Contrastando contra la sencillez de su cama, en un maniquí adecuado para lucir todo su irreverente esplendor, un vestido digno de una reina esperaba por ella.
En un rojo brillante como sangre recién derramada hasta el suelo, de una tela que parecía estar casi en estado líquido; con aberturas peligrosas en sus piernas, escote lo suficientemente profundo para llamar la atención, y un cinturón ancho de oro con las fases de la luna talladas; el corte romano saltaba a la vista.
-Wooow...-. Fue la forma en que por fin logró exhalar Tita, al tiempo que se acercaba como insecto a la luz a la magnífica prenda. -Es precioso...-. Admitió encantada de saber que lo usaría...
-Ese es el motivo de que te estuviéramos esperando...-. Aclaró Metztli. Una prueba más de esa extraña suerte que siempre rodeaba a su protegida, el momento de su llegada había sido perfecto...
-Temprano vino un emisario desde Centzon-Totochtin, con información sobre un Bacanal para ti...-. Quetzaly sonrió. -Nuestro Dios ha dejado esto para que te vistas, y se marchó. Dijo que te encontrara allí...
Una sonrisa tonta bailo en sus labios. Lo cierto es que este tipo de detalles no deberían parecerle ya tan extraordinarios, sin embargo, todavía le fascinaban tanto como la primera vez que recibió uno.
Resultaba que Xólotl era un abierto amante de la ropa. El Dios gustaba de prendas de alta costura, fueran o no con las corrientes de moda del momento; y era algo que le agradaba compartir con aquellos que gozaban de su amor.
Así que Tita siempre estuvo perfectamente vestida para eventos importantes dentro del plano de las almas, o para sus visitas a otras cortes; por supuesto, tenía ya un armario dentro de Itzcuintlan que podría poner celoso hasta a un Rey, y algunas prendas incluso dignas de considerarse entre las maldiciones y bendiciones que poseía. Por ejemplo, las bordadas en seda de hadas, o aquella teñida en tinta de Akkorokamui, y de sus favoritas por valor sentimental, las que eran adornadas con plumas de quetzal que provenían del aviario del Dios Quetzalcóatl... aunque la lista seguía y seguía...
-Excelente...-. Se emocionó. Suponía que ya no necesitaría la ayuda de la Diosa para el código de vestimenta - ¿Estoy a tiempo o debo correr? -. Necesitaba cuadrar los horarios. Si bien fue temprano a hacer la revisión, en Roma seguro era más tarde...
-Depende...-. Le contestó Metztli. - ¿Irás a la ópera?
Un suspiro resignado abandonó los labios de Tita, mientras que con un exagerado puchero negó. Estaba segura de que, si era una presentación para Dioses, aquello sería, por ponerlo de una forma, divino.
-¿Ángel también irá?-. Cuestionó Quetzaly dándole una palmada cariñosa en la cabeza con intención de consolarla. Que ahora ella parecía muchísimos años menor físicamente, era irrelevante en el trato que le daban a su protegida...
-No...-. Negó de nuevo, solo que esta vez divertida imaginándose al chico en el Bacanal. Seguro que lo disfrutaría. -Es decir, podría llevarlo, es para lo que estamos haciendo; pero prefiero no. Aun es menor de edad...
-Cierto...-. Afirmó Metztli recordando ese detalle. En su época Ángel ya sería considerado un adulto en forma, y Tita... quizás hasta abuela... -En ese caso cuentas con el tiempo suficiente para arreglarte sin prisas, pero sin exagerar...-. Carraspeó para aguantar la risa por lo que imaginó, aunque no era del tipo de mujeres que se preocupara por la edad. -¿Quieres que te trence el cabello?
-Si...-. Ni siquiera lo pensó. El guerrero siempre le hizo los peinados más lindos desde que era niña, también la había enseñado a hacerlo por su cuenta, pero que él lo hiciera seguía siendo un lujo imposible de rechazar. -Iré a mi casa a darme un baño y regresó para alistarme...-. Comentó justo antes de esfumarse con Pedro Infante...
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EL OASIS DE LA MUERTE
ParanormalTita y Santos, todos saben quienes son, pero nadie los conoce en realidad.