Capítulo 9: La Llamada Inesperada

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Era un día normal para Kazuki. Había pasado la mañana entrenando en el dojo, perfeccionando sus movimientos y técnicas con una concentración que había sorprendido incluso a Lee. Cada golpe, cada patada, se había vuelto más preciso y fluido, reflejando la intensidad de su determinación. Al terminar, decidió tomarse la tarde para relajarse, sintiéndose más en paz consigo mismo de lo que había estado en mucho tiempo.
Sin embargo, esa paz se rompió de golpe cuando sonó su teléfono. Al principio, no reconoció el número. No era común que recibiera llamadas de números desconocidos, pero pensó que podría ser algo relacionado con el dojo o alguna otra rutina. Al contestar, una voz distorsionada y fría resonó al otro lado de la línea.

—¿Kazuki? —dijo la voz, entrecortada por una interferencia estática.

Kazuki frunció el ceño. La voz no le resultaba familiar y sonaba como si estuviera siendo alterada por algún dispositivo. Un escalofrío recorrió su columna.

—Sí, ¿quién habla? —preguntó, tratando de mantener la calma.

Hubo un breve silencio al otro lado de la línea antes de que la voz continuara.

—No importa quién soy. Lo que importa es que tu amiga Elena está en el hospital. —La voz hizo una pausa, como si saboreara el impacto de sus palabras—. Ha tenido un... accidente.

El corazón de Kazuki dio un vuelco. Sintió que el aire se volvía más espeso, dificultándole la respiración.

—¿Qué le ha pasado? —preguntó con un hilo de voz, luchando por mantener la calma.

La voz soltó una risa suave y perturbadora.

—Digamos que alguien decidió que necesitaba aprender una lección. —Otro silencio—. Tal vez quieras ir a verla. No sé cuánto tiempo le queda.

Kazuki sintió una oleada de ira y miedo al mismo tiempo. La línea se cortó abruptamente, dejándolo con un vacío en el estómago y un millón de preguntas en la mente. Quería gritar, golpear algo, pero sabía que no podía perder tiempo. Elena estaba en el hospital, y la urgencia de esa declaración lo llenó de una sensación de desesperación.

Se dirigió al hospital lo más rápido que pudo. Cada segundo que pasaba, su mente se llenaba de imágenes terribles, de posibilidades que lo atormentaban. ¿Quién era esa persona? ¿Por qué harían algo así? Y lo más importante, ¿qué le había pasado a Elena?

Al llegar al hospital, irrumpió en la sala de emergencias, buscando desesperadamente información. Finalmente, una enfermera lo condujo a una habitación donde Elena yacía en una cama, conectada a varias máquinas que monitorizaban su estado. La visión lo dejó paralizado. Ella estaba inconsciente, con moretones visibles en la cara y el cuerpo, una imagen que rompía el corazón.

Kazuki se acercó lentamente a la cama, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor.

—Elena... —susurró, agarrando su mano fría y sin vida.

No pudo contener las lágrimas que comenzaron a correr por su rostro. Todo lo que sentía era una mezcla de impotencia y rabia. ¿Quién podría haberle hecho esto? Y entonces, el pensamiento obvio le golpeó: Marcos. ¿Quién más podría ser? Todo encajaba: el odio, la rivalidad, los ataques previos. Pero entonces recordó algo: la voz. No era la de Marcos, ni siquiera sonaba a él. Era más siniestra, más calculada. No, esto no era simplemente una paliza por venganza escolar; esto era algo más profundo, más oscuro.

El tiempo pasó mientras se quedaba junto a la cama de Elena. Sentía una furia acumulándose en su pecho, algo que no podía controlar. Su respiración se volvió más rápida, su corazón latía con fuerza y cada músculo de su cuerpo se tensó. Sintió que estaba perdiendo el control, que estaba siendo consumido por la rabia y el dolor.

Finalmente, no pudo más. Soltó la mano de Elena y se levantó de un salto. Salió corriendo de la habitación, los ojos llenos de lágrimas, el cuerpo temblando de ira. Su mente se centró en una sola cosa: Marcos. Tenía que encontrarlo, tenía que hacerle pagar por lo que había hecho, sin importar las consecuencias.

Mientras corría hacia la salida del hospital, sintió que algo cambiaba dentro de él. Una especie de adrenalina oscura lo invadía, llenándolo de una fuerza que no sabía que tenía. Era como si toda la ira, el dolor y la desesperación se estuvieran transformando en una energía imparable. Cada paso lo acercaba más a su objetivo, y con cada paso, su determinación crecía.

No sabía cómo había llegado tan rápido, pero en un abrir y cerrar de ojos, se encontró frente al lugar donde Marcos solía estar. El grupo de siempre estaba allí, riendo y charlando como si nada importara. Al verlo llegar, la risa se apagó. Había algo diferente en Kazuki, algo en su mirada que los hizo retroceder.

—Marcos —llamó Kazuki con voz firme y cargada de furia.

Marcos se giró, alzando una ceja con una mezcla de sorpresa y diversión.

—Vaya, Kazuki. ¿Vienes a darme las gracias por la lección que le di a tu amiguita? —dijo con una sonrisa maliciosa.

Esas palabras fueron la gota que colmó el vaso. Kazuki sintió cómo la furia lo consumía por completo, como una ola imparable que lo arrollaba. Todo lo que había aprendido, todo el control que había ganado, se desvaneció en un instante.

¿Quieres morir o sobrevivir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora