Capítulo 10: Desatando la Tormenta

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Kazuki estaba en medio de la tormenta. La furia que había sentido al ver a Elena herida se canalizaba ahora en cada movimiento, en cada golpe. Había aprendido a no dejarse llevar por las emociones, pero ahora todo ese entrenamiento se usaba para alimentar su ira, convirtiéndola en una fuerza imparable. El Jeet Kune Do fluía a través de él como un río desbordado, lleno de poder y precisión.

Los matones de Marcos rodearon a Kazuki. Algunos practicaban kickboxing, otros boxeo, sus posturas denotaban entrenamiento y experiencia. Pero nada de eso importaba ahora. Kazuki estaba más allá de cualquier miedo o duda.

Uno de los matones se lanzó hacia él con un gancho de derecha, rápido y fuerte. Pero Kazuki lo vio venir, estudiando su movimiento antes de que siquiera se acercara. Se deslizó hacia un lado, esquivando el golpe con la facilidad de un viento que se aparta de una roca, y lanzó un golpe directo al rostro del oponente con la velocidad de un rayo. El impacto resonó como un trueno, y el matón cayó al suelo, inconsciente antes de tocar el pavimento.

Otro se acercó por detrás, intentando un golpe bajo para sorprenderlo. Kazuki, con su entrenamiento en Jeet Kune Do, había aprendido a ser fluido, a moverse como el agua. Giró sobre sus talones, bloqueando el golpe con su antebrazo y lanzando una patada lateral que impactó con fuerza en las costillas del matón. El sonido del aire escapando de los pulmones del adversario fue todo lo que necesitó saber que había vencido a otro.

El tercer matón, un kickboxer, intentó un ataque más elaborado, lanzando una serie de patadas altas y bajas. Kazuki las bloqueó todas con una precisión milimétrica, sus manos y pies moviéndose con la misma agilidad que su mente. Recordó las enseñanzas de Lee: "Sé rápido como un rayo, fluido como el agua." Y así lo fue. Cuando vio una apertura, no dudó. Entró en la guardia del kickboxer con un desvío rápido, un golpe al plexo solar que lo dejó sin aire, seguido de un gancho a la mandíbula que lo envió al suelo.

La pelea se volvió un baile mortal, Kazuki se movía entre los oponentes con una precisión y brutalidad que nadie había visto antes. Cada movimiento del Jeet Kune Do era directo, efectivo, sin desperdicio. Golpeaba con la rapidez de una serpiente, atacando puntos débiles, nervios y articulaciones, desarmando a sus oponentes en cuestión de segundos.

Mientras Kazuki continuaba peleando, podía ver a Marcos al final del callejón. Observaba con los ojos entrecerrados, un brillo de reconocimiento y sorpresa. Finalmente, cuando todos sus secuaces yacían en el suelo, algunos gimiendo de dolor, otros inconscientes, Marcos dio un paso adelante.

Kazuki respiraba con fuerza, su cuerpo cubierto de sudor y adrenalina, pero sus ojos estaban fijos en Marcos, el verdadero objetivo. Marcos caminó lentamente hacia él, una media sonrisa asomando en sus labios. Sus ojos estaban llenos de malicia, pero también de algo más, algo que Kazuki no podía identificar de inmediato.

—Vaya, Kazuki —dijo Marcos con voz calmada, aunque había una tensión latente en sus palabras—. Veo que has aprendido a defenderte. Pero no pienses que esto acaba aquí.

Marcos adoptó una postura de combate, una que Kazuki reconoció inmediatamente: Taekwondo. Había oído rumores de que Marcos practicaba artes marciales, pero nunca lo había visto en acción. Ahora entendía por qué Marcos siempre había tenido esa confianza desmedida.

Marcos lanzó la primera patada, rápida y precisa, buscando la cabeza de Kazuki. Este se echó hacia atrás, esquivándola por poco. La velocidad y técnica de Marcos eran superiores a las de los matones anteriores, y Kazuki lo sabía. Aquí no podía permitirse errores.

El combate entre ambos comenzó, y los movimientos de Marcos eran casi elegantes. Cada patada era lanzada con la precisión de un cirujano, buscando siempre el golpe definitivo. Sin embargo, Kazuki había aprendido a ser impredecible, a no seguir un patrón. El Jeet Kune Do no se basaba en formas rígidas; era fluido, adaptable, libre. Mientras que Marcos seguía las reglas de su estilo, Kazuki rompía esas reglas, improvisando con cada movimiento.
Un golpe lateral de Marcos fue desviado por Kazuki con un giro de su muñeca, y aprovechó para contraatacar con un puñetazo directo a las costillas de Marcos, haciendo que este retrocediera con un gruñido de dolor. Marcos respondió con una serie de patadas giratorias, pero Kazuki las esquivó y bloqueó con una agilidad que sólo la ira y la desesperación pueden otorgar.

La pelea continuaba, y mientras Kazuki lanzaba un puñetazo que rozó la mejilla de Marcos, algo cambió en el rostro de este último. Su expresión se tornó más oscura, más fría, y por un breve momento, Kazuki vio algo en sus ojos, algo que había visto en sí mismo: dolor, resentimiento, un pasado marcado por el sufrimiento. En ese instante, una ráfaga de recuerdos pasó por su mente.

Flashback: El Origen de la Hostilidad

Kazuki recordó cuando ambos eran solo niños, cuando aún no había odio ni rivalidad. Marcos había sido diferente, más solitario, siempre al margen de los demás. Hubo una vez, una tarde en el patio de la escuela, cuando Kazuki había visto a Marcos sentado solo, con la mirada perdida. Había intentado acercarse, pero algo en la mirada de Marcos lo había detenido: una tristeza profunda, una ira contenida.

Con el tiempo, esa ira se había transformado en crueldad. Marcos había encontrado en el acoso una forma de sentirse fuerte, de imponer control sobre otros, quizás como una manera de evitar que lo lastimaran a él. Había aprendido Taekwondo, se había vuelto más fuerte, y había usado esa fuerza para dominar a los demás, para hacerlos sentir tan insignificantes como él mismo se había sentido alguna vez.

Volviendo al presente, Kazuki sintió una extraña mezcla de emociones. Estaba furioso, sí, pero también comprendía. Comprendía que Marcos no era simplemente un monstruo; era alguien que había sufrido, alguien que había tomado el camino equivocado para lidiar con su dolor. Pero eso no justificaba lo que había hecho, lo que había causado.

Kazuki no podía permitir que esa comprensión le quitara la determinación. Marcos seguía siendo una amenaza, alguien que había herido a Elena y a muchos otros. Necesitaba acabar con esto, y lo haría, no solo por venganza, sino para poner fin a un ciclo de violencia que había durado demasiado.

¿Quieres morir o sobrevivir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora