Kazuki había estado entrenando con Lee durante una semana, sintiendo que, poco a poco, iba ganando fuerza y confianza. Sin embargo, una parte de él aún estaba llena de dudas y miedos, sombras del pasado que no podía simplemente dejar atrás. Mientras caminaba hacia la cafetería donde se había quedado con Lee para una sesión de teoría, notó a una figura conocida en la esquina de la calle.
Era una chica con gafas y uniforme escolar, alguien a quien no había visto en años pero que reconoció al instante. Su corazón dio un vuelco.
—¿Puede ser ella...? —pensó, ralentizando su paso.
La chica levantó la mirada y, al cruzar sus ojos con los de Kazuki, esbozó una pequeña sonrisa. Se acercó con un andar tímido pero decidido.
—Hace tiempo que no nos vemos, Kazuki —dijo la chica, con una mezcla de nerviosismo y alivio en su voz.
—Elena... —respondió Kazuki, sorprendido—. ¿Qué haces aquí?
Decidieron entrar juntos a la cafetería. Elena era su amiga de la infancia, una de las pocas personas que había intentado acercarse a él durante esos difíciles años de soledad. Solían jugar juntos cuando eran pequeños, pero con el tiempo, se fueron distanciando, especialmente cuando Kazuki comenzó a aislarse por los problemas en casa y el acoso escolar. Se sentaron en una mesa junto a la ventana. El ambiente estaba tranquilo, y la luz del sol entraba suavemente por los cristales.
—Te he visto entrenando en el dojo con Lee —comenzó Elena, rompiendo el silencio—. Me alegra ver que estás... haciendo algo por ti mismo.
Kazuki asintió, sintiéndose un poco incómodo pero también agradecido por su presencia.
—Sí, Lee me ha estado ayudando mucho. Estoy tratando de... sobrevivir.
Elena lo miró con comprensión.
—Siempre quise ayudarte, pero no sabía cómo. Me dolía verte pasar por todo aquello solo —dijo ella, bajando la mirada—. Me alegra que hayas encontrado a alguien que te esté guiando.
Kazuki sintió una punzada de culpa al recordar cómo se había alejado de ella. Había sido su forma de protegerse, pero ahora entendía que había cerrado las puertas a quienes realmente se preocupaban por él.
—Lo siento por haberme alejado —dijo finalmente, con sinceridad—. No sabía cómo manejarlo todo, y me encerré en mí mismo.
Miyu sonrió levemente.
—No tienes que disculparte. Lo entiendo. Pero estoy aquí ahora, si necesitas a alguien con quien hablar o simplemente... alguien que te escuche.
En ese momento, Lee entró a la cafetería, sorprendiéndose al ver a Kazuki acompañado.
—Oh, ¿te encontraste con una amiga? —preguntó, sonriendo con curiosidad.
Kazuki asintió, presentando a Elena.
—Ella es Elena, una amiga de la infancia. Elena, él es Lee, mi... entrenador.
Lee se inclinó levemente en señal de respeto.
—Es un placer conocerte, Elena. Espero que puedas acompañarnos mientras hablamos sobre el entrenamiento de Kazuki. Tal vez puedas darle una perspectiva diferente sobre lo que estamos haciendo.
Se sentaron juntos y Lee comenzó a explicar las primeras lecciones teóricas. Habló sobre el equilibrio, no solo físico sino también mental y emocional. Sobre cómo el verdadero poder de las artes marciales no estaba en la fuerza bruta, sino en la mente tranquila y enfocada.
—Las artes marciales son un camino hacia el autoconocimiento —dijo Lee, mirando a Kazuki—. Es importante entender que la verdadera batalla es interna. Superar nuestros propios miedos, nuestras inseguridades. Cada movimiento, cada técnica, es una forma de expresar quiénes somos y cómo enfrentamos los desafíos.
Kazuki escuchaba atentamente, sintiendo cómo las palabras de Lee resonaban con algo profundo en su interior. Era más que solo pelear; era aprender a vivir con propósito y control. En ese momento, Lee entró a la cafetería, sorprendiéndose al ver a Kazuki acompañado.
—Es un placer conocerte, Elena. Espero que puedas acompañarnos mientras hablamos sobre el entrenamiento de Kazuki. Tal vez puedas darle una perspectiva diferente sobre lo que estamos haciendo.
Se sentaron juntos y Lee comenzó a explicar las primeras lecciones teóricas. Habló sobre el equilibrio, no solo físico sino también mental y emocional. Sobre cómo el verdadero poder de las artes marciales no estaba en la fuerza bruta, sino en la mente tranquila y enfocada.
—Las artes marciales son un camino hacia el autoconocimiento —dijo Lee, mirando a Kazuki—. Es importante entender que la verdadera batalla es interna. Superar nuestros propios miedos, nuestras inseguridades. Cada movimiento, cada técnica, es una forma de expresar quiénes somos y cómo enfrentamos los desafíos.
Kazuki escuchaba atentamente, sintiendo cómo las palabras de Lee resonaban con algo profundo en su interior. Era más que solo pelear; era aprender a vivir con propósito y control. Al terminar la charla, Lee se levantó.
—Kazuki, ahora que estás dando el primer paso, recuerda que el entrenamiento es tanto interno como externo. Elena, gracias por estar aquí. Tener a alguien que te apoye es importante en este viaje.
Elena asintió, y después de que Lee se despidió y se fue, ella y Kazuki se quedaron un rato más en la cafetería. Hablaron sobre cosas triviales, recordando viejos tiempos, y por primera vez en mucho tiempo, Kazuki se sintió más ligero.
Cuando finalmente se despidieron, Elena le dio un abrazo rápido pero firme.
—Estoy aquí para lo que necesites —le dijo, mirándolo a los ojos—. No lo olvides.
Kazuki asintió, sintiendo una calidez en su pecho. Había empezado a abrirse, a dejar entrar a los demás, y eso era el primer paso hacia la supervivencia que Lee le había mencionado. Con cada día que pasaba, sentía que estaba un poco más cerca de encontrar la paz interior que tanto anhelaba.
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¿Quieres morir o sobrevivir?
AcciónKazuki Baldur ha conocido el sufrimiento y la soledad desde una edad temprana. Nacido en el pequeño pueblo de Elorrio, en el País Vasco, su vida ha sido una constante lucha. Con unos padres ausentes y una escuela llena de hostilidad, Kazuki ha apren...