba por participar en la conversación, pero entonces me pregunté; ¿por qué me siento así?
Era una mezcla abrumadora de emociones, me sentía atrapada en un torbellino emocional, sin saber qué nombre ponerle. Se suponía que era un capricho ¿no? Sentí la mirada intensa de Luca, giré la cabeza un poco y me recargué en su hombro, sonreí intentando con todas mis fuerzas ignorar lo que sentía, él me miró unos segundos y luego sonrió.
Seguimos platicando de todo un poco, a veces participaba, en otras ocasiones guardaba silencio y cuando hablaban de su vida de casados o su luna de miel yo los escuchaba como un fantasma; estaba ahí y a la vez no. Pasamos al comedor, la comida ya no me sabía a nada, ni siquiera tenía apetito, pero me obligué a comer. Luego empezaron con las copas de vino y yo no cumplí lo que había dicho, empecé a tomar como si el contenido fuera agua. Luca me miró y yo sonreí, se acercó un poco para hablarme al oído.
—¿Después de cuántas copas empiezan las propuestas cochinas? Digo, para prepararme.
Solté una risita con los labios y una lágrima con el corazón. Era demasiado frustrante que esos sentimientos salieran a flote de nuevo, más cuando yo quería intentarlo con Luca. Tener sentimientos reprimidos es como jugar con una maldita bomba, en cualquier momento puede estallar. Aunque yo quería creer que era un capricho, lo que yo sentía demostraba lo contrario. En un momento dado mi madre les preguntó cuándo le darían un nieto, tomé la copa y la vacié sin siquiera respirar. Entonces papá agregó;
—Espero que sea pronto porque creo que es de la única manera que seremos abuelos —me miró.
Eso parecía una indirecta.
—Aún es muy pronto para eso, pero prometo que les daré nietos, por lo menos unos tres —soltó una risita y dejó un beso en la comisura de los labios de su esposo.
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©EL MARIDO DE MI HERMANA. l
RomanceEL MARIDO DE MI HERMANA. Sinopsis. Dicen que hay amores que están predestinados a estar juntos sin importar el tiempo o las circunstancias. Yo siempre soñé con tener un amor bonito, de esos que llenan todas tus expectativas, de esos que salen en las...