Capítulo 27.

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EL MARIDO DE MI HERMANA.

CAPÍTULO 27...

Subimos al coche en silencio, cada una pérdida en sus propios pensamientos. Llegamos a la casa de Vanessa. Me quedé esperando en la sala mientras ella se dirigía a la habitación a empacar. Desde donde estaba, podía escuchar el murmullo de sus voces.

—Chiqui,  Ale te va  acompañar a tu revisión. Tengo que viajar hoy mismo; mañana tengo una reunión y no puedo cancelarla, es demasiado importante.

—¿Qué? ¿Y justo ahora me lo dices? —dijo molesto —. No me parece justo que siempre me dejes solo en estos momentos.

—No es como si lo hubiera planeado. Es una oportunidad importante para mi carrera. ¿Podrías entenderlo?

—¿Y mi recuperación no es importante? —replicó él elevando la voz.

Me mordí el labio, incómoda por la discusión.

—Claro que es importante, pero no puedo estar en dos lugares al mismo tiempo —respondió Vanessa, tratando de mantener la calma—. Además, Ale está aquí para ayudarte. No puedes ser egoísta, más si se trata de algo que es importante para mí.

Alan soltó una risita molesta.

—¿Egoísta? ¿Quién es la egoísta aquí? ¿Quién es la que vive pensando solo en sí misma? He tratado de apoyarte en todo y tú…

Silencio…

»No es su responsabilidad —continuó en un tono más duro—. Es tu responsabilidad, Vanessa. Siempre es lo mismo con tu trabajo. Te recuerdo que mi esposa eres tú.

—No es como que te vayas a morir por eso, no es de gravedad, mi presencia no es necesaria —alegó ella.

—Tienes razón, no voy a morirme. Lo que realmente importa es… Sabes que, olvidalo, es demasiado estúpido para que lo entiendas.

—Chiqui por favor, podemos hablarlo en otro momento, de verdad me tengo que ir.

Sentí un nudo en el estómago. Vanessa salió de la habitación con una maleta en la mano, su expresión era tensa.

—Lo siento, Ale. Te agradezco esto más de lo que puedo decir.

Asentí sin decir nada, aunque moría por gritarle tantas cosas. Alan salió de la habitación detrás de ella, su expresión reflejaba  una mezcla de enfado y resignación. Nos miró a ambos antes de hablar.

—Hasta pronto. Ale, me avisas si pasa algo realmente importante —eso último lo dijo mirando a Alan.

Definitivamente mi hermana se estaba pasando un poco, o sea solo lo que a ella le pasaba o hacía era importante. Mordí mi lengua para controlarla.

—Que tengas un buen viaje —dije.

Salió de la casa cerrando la puerta tras ella. Me acerqué a Alan con una sonrisa forzada, no sabía cómo  aliviar la tensión del momento.

—Hola, Alan. ¿Listo para que te retiren la férula?

Alan me miró, en  su expresión aún se marcaba la molestia, pero suavizó su tono cuando me respondió.

—Hola, Ale. Sí, supongo que sí. Lo siento por todo esto. Vanessa a veces no piensa en cómo sus decisiones nos afectan. Me disculpo, no tenías porque presenciar algo tan bochornoso.

—No te preocupes, haré como que no escuché nada —Sonreí.

Él esbozó una pequeña sonrisa.

Salimos de la casa y tomamos un taxi. Le ayudé a entrar, asegurándome de que estuviera cómodo. El trayecto fue en silencio, roto sólo por el murmullo del tráfico y algunos suspiros de frustración por parte de él. Me quedé en silencio, no quería opinar nada, entre más al margen mejor. Llegamos a la clínica, le ayudé a salir del taxi. A pesar de la incomodidad de la situación intenté mantener una actitud positiva, quería romper el silencio macabro.

©EL MARIDO DE MI HERMANA. lDonde viven las historias. Descúbrelo ahora