Capítulo 7: La Oscura Sombra de Yamazaki

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El equipo de Kazuki seguía inmerso en sus pensamientos mientras la noche caía. El pergamino en blanco continuaba siendo un enigma que, pese a las reflexiones de Kazuki, no dejaba de causar confusión y frustración. El grupo estaba cansado, y la atmósfera se había vuelto pesada, cargada de tensión silenciosa.

Kazuki se sentó, observando el pergamino una vez más. Aunque la calma externa lo envolvía, por dentro luchaba con la duda.

"Si este pergamino es parte del legado de Lee, ¿por qué no tiene nada? ¿Qué significa realmente?" — pensó.

Elena, sentada cerca, lo observó en silencio, sabiendo que Kazuki estaba luchando contra su propia frustración. Aunque ella era fuerte, entendía que cargar con las expectativas del legado de Lee no era fácil.

De repente, Julien irrumpió en la sala con una energía diferente a la que había mostrado antes. Sosteniendo un cuaderno lleno de anotaciones, se dirigió hacia ellos con prisa.

"Estuve investigando los escritos y filosofías de Lee anoche." — dijo, mientras dejaba caer su cuaderno sobre la mesa. — "Tal vez el pergamino no sea una técnica secreta. Tal vez sea una lección. Lee creía que el verdadero poder no estaba en lo que te enseñaban, sino en lo que tú eras capaz de descubrir por ti mismo."

Kazuki levantó la mirada, asimilando las palabras de Julien.

"¿Entonces el pergamino está vacío porque el secreto no está en él, sino en nosotros?"

Julien asintió con seguridad.

"Exactamente. Lee siempre enseñaba que no hay una fórmula secreta. Tú mismo eres el secreto."

Mientras la conversación sobre el pergamino continuaba, la base recibió una visita inesperada. Un mensajero llegó de parte de los aliados en Francia. Su rostro estaba pálido y lleno de preocupación. Este hombre, Pierre, era un viejo amigo de Julien, pero su llegada anunciaba problemas.

"Julien, Kazuki... Tienen que escucharme. Algo grande está por suceder." — dijo, jadeando mientras tomaba asiento.

Kazuki lo miró con cautela. — "¿Qué sucede, Pierre?"

Pierre tomó aire antes de soltar las palabras que causarían un cambio radical en el grupo.

"Yamazaki. Él está en camino. El clan Yamazaki de la Yakuza ha sido activado. Están planeando una ofensiva, y uno de los suyos, Ryuji Yamazaki, el líder, ya está en Europa... Se dirige hacia aquí."

El nombre cayó como un martillo sobre la mesa. Todos sabían quién era Ryuji Yamazaki. Era conocido como uno de los hombres más peligrosos de Japón, con una reputación que hacía temblar a los que oían su nombre.

Masaru, que hasta entonces había permanecido en silencio, frunció el ceño. — "Yamazaki no es alguien que venga por diversión. Si él está involucrado, estamos ante una guerra real."

Pierre asintió, su rostro reflejando la gravedad de la situación.

"Ryuji tiene conexiones con los Siete Pecados. Creemos que ellos lo han enviado para eliminar a cualquier amenaza potencial. Y eso incluye a ti, Kazuki."

Mientras el equipo intentaba asimilar la nueva amenaza, la escena cambia a un lugar oscuro en las afueras de la ciudad. El niño que había traído el pergamino estaba oculto en un refugio con un hombre mayor, el vagabundo que lo había ayudado a escapar. El niño miraba al hombre, que estaba exhausto por haberlos protegido, pero aún lleno de sabiduría.

"¿Por qué me ayudaste?" — preguntó el niño, con lágrimas en los ojos.

El vagabundo sonrió débilmente. — "Porque en este mundo hay cosas que valen la pena proteger, y tú llevas algo más valioso que ese pergamino."

El niño no entendía completamente las palabras del hombre. Sabía que lo que había traído era importante, pero no imaginaba hasta qué punto.

De repente, un grupo de hombres en trajes negros irrumpió en el refugio. Eran miembros de la Yakuza, enviados por Yamazaki para recuperar el pergamino y eliminar cualquier testigo. El vagabundo, sin más opciones, se levantó para enfrentarlos.

"Corre." — le dijo al niño con firmeza. — "Corre y encuentra a Kazuki. Él sabrá qué hacer."

Con lágrimas en los ojos, el niño se escabulló por una puerta trasera, dejando al vagabundo solo para enfrentarse a su destino. El hombre, sin temor, se lanzó hacia los yakuzas, sabiendo que su sacrificio daría tiempo al niño para escapar.

De vuelta en la base, el niño llegó, exhausto y lleno de miedo, mientras Kazuki y su equipo terminaban de discutir la amenaza de Yamazaki. El niño colapsó en el suelo, jadeando.

"Ellos... ellos encontraron al señor... Lo mataron. Pero me dijo que viniera a ti, Kazuki."

Kazuki se agachó y lo tomó por los hombros, intentando calmarlo.

"Tranquilo, estás a salvo aquí. ¿Quién lo hizo?"

El niño tragó saliva antes de responder con una sola palabra que paralizó a todos.

"Yakuza."

Elena dio un paso hacia adelante, sus ojos llenos de preocupación. — "Yamazaki ya está moviéndose... Estamos en peligro."

Kazuki cerró los puños. Sabía que el tiempo se acababa. Si la Yakuza estaba involucrada, y con Ryuji Yamazaki liderando el ataque, debían prepararse para una batalla que iría más allá de lo que habían enfrentado hasta ahora.

Pero, mientras el niño relataba lo sucedido, Masaru se acercó con el pergamino en la mano.

"Kazuki, no tenemos más tiempo para dudas. Debemos entender el verdadero significado del pergamino en blanco. No podemos enfrentarnos a alguien como Yamazaki sin un plan."

Kazuki respiró hondo. Sentía la presión de ser el heredero de Lee, la responsabilidad de liderar y proteger a todos aquellos que lo seguían. Pero más allá de eso, sabía que el verdadero poder que debía descubrir estaba dentro de él.

"No importa que el pergamino esté en blanco." — dijo finalmente, su voz firme. — "Lee me enseñó que el verdadero poder no es algo que te dan, sino algo que descubres dentro de ti. No esperaremos más por respuestas. Vamos a enfrentarlos, con o sin un secreto antiguo."

La resolución en su voz llenó de confianza al equipo. Sabían que la batalla que se avecinaba no sería fácil, pero Kazuki estaba listo para liderarlos.

Y, mientras todos se preparaban para lo inevitable, una sombra oscura se cernía sobre ellos. En algún lugar de la ciudad, Ryuji Yamazaki estaba planeando su ataque. Su llegada marcaría el comienzo de una nueva fase en la guerra, una fase que pondría a prueba no solo la fuerza de Kazuki, sino su fe en todo lo que había aprendido.

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