capítulo 17

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EL MARIDO DE MI HERMANA.

Capítulo 17.

Un mes después…

Llegó mi cumpleaños #22 y se suponía que debería estar muy feliz, pues celebraba un año más de vida, pero mi felicidad se veía opacada porque había llegado el tan esperado día; la boda de mi hermana.

Me maquillaron y peinaron acorde a la ocasión, me puse el vestido y me paré frente al espejo, era hermoso. Por un momento me perdí, regresé cuando lo vi a través del espejo, se veía hermoso, lo dicho, los trajes le quedaban perfectos. Se acercó y se posicionó tras de mí, colocó sus manos frente a mí entregándome una pequeña cajita de terciopelo negra y una nota. Apoyó su barbilla en mi cuello, sonreí olvidándome de todo.

—Mi chispita, feliz cumpleaños.

Hasta ese momento fue el primero en felicitarme, estaba segura que con el alboroto de la boda  nadie recordaría mi cumpleaños. Abrí la nota.

Para la chispita que enciende cada día de mi vida. No dejes que nadie apague nunca tu llama, tu fuerza y coraje. Feliz cumpleaños mi chispita.

Volví a sonreír, abrí la cajita y en ella había un collar de fuego, separé los labios, era hermoso. Aún conservaba conmigo el dije anterior; el avión. Me quitó el collar para ponerme el nuevo. Nuestros ojos se encontraron a través del espejo, sus dedos empezaron a recorrer mi clavícula de una manera tan tierna que me quedé paralizada. Su sonrisa se ensanchó.

—¿Quieres apagar la velita? —Ahí estaba esa mirada encantadoramente malvada.

Giré sobre mi propio eje, enredé mis brazos alrededor de su cuello e hice eso que tanto le gustaba; morder mi labio inferior. No dije nada, solo eliminé la poca distancia que nos separaba cubriendo sus labios con los míos, él correspondió a mi beso con la misma intensidad. Solté en sus labios.

—Ahora sí mi regalo está completo.

Sonreí malvadamente y sin que él lo esperara bajé la mano agarrando la nariz de Pinocho por  encima de su pantalón, soltó un gruñido desde el fondo de su garganta.

—Quiero pedir mi deseo.

Empezamos el peligroso juego de miradas, unas más intensas que otras. El lenguaje de los ojos a veces es demasiado peligroso. Succionó mi labio inferior mordiéndolo en el proceso, jadeé.

—Me temo que tendremos que posponer lo de tu deseo —retrocedió—, sino nos apresuramos vamos a llegar tarde. 

Se hincó de rodillas y con mucha delicadeza empezó a ponerme los tacones. Mientras ataba las correas con sus dedos acariciaba la piel de mi tobillo, creando una oleada de piel de gallina. Lo miré fijamente tratando de descifrar lo que él me hacía sentir. Levantó la mirada.

—Excelente vista —subió la mirada por la abertura del vestido.

Tomé el borde del vestido dejándole ver un poco más, se relamió el labio inferior.

—Lo mismo digo, estás en la posición perfecta —sonreí con maldad—, me gusta que me mires desde ahí.

Volvió a sonreír, terminó de atar mis tacones. Se levantó y me hizo girar sobre mi propio eje.

—Estás hermosa —se acercó para hablarme al oído —, no te acerques mucho a la novia, sino la vas a opacar.

Sonreí. Salimos de casa para no llegar tarde, la boda era a las 5:00 pm. Llegamos a la iglesia, en la entrada nos topamos con Lara, me miró con nostalgia, me saludó con una pequeña sonrisa y un abrazo corto.

©EL MARIDO DE MI HERMANA. lDonde viven las historias. Descúbrelo ahora