El Eco del Pasado

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In Guk regresó a la casa de campo con un aire de tranquilidad, pero dentro de él, una tormenta de emociones se agolpaba. Sabía que no podía permitir que ningún rastro de su crimen quedara expuesto. La familia del repartidor y los amigos de Bogum habían comenzado a hacer denuncias, y las autoridades estaban cada vez más cerca. No podía darse el lujo de ser atrapado.

Al entrar, el olor a sangre y el silencio opresivo le recordaron lo que había hecho. A pesar de la satisfacción que le dio eliminar a Bogum, la realidad de las consecuencias comenzaba a pesarle. Caminó con firmeza hacia la habitación donde estaba el cuerpo, decidido a limpiar cualquier evidencia.

Yeji, aún sentada en la esquina, observaba en silencio. Sus ojos se habían acostumbrado a la penumbra, y aunque el terror aún la envolvía, la chispa de resistencia seguía ardiendo. Cuando In Guk se agachó para recoger el cuchillo que había dejado caer, ella sintió una punzada de dolor en su pecho, una mezcla de miedo y determinación.

In Guk comenzó a limpiar la escena, usando toallas de papel y productos químicos. Se movía con rapidez y precisión, cada movimiento calculado para no dejar rastro. Mientras lo hacía, su mente trabajaba en dos frentes: la limpieza y los planes de escape que sabía que debía tener en mente.

—No puedo dejar que me atrapen —murmuró para sí mismo, limpiando una mancha que se había quedado en el suelo—. No después de todo lo que he hecho.

Yeji lo observaba con creciente atención. Su mente no podía dejar de pensar en cómo escapar, en cómo usar la situación a su favor. Sabía que In Guk estaba distraído, inmerso en su tarea de ocultar evidencias, y eso podría ser su oportunidad.

Cuando In Guk terminó de limpiar, se dio la vuelta y se acercó a Yeji. Ella se sintió vulnerable bajo su mirada, pero había decidido que no iba a dejar que el miedo la dominara.

—¿Te das cuenta de lo que he hecho por ti? —dijo él, su voz tranquila pero cargada de una emoción oscura—. He eliminado a cualquier persona que pudiera interponerse entre nosotros. Ahora somos libres para ser felices juntos.

Yeji tragó saliva, tratando de contener la repulsión que sentía. A pesar de su deseo de gritarle y mostrarle su odio, en su mente solo había una pregunta que necesitaba responder.

—¿Qué pasará ahora? —preguntó, forzando su voz a sonar segura—. ¿Crees que esto se va a quedar así? La familia del repartidor y los amigos de Bogum no se quedarán de brazos cruzados.

In Guk se rió suavemente, su risa resonando en la habitación vacía.

—¿Y qué pueden hacer? —replicó, con desdén—. ¿Acusar a un fantasma? No hay evidencia que me vincule a ellos. Y en cuanto a sus denuncias, solo son palabras vacías. Pueden gritar y llorar todo lo que quieran, pero al final, son solo ecos que se perderán en el aire.

Yeji sintió una mezcla de desesperación y rabia. No podía dejar que él la dominara con sus palabras. En su interior, un plan comenzaba a tomar forma. Si In Guk creía que todo estaba bajo control, tal vez podría aprovechar esa confianza para buscar una salida.

Mientras él se movía por la habitación, recogiendo los últimos rastros de su crimen, Yeji comenzó a visualizar un camino, un posible escape. Sabía que debía actuar con rapidez, pero también con astucia. 

La oportunidad perfecta podría presentarse en cualquier momento.

Cuando In Guk volvió a salir, dejándola sola una vez más, el silencio se hizo denso. Yeji respiró hondo, el miedo aún presente, pero su determinación ardía con más fuerza. No iba a rendirse. Mientras In Guk pensara que tenía todo bajo control, ella buscaría su momento para actuar.

No importaba lo que había pasado. No importaba lo que él había hecho. Lo único que sabía era que debía luchar, no solo por su vida, sino también por la memoria de Bogum y el repartidor. La esperanza, aunque frágil, seguía viva dentro de ella, y con cada minuto que pasaba, se sentía más decidida a convertir ese miedo en fuerza.

PYSHOPATHIC FEAR | MIEDO PSICOPATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora