La Máscara de la Adoración

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Cuando In Guk salió de la habitación, dejando a Yeji sola, ella sintió que su corazón latía con fuerza. Sabía que este era el momento crucial; no podía permitir que su miedo la paralizara. Debía actuar y crear una fachada, una actuación que pudiera engañar a In Guk y darle la oportunidad de escapar.

Consciente de que su supervivencia dependía de convencer a su captor de que todo estaba bien, Yeji respiró hondo y se preparó. Su mente trabajaba a mil por hora, recordando las conversaciones y los gestos de In Guk. Había visto en él una mezcla de confianza y locura; ahora, tenía que hacer que esa locura funcionara a su favor.

Se sentó en la cama, adoptando una expresión de calma y admiración. Cuando In Guk regresara, tenía que verlo como el héroe que él creía ser. No podía titubear ni mostrar debilidad. Tenía que ser convincente.

Poco después, la puerta se abrió y In Guk entró, sus ojos escaneando la habitación, aún en guardia. Se acercó, esperando encontrar a Yeji en estado de desesperación, pero lo que vio lo sorprendió. Ella lo miraba con una expresión de ternura que no había visto antes.

—Yeji... —dijo, frunciendo el ceño—. ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —respondió ella con voz suave, como si sus palabras estuvieran impregnadas de dulzura—. De hecho, he estado pensando mucho en nosotros. En lo que has hecho por mí.

In Guk se detuvo, la confusión mezclándose con la curiosidad en su mirada. Se acercó un poco más, intrigado.

—¿De verdad? ¿Te das cuenta de todo lo que he sacrificado por ti?

—Por supuesto —continuó Yeji, manteniendo la mirada fija en él—. Eres increíble. Has hecho cosas que nadie más haría. Todo por amor. Me has protegido, incluso de aquellos que intentaban hacerme daño.

Su voz, a pesar de lo que sentía por dentro, se mantuvo firme y convincente. In Guk se iluminó un poco, su ego inflándose ante sus palabras.

—Eso es lo que quiero que entiendas —dijo, acercándose aún más—. Te prometo que haré lo que sea necesario para mantenerte a salvo.

—Lo sé, y eso me hace sentir tan afortunada —dijo Yeji, forzando una sonrisa. Tenía que seguir alimentando esa ilusión—. A veces, siento que he sido demasiado dura contigo. No he podido ver lo bueno que eres realmente.

In Guk sonrió, aunque había un destello de duda en sus ojos. Ella se dio cuenta de que estaba empezando a bajar la guardia, y eso era justo lo que necesitaba. Tenía que mantener la conversación en esta dirección.

—Me gustaría conocerte mejor, In Guk —dijo, jugando con la idea de una conexión más profunda—. Quiero entender lo que te motiva, lo que sientes por mí.

Las palabras fluyeron de sus labios como un suave murmullo, y la expresión de In Guk se suavizó. Ella podía ver cómo su mente comenzaba a girar, evaluando sus intenciones. Tenía que seguir empujando, reforzando la idea de que estaba de su lado.

—Tu amor me inspira. A veces, no sé cómo he llegado a merecerte —añadió, bajando la mirada como si se sintiera abrumada por su propia admiración.

In Guk, ahora completamente cautivado, se acercó aún más, bajando su voz a un susurro.

—Todo lo que hago, lo hago por ti. No te preocupes, Yeji. No permitiré que nadie más te haga daño.

Mientras hablaba, Yeji sintió que tenía que actuar con rapidez. Sabía que su plan debía concretarse pronto. A medida que In Guk se dejaba llevar por sus palabras, sus ojos brillaban con una mezcla de obsesión y satisfacción. Ella podía notar que empezaba a confiar en ella, y eso era clave.

—Quiero hacer algo por ti, In Guk —dijo de repente, su voz llena de determinación—. Quiero mostrarte cuánto te admiro. Quizás, si me dejas, pueda ayudarte a organizarlo todo para que estés más tranquilo.

In Guk la miró con curiosidad, todavía cautivado por su aparente devoción.

—¿Qué tienes en mente? —preguntó, intrigado.

—Podría ayudar a limpiar, a asegurarme de que no haya nada que pueda comprometerte —sugirió, cuidando de mantener un tono entusiasta—. Quiero que todo esté perfecto para nosotros.

La idea comenzó a resonar en la mente de In Guk. Al verla dispuesta a ayudar, su ego se alimentaba de esa ilusión de control y posesión.

—Está bien —dijo, su voz más suave—. Si realmente quieres hacerlo, me gustaría que me ayudaras.

Yeji sonrió, sintiendo cómo un pequeño rayo de esperanza brillaba en su interior. Sabía que había dado un paso importante, pero el camino aún estaba lleno de peligros. Mientras él se retiraba a buscar más suministros, su mente comenzaba a trazar el siguiente paso de su plan.

Ella no solo estaba jugando con su mente; estaba buscando su oportunidad para escapar. Tenía que ganar tiempo, ganar su confianza, y, en el momento adecuado, aprovechar cualquier pequeño resquicio que se presentara. 

La lucha por su libertad apenas comenzaba, y en su interior, la chispa de determinación se avivaba cada vez más.

PYSHOPATHIC FEAR | MIEDO PSICOPATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora