A medida que los días pasaban, Walter y Diana se encontraban más seguido. Cada momento a su lado era un pequeño escape de la horrible realidad que lo rodeaba. Se encontraban en un parque escondido, donde las risas y las conversaciones reemplazaban los gritos y golpes que Walter solía escuchar en casa. La alegría que sentía con ella era como un bálsamo para sus heridas, una luz brillante en medio de su oscuridad.
Walter (mientras juega con una pelota, su rostro iluminado por una sonrisa):
—¡Mira, Diana! ¡Puedo hacerlo!Diana (riendo, mientras aplaude):
—¡Eres increíble, Walter! ¡Nunca dejes de ser así!Sin embargo, a pesar de la felicidad, había un creciente sentido de inquietud. En el fondo de su mente, Walter sentía que su familia lo observaba más de cerca. No podía dejar de pensar que había algo extraño en el ambiente, pero la necesidad de escapar y disfrutar de la compañía de Diana era más fuerte que sus temores.
Las escapadas eran breves y peligrosas. Walter sabía que cualquier momento de descuido podría llevar a consecuencias graves. Aun así, el deseo de sentir amor y cariño lo mantenía en movimiento. Diana le contaba historias sobre su vida, sus sueños y esperanzas, mientras él se llenaba de su luz.
Diana (con una mirada soñadora):
—Quiero ser escritora cuando crezca. Escribir sobre lugares mágicos y personas valientes como tú, Walter.Walter sonreía, sintiendo que en esos momentos era valiente, aunque en su realidad todo lo que hacía era huir. Se aferraba a la idea de que, aunque el mundo era oscuro, había pequeñas luces en él que podía buscar.
Mientras tanto, la vida en casa se volvía cada vez más opresiva. Sus padres continuaban con sus abusos, y aunque Walter se esforzaba por soportarlo, a veces la tristeza lo abrumaba. La esperanza de ver a Diana al día siguiente era lo único que lo mantenía en pie.
Un día, después de una golpiza, se escabulló hacia el parque donde siempre se encontraban. Pero algo se sentía diferente. Cuando llegó, la risa y el brillo en los ojos de Diana no estaban allí. Solo había un silencio inquietante, y Walter sintió un nudo en el estómago.
Walter (con la voz quebrada, mirando a su alrededor):
—Diana... ¿dónde estás?Llamó su nombre repetidamente, pero no hubo respuesta. La ausencia de su amiga era un golpe en el pecho que le dejaba una sensación de vacío. Sin saber qué hacer, se sentó en su lugar habitual, sintiendo que la alegría que había experimentado comenzaba a desvanecerse.
Días pasaron y Walter no pudo encontrar a Diana. Su corazón se llenó de angustia, pero no podía permitirse pensar en eso por mucho tiempo. A medida que pasaban las semanas, algo en su casa comenzó a cambiar. Su familia, que siempre había sido cruel y abusiva, ahora se mostraba extrañamente amable.
Madre de Walter (sonriendo de manera inquietante, mientras le sirve un plato lleno de carne):
—Walter, mira, te hemos preparado algo especial. Come, es bueno para ti.Walter se quedó paralizado, observando cómo su madre le servía un plato repleto de carne roja. La sorpresa y la confusión se mezclaban en su mente. ¿Desde cuándo su familia se preocupaba por su alimentación? Pero el hambre, ese viejo conocido, lo empujó a comer a pesar de la sospecha.
Walter (con voz temblorosa):
—Gracias... pero, ¿por qué carne? Normalmente no comemos esto.Padre de Walter (interrumpiendo, con una mirada fría):
—Porque te lo mereces, hijo. Es hora de que comas bien y te fortalezcas.La amabilidad de su familia le resultaba extraña y sospechosa. En el fondo de su mente, un pequeño alarma comenzaba a sonar. Se preguntaba si su familia había notado su alegría cuando estaba con Diana y estaban tratando de quitarle esa luz. Sin embargo, el miedo a la represalia lo mantenía callado.
Esa noche, mientras se acomodaba en su cama en la caseta del perro, su mente no podía dejar de pensar en Diana. La preocupación y el miedo se mezclaban, creando una tormenta de emociones en su corazón.
Walter (hablando en voz baja para sí mismo):
—¿Dónde estás, Diana? ¿Por qué no has venido a verme?Las sombras del pasado comenzaron a acosarlo. Sabía que su familia siempre había sido cruel, pero ahora algo más estaba en juego. La idea de que pudieran haberle hecho algo a Diana lo aterraba. ¿Y si habían descubierto su amistad?
Walter decidió que, al día siguiente, buscaría respuestas. Tenía que averiguar qué había pasado con su amiga y por qué su familia había cambiado tanto de repente.
Al día siguiente, Walter salió de casa con la determinación de encontrar a Diana. Mientras caminaba, notaba cómo sus padres y otros miembros de la familia lo observaban de manera extraña. Había una inquietante alegría en sus rostros que le daba escalofríos.
Cuando llegó al parque, su corazón se hundió al ver que el lugar estaba vacío. La ausencia de Diana lo apuñaló, y esa sensación de vacío se volvía más dolorosa con cada momento que pasaba. Al final del día, cuando regresó a casa, se dio cuenta de que la comida en su plato había sido solo carne, sin ningún acompañamiento.
Su madre lo recibió con una sonrisa, pero había algo en sus ojos que lo inquietaba. Mientras él comía, su familia lo observaba, como si esperaran algo de él, como si fueran depredadores esperando que su presa bajara la guardia.
Walter (con miedo, intentando mantener la calma):
—¿Por qué me están dando solo carne? ¿Qué está pasando?La respuesta de su madre fue un silencio perturbador, seguido de miradas furtivas entre los miembros de la familia. Walter sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo en el aire era diferente, como si estuvieran conspirando a sus espaldas.
ESTÁS LEYENDO
Entre sombras y cicatrices
AcakWalter es un joven de 19 años que, a pesar de su trágico pasado, mantiene una sonrisa brillante y una actitud optimista. Vive solo en una pequeña casa heredada tras un misterioso accidente que le arrebató a su familia. Con una vida tranquila y sin e...