El despertador de Walter sonó con suavidad, pero esta vez no se levantó de inmediato. Giró la cabeza para mirar a Elizabeth, quien dormía profundamente a su lado, su respiración aún algo pesada por la fiebre que no terminaba de bajar. Durante los últimos días, Walter había asistido solo a la escuela, y aunque disfrutó de la libertad y el ambiente más ligero, algo no dejaba de preocuparlo. Las palabras de Valeria seguían resonando en su cabeza.
Hoy no iría a la escuela. No podía seguir evitando lo que sentía. No quería pelear con Elizabeth, pero sabía que debían hablar. Él la amaba, eso era indiscutible, pero las dudas que se habían plantado dentro de él seguían creciendo, y si quería que su relación siguiera siendo sólida, necesitaba aclarar las cosas. Se quedaría en casa con ella y lo resolverían juntos.
Un par de horas después, Elizabeth comenzó a moverse entre las sábanas, su cuerpo febril aún mostrando signos de agotamiento. Abrió los ojos lentamente y, al darse cuenta de que Walter estaba allí, una sonrisa suave se dibujó en su rostro.
Elizabeth:
—Te quedaste... Sabía que no me dejarías sola.—En voz baja y ronca—Walter sonrió y le acarició suavemente el cabello. Quería que ese momento fuera lo más calmado posible. No iba a presionarla, pero necesitaba hablar con ella.
Walter:
—Claro que no. Hoy quiero quedarme contigo. Hay algo de lo que necesitamos hablar... sin peleas, sin discusiones. Solo nosotros.—Con ternura—Elizabeth frunció el ceño levemente, su sonrisa desapareciendo poco a poco. Aunque aún estaba débil, el tono en la voz de Walter la hizo ponerse en alerta.
Elizabeth:
—¿Hablar? ¿Sobre qué?—Más seria—Walter se incorporó un poco, apoyándose en la cama mientras la miraba a los ojos. Sentía que el momento era delicado, y no quería que ella interpretara mal sus palabras. Tomó una profunda respiración antes de hablar.
Walter:
—No quiero que malinterpretes lo que te voy a decir, Elizabeth. Te amo. Eso no ha cambiado. Pero estos últimos días en la escuela... Me di cuenta de algunas cosas.—En voz baja y suave—Los ojos de Elizabeth se entrecerraron un poco. Aún débil, se sentó lentamente, su cuerpo tenso a pesar de la fiebre. Walter notó cómo sus dedos comenzaban a apretar las sábanas, como si esperara lo peor.
Elizabeth:
—¿Qué cosas?—Con una nota de advertencia en su tono—Walter sabía que debía ser claro, pero no confrontativo. Se inclinó hacia ella, tomando su mano con cuidado, entrelazando sus dedos para que sintiera su calidez y su apoyo.
Walter:
—Es solo que... cuando no estás a mi lado, la gente en la escuela actúa diferente. Me saludan más, me hablan, me tratan con más cercanía. No había notado cuánto tu presencia los intimida, hasta que estuve solo. Y eso me hizo preguntarme... si quizás no estamos manejando bien nuestra relación.—Manteniéndose tranquilo—Elizabeth lo miró en silencio, sus ojos fijos en los de él. Durante un momento, no dijo nada, simplemente lo escuchó, tratando de comprender adónde quería llegar. Había una sombra de inseguridad en su mirada, pero Walter no quería que se sintiera atacada.
Walter:
—No estoy diciendo que nuestra relación esté mal, Elizabeth. Quiero estar contigo, pero... no quiero que siempre sientas que necesitas marcarme, demostrar que soy tuyo en todo momento. Ya lo sabes, y yo lo sé. No necesito que los demás lo vean cada día. No quiero que te sientas insegura.—Con firmeza pero sin agresividad—Elizabeth parpadeó, procesando cada palabra. El silencio que siguió fue largo, pesado. Su rostro no mostraba signos de enojo, pero sí de profunda reflexión. Luego, apartó la mirada y respiró hondo.
Elizabeth:
—¿Valeria te dijo algo, verdad?—En voz baja, mirando al techo—Walter no se sorprendió de que ella lo adivinara. Después de todo, Elizabeth siempre tenía una intuición afilada. Sabía lo que Valeria intentaba hacer, y no le gustaba en absoluto. Pero él negó con la cabeza.
Walter:
—Sí, habló conmigo, pero esto no es por ella. Es por nosotros, por nuestra relación. No quiero que dudes de mí. No quiero que sientas que alguien más va a alejarme de ti. Ya hemos pasado mucho juntos, y sé lo que significas para mí. Solo quiero que confíes en eso.—Con honestidad—Elizabeth volvió a mirarlo, y esta vez sus ojos estaban llenos de algo que Walter no había visto en mucho tiempo: vulnerabilidad. El muro que siempre tenía levantado, esa barrera de frialdad y control, parecía desmoronarse por un breve instante.
Elizabeth:
—Tengo miedo... de perderte. Siempre lo he tenido.—En voz baja, casi como un susurro—Walter apretó su mano más fuerte, como queriendo transmitirle su seguridad. Se inclinó hacia ella y le dio un beso en la frente, sintiendo la calidez de su piel.
Walter:
—No vas a perderme. Estoy aquí, contigo. Solo quiero que no necesites controlarlo todo. Somos pareja, no necesito marcas para recordarlo.—Con suavidad—Elizabeth suspiró y cerró los ojos, dejándose caer nuevamente sobre las almohadas. Parecía cansada, no solo físicamente, sino también emocionalmente. La fiebre la debilitaba, pero las palabras de Walter la habían tocado más profundamente de lo que ella misma esperaba.
Elizabeth:
—Lo intentaré, Walter... pero no será fácil para mí. Nunca he sabido cómo amar sin sentir que tengo que protegerlo todo. Es como si todo pudiera desmoronarse en cualquier momento.—Susurrando—Walter se recostó a su lado, abrazándola suavemente. Sabía que esto no era algo que cambiaría de un día para otro, pero al menos habían dado el primer paso.
Walter:
—No tienes que hacerlo sola. Estaremos bien. Lo haremos juntos, como siempre. Solo quiero que sepas que no tienes que luchar todo el tiempo. Ya me tienes.—Con una sonrisa tranquilizadora—Elizabeth abrió los ojos y, por primera vez en mucho tiempo, le devolvió una sonrisa sincera, sin la dureza habitual. Era una sonrisa que mostraba la profundidad de sus emociones, una que reservaba solo para él.
La tarde transcurrió en silencio, con ambos acurrucados en la cama. Elizabeth se quedó dormida poco después, agotada por la conversación y la enfermedad. Walter la observó en silencio, sintiéndose más conectado a ella que nunca.
A pesar de todo, amaba a Elizabeth. Sabía que su relación tenía dificultades, pero también sabía que con paciencia y amor, podían superarlas. Mientras la veía descansar, hizo una promesa silenciosa: haría todo lo posible por mantener su relación sana, por ambos.
Walter:
—"Lo arreglaremos, Elizabeth. Te amo, y no dejaré que nada nos separe."—En sus pensamientos, acariciando su cabello—
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Entre sombras y cicatrices
RandomWalter es un joven de 19 años que, a pesar de su trágico pasado, mantiene una sonrisa brillante y una actitud optimista. Vive solo en una pequeña casa heredada tras un misterioso accidente que le arrebató a su familia. Con una vida tranquila y sin e...