Capítulo 2- Encuentro y dudas

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El día escolar finalmente terminó, y Walter, con su habitual tranquilidad, salió del campus. Mientras caminaba de regreso a casa, decidió desviarse hacia un pequeño parque cercano. Había algo en ese lugar que siempre le daba paz, quizás porque allí no había miradas ni susurros, solo el suave sonido de las hojas al moverse con el viento y el canto de los pájaros. Sonriendo, decidió sentarse en uno de los bancos, alejándose del bullicio de la ciudad.

Mientras estaba allí, escuchó un maullido débil proveniente de un arbusto cercano. Al acercarse, encontró a tres pequeños gatitos acurrucados, probablemente abandonados. Los tomó en sus manos con una delicadeza inusitada y los llevó a un lugar más seguro. A pesar de la tristeza en sus ojos al ver a esos indefensos animales, su sonrisa se mantuvo intacta.

Walter: 
—Tranquilos, no están solos ahora... Los cuidaré hasta que estén bien.—Dijo suavemente a los gatitos —

Se sentó en la hierba con los gatitos en su regazo, acariciándolos con ternura. La imagen era pacífica: Walter, con su eterna bondad, ofreciendo cariño a los animales, como si fuera un reflejo de lo que nunca recibió en su vida.

Lo que no sabía era que Elizabeth lo había estado observando desde la distancia. Mientras caminaba por el parque, había visto a Walter, y como siempre, su primer impulso fue molestarlo. Sin embargo, al acercarse sigilosamente, lo que vio la detuvo en seco.

Allí estaba él, sentado en el suelo, rodeado de gatitos. Su rostro estaba iluminado por una sonrisa genuina, completamente ajeno a la crueldad que ella siempre le lanzaba. El contraste de esa escena con la imagen que tenía de Walter (el chico fácil de intimidar) la dejó momentáneamente desconcertada.

Elizabeth: 
—"¿Qué demonios...? ¿Está jugando con gatitos? ¿Cómo puede ser tan... estúpido?"—Penso con sorpresa—

Sin embargo, no pudo evitar notar algo extraño en su pecho, una punzada que la hizo sentirse incómoda. No estaba acostumbrada a ver a Walter así, tan sereno y puro. Siempre lo veía como el objetivo de su crueldad, el chico que nunca respondía, el que soportaba sin quejarse. Pero aquí, en este momento, era como si Walter estuviera en su propio mundo, uno donde ella no tenía poder.

Pero, fiel a su naturaleza, Elizabeth decidió no dejar que eso la detuviera. Aún con la sensación incómoda en su pecho, se acercó, con el típico aire de superioridad que la caracterizaba.

Elizabeth: 
—Vaya, "el chico perfecto" ahora es un guardián de gatos callejeros. Qué tierno, Walter. ¿No tienes nada mejor que hacer?—Comento sarcásticamente mientras se acercaba a el—

Walter levantó la vista al escuchar su voz, pero, sorprendentemente, no pareció afectado. La sonrisa en su rostro permaneció, y continuó acariciando a los pequeños animales con la misma calma de siempre.

Walter: 
—Hola, Elizabeth. Encontré a estos gatitos solos... No podía dejarlos aquí. Solo trato de hacer lo correcto, como siempre.—Contesto suave y tranquilamente—

Elizabeth frunció el ceño. Su tono calmado y su falta de reacción la frustraban. Normalmente, cualquier comentario sarcástico lo hacía tambalear, pero aquí, él estaba tan inmerso en su pequeño acto de bondad que parecía invulnerable.

Elizabeth: 
—¿En serio? ¿Tan patético eres que ahora te preocupas por gatos callejeros? No puedo creerlo, Walter, esto es un nuevo nivel de debilidad. Me sorprende que aún puedas mantener esa estúpida sonrisa.—Dijo tratando de molestarlo—

Walter la miró por un momento, y por primera vez en mucho tiempo, su sonrisa parecía más profunda, más auténtica.

Walter: 
—No lo veo como debilidad, Elizabeth. Ser amable no es fácil, pero me hace sentir bien. Estos gatitos... solo necesitan un poco de cariño. Igual que cualquiera.—Dijo mirándola a los ojos—

Las palabras de Walter parecían colarse bajo la piel de Elizabeth de una manera que ella no podía explicar. Esa calma, esa tranquilidad, la enfurecía y la desconcertaba al mismo tiempo. Y lo peor de todo, en ese momento, no sabía cómo reaccionar.

Elizabeth: 
—Sigues siendo un idiota, Walter...—Murmuro visiblemente irritada—

Pero mientras lo decía, algo dentro de ella se retorcía. La escena ante sus ojos la desarmaba, como si esa imagen de Walter cuidando a los pequeños animales rompiera la narrativa que había construido en su mente sobre él.

Elizabeth se quedó allí, observándolo en silencio, luchando contra la necesidad de insultarlo de nuevo, pero sintiendo una incomodidad que no lograba entender. Walter, por su parte, seguía jugando con los gatitos, como si no hubiera nada más en el mundo que le importara en ese momento. La paz de Walter contrastaba con la tormenta interna de Elizabeth.

Elizabeth: 
—"¿Por qué me molesta tanto? Solo es Walter, el tonto Walter. ¿Por qué esto se siente tan... raro?"—Penso—

Sin saber qué más decir, Elizabeth dio un paso hacia atrás, incómoda por su propia reacción. A pesar de que había venido con la intención de molestarlo, ahora sentía que el simple hecho de estar allí la afectaba de formas que no comprendía.

Elizabeth: 
—Nos vemos mañana, Walter... No creas que esto significa algo.—Dijo en voz baja—

Sin esperar una respuesta, se dio la vuelta y se marchó apresuradamente, su figura oscura desvaneciéndose entre los árboles. Walter la observó irse, y aunque sus palabras fueron frías, algo en su comportamiento le dio una pequeña esperanza de que, tal vez, detrás de esa fachada gótica y cruel, había algo más.

Walter: 
—"Ella también necesita ayuda... solo que aún no lo sabe."—penso en silencio, acariciando a los gatitos—

Los gatitos ronroneaban en su regazo, mientras el sol se escondía lentamente en el horizonte. Para Walter, ese fue un buen día, uno más en su tranquila, pero extrañamente compleja, vida.

Entre sombras y cicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora