Capítulo 19: La Sombra de la Verdad

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Al día siguiente del incendio, Kazuki se encontraba en una pequeña sala de interrogatorios en la comisaría. Dos detectives estaban frente a él, uno tomando notas en una libreta mientras el otro lo observaba fijamente. Kazuki seguía aturdido, incapaz de quitarse de la mente la imagen de la casa de Lee en llamas, el humo oscuro elevándose al cielo, y la bandana roja, quemada en el suelo, que alguna vez perteneció a su maestro.

El detective mayor carraspeó, rompiendo el tenso silencio.

—Explícanos nuevamente qué hacías en ese lugar.

Kazuki, inquieto, intentó acomodarse en su silla.

—Entrenaba con mi maestro, Lee. Era su casa... o eso pensaba.

El detective más joven, que hasta ahora no había dicho nada, intervino con una expresión seria.

—¿Estás seguro de eso? Porque según nuestros registros, esa casa ha estado abandonada desde hace casi cuatro años. No hay rastro de que alguien haya vivido ahí. De hecho, el dueño original desapareció sin dejar rastro. No hubo cuerpo, no hubo pistas, simplemente... desapareció.

Kazuki sintió que el mundo se tambaleaba bajo sus pies.

—¿Cómo que... desapareció? —preguntó, incrédulo. Su mente giraba, buscando algún sentido en las palabras del detective. Nunca había preguntado demasiado a Lee sobre su vida. ¿De dónde venía? ¿Por qué era tan fuerte? ¿Y cómo nadie había notado antes que vivía en una casa que, aparentemente, no le pertenecía?

El detective mayor continuó:

—Todo lo que encontramos en el lugar fueron algunas pertenencias olvidadas, pero nada que indicara que alguien vivía allí actualmente. Nadie ha visto a tu "Lee" en los registros de esta ciudad. Es como si no existiera.

Kazuki se quedó en silencio, el ruido del ventilador en la pequeña sala de interrogatorios era lo único que se escuchaba. En su mente, las piezas no encajaban. Lee siempre había sido una figura misteriosa, pero esto iba mucho más allá. ¿Cómo es posible que alguien desapareciera por completo, sin dejar ningún rastro?

La policía siguió haciendo preguntas, pero cada respuesta de Kazuki generaba más confusión. Al final, lo dejaron salir de la comisaría, pero una sensación de inquietud se apoderó de él. La imagen de la casa quemada, los detalles sobre la desaparición de Lee... nada parecía tener sentido.

Mientras caminaba por las calles, tratando de procesar lo que acababa de escuchar, Kazuki no se dio cuenta de que lo estaban observando. A varios metros de distancia, un hombre vestido de negro seguía sus pasos de forma discreta. Sostenía un móvil en una mano y, después de un momento, comenzó a marcar un número.

La llamada se conectó casi de inmediato.

—El objetivo ha salido de la comisaría —dijo el hombre con voz baja y calmada. —No parece saber más de lo que ya hemos investigado.

Del otro lado del teléfono, una voz ronca y distante respondió.

—Sigue observándolo. Mantén la distancia.

El hombre asintió, guardando el móvil en su bolsillo y ocultándose nuevamente en las sombras. Continuó vigilando a Kazuki mientras caminaba, ajeno al hecho de que estaba siendo seguido.

Kazuki, por su parte, seguía inmerso en sus pensamientos. La desaparición de Lee, los años que había pasado entrenando en esa casa... todo estaba cubierto de un velo de misterio. ¿Por qué nunca le había preguntado a Lee sobre su pasado? ¿Cómo era posible que nadie supiera nada de él? Y lo más preocupante, ¿dónde estaba Lee ahora?

A medida que avanzaba, la sensación de ser observado se apoderaba de él, pero no podía ver a nadie a su alrededor. Aceleró el paso, queriendo llegar a casa lo antes posible. Sin embargo, cuando giró en una esquina, todo a su alrededor se volvió oscuro de repente.

Kazuki despertó desorientado. La oscuridad lo envolvía y, al intentar moverse, se dio cuenta de que sus manos y piernas estaban atadas. Sus ojos estaban cubiertos por una tela que le impedía ver. El aire era frío y húmedo, y podía escuchar el eco de unos pasos acercándose.

Intentó hablar, pero su voz apenas salió como un murmullo, ahogada por la tela que cubría su boca. Los pasos se detuvieron cerca de él, y una voz profunda rompió el silencio.

—Así que este es el discípulo de Lee. Finalmente lo encontramos.

Kazuki sintió un escalofrío recorrer su espalda. La tela sobre su cabeza fue retirada de golpe, y la luz tenue del lugar le permitió ver que estaba en lo que parecía ser un almacén viejo y abandonado. Frente a él, un hombre alto, de complexión fuerte, lo miraba con una sonrisa fría. A su alrededor, otros hombres armados lo vigilaban atentamente.

El hombre que parecía estar a cargo se acercó, con una expresión de curiosidad.

—Te has estado moviendo por un terreno peligroso, chico —dijo, observando a Kazuki—. Lee no es quien tú crees que es. Ese hombre... —hizo una pausa, sonriendo mientras observaba la reacción de Kazuki— era alguien que hemos estado buscando por años.

Kazuki lo miraba con confusión y miedo, su corazón latiendo con fuerza en el pecho.

—¿Qué quieres decir? ¿Quién es Lee en realidad? —preguntó, aunque una parte de él no estaba seguro de querer conocer la respuesta.

El hombre sonrió aún más, disfrutando de la angustia de Kazuki.

—Lee no era solo un maestro de artes marciales. En su tiempo, era conocido como uno de los guerreros más poderosos de este país. Nadie podía derrotarlo. Incluso nuestro líder supremo le temía.

Kazuki sintió como su mundo se tambaleaba aún más.

—¿Lee... el más fuerte del país? ¿De qué estás hablando? ¿Quién eres tú? —exigió, su voz cargada de frustración.

El hombre no respondió directamente. En cambio, dio la vuelta y señaló una carpeta que había en una mesa cercana.

—Todo lo que necesitas saber está ahí. Tu maestro no era un hombre común. Era una amenaza para gente muy poderosa. Y ahora que él ha desaparecido, toda esa atención... está sobre ti.

Kazuki abrió la carpeta tembloroso. Dentro, encontró recortes de periódicos, fotos antiguas de Lee en combate, y notas que hablaban de él como una leyenda, alguien que había derrotado a líderes y combatido en guerras secretas que el mundo nunca conoció. Pero ahora, ese hombre había desaparecido... y Kazuki era el siguiente en la lista.

El hombre se inclinó hacia él, sus ojos penetrantes.

—Bienvenido al verdadero juego, Kazuki. Tu maestro fue solo el comienzo. Ahora eres parte de algo mucho más grande... algo que cambiará tu vida para siempre.

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