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| primera persona

rain mirren

me sentí ansiosa cuando oí el motor rugir fuera de la mansión. charles apenas había llegado y la expresión que hizo fue de: 

—veintidós segundos más y no llego.— pierre se burló de él pero no le dió verdadera importancia.

la puerta se abrió y apenas alcé la cabeza para verlo, sus rizos estaban esponjados y la camisa llevaba los dos primeros botones abiertos.

se saludaron entre todos y me agradó el hecho de que su saludo con oscar fue tranquilo, pero percibí una ligera tensión por parte de lando, claro. 

—¿entonces?— dijo carlos.— ¿qué vamos a hacer ahora que estamos todos?

no sé, ahora que lo pienso.

alcé los hombros con una sonrisa y me puse de pie.

—hace mucho que no se reúnen como los amigos que son, —los miré a todos.— así que ésta noche es para ustedes. yo me iré a dormir.

charles se levantó y lando también, se miraron y charles terminó sentándose de vuelta.

—no, lando.— lo señalé.— de verdad, hablen entre ustedes. 

hubo un silencio sepulcral cuando subí las escaleras, no oía a ninguno decir algo pero me alegraba que ninguno me siguiera. 

—rain.— me llamaron y me giré a ver a carlos.— sucede que, desde hace un mes que no hablamos todos. 

fruncí el ceño y ladeé un poco la cabeza. 

—¿a qué te refieres?— bajé dos escalones.

lando exhaló.

—hubo una discusión cuando me fui...— contó.— por supuesto que no todos estuvieron de acuerdo en que te dejara, otros sí pero no en las condiciones en las que lo hice. entonces acordamos que si nos volvíamos a hablar estarías tú de por medio, pero no hay razón para hacerlo así.

alcé una ceja.

—¿no planean hablarse entonces?— me aseguré.— de acuerdo, está bien. entonces pueden irse. 

charles sacó un quejido.

—quiero aclarar que yo jamás estuve de acuerdo con esto.— habló.— pero es que no fue justo que te dejara así rain, tú más que nadie lo sabe. no esperes que aceptemos todo lo que ese tarado hace.

la puerta sonó desviando mi atención de ellos y fruncí el ceño nuevamente.

—¿esperas a alguien más?— preguntó lando cuando pasé por su lado.

tomé la perilla de la puerta.

—no.— respondí.

la giré para abrirla y me encontré con otro chico, otro que yo conocía bien. el olor a tabaco llenó mis pulmones e hice una mueca de asco mientras di dos pasos atrás.

—volví.— murmuró pasando.

—Dios, no.— me quejé.— apaga tu cigarro, erick.

lo colocó en un cenicero que no me había dado cuenta que estaba ahí, supongo que lo usaba mi padre.

—oh.— se expresó.— ¿había junta y no me lo dijiste? ¿de qué se trata ahora, tu custodia?

su tono burlón jamás desapareció y aquello me incomodó. 

—¿a qué viniste?— pregunté.

entonces la puerta volvió a sonar. fruncí el ceño nuevamente. ésta vez dudé en abrirla pero lando se adelantó.

silence: háblame | lnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora