Los días pasaban, y todo parecía seguir su curso habitual. Walter y Elizabeth continuaban siendo esa pareja perfecta, cuidando de sus tres gatitos y compartiendo su vida en casa y en la escuela. Pero había algo en Walter que empezaba a cambiar, algo que incluso Elizabeth, con su intuición afilada, no lograba entender del todo.
Al principio, fueron pequeños detalles: risas que parecían menos genuinas, una leve ausencia en la mirada de Walter cuando pensaba que nadie lo veía. Aunque seguía siendo el chico amable y positivo de siempre, había momentos en los que su sonrisa no llegaba hasta sus ojos.
Elizabeth, que lo conocía mejor que nadie, comenzó a notar la diferencia. Aunque no dijo nada al principio, no podía evitar preguntarse qué estaba pasando con él. Sin embargo, Walter era experto en ocultar sus emociones, una habilidad que había desarrollado a lo largo de su vida, especialmente debido a su traumático pasado.
Elizabeth:
—¿Estás bien, Walter? Te noto... diferente últimamente.—Mirándolo fijamente una mañana mientras desayunaban juntos—Walter:
—Claro, solo estoy un poco cansado. He estado pensando mucho en cosas de la escuela, nada de qué preocuparse.—Sonriendo de manera automática—Pero Elizabeth no estaba convencida. Sabía que algo más profundo estaba sucediendo. No era solo cansancio; era como si algo oscuro lo estuviera consumiendo por dentro.
Walter comenzaba a tener problemas para dormir. Se levantaba en medio de la noche, con la mente acelerada y el corazón latiendo con fuerza. No sabía exactamente qué lo estaba afectando, pero había una sensación creciente de inquietud que lo atormentaba. Algo invisible, algo que nadie más podía ver, estaba empezando a hacerle sentir miedo. Un miedo que se sentía como si proviniera de lo más profundo de su ser.
Una noche, después de asegurarse de que Elizabeth estaba profundamente dormida, Walter se levantó en silencio y salió al balcón de su casa. Miró al cielo estrellado, tratando de calmar su mente, pero ese sentimiento de terror persistía. Era como si hubiera algo acechando en las sombras, esperando el momento adecuado para atacar.
Walter:
—¿Qué me está pasando? ¿Por qué me siento así?—Susurrando para sí mismo—El joven se llevó las manos a la cabeza, intentando sacudirse esos pensamientos oscuros. Pero no importaba cuánto intentara, no podía escapar de esa sensación de que algo malo estaba por suceder.
A medida que pasaban los días, Walter comenzó a volverse más reservado. Aún sonreía, aún intentaba mantener su actitud positiva, pero su energía parecía desvanecerse. En la escuela, Valeria notó rápidamente el cambio en él.
Valeria:
—Walter, ¿te pasa algo? No eres el mismo últimamente.—Acercándose durante el almuerzo—Walter:
—Todo está bien, Valeria. Solo estoy un poco distraído, eso es todo.—Forzando una sonrisa—Pero Valeria no se dejó convencer. Aunque era la rival de Elizabeth, ella había desarrollado una conexión con Walter, al menos lo suficiente como para darse cuenta de que algo no estaba bien.
Valeria:
—No parece que todo esté bien. Si necesitas hablar, sabes que puedes contar conmigo.—Mirándolo con seriedad—Walter asintió, agradecido pero sin intención de abrirse. Sabía que Valeria lo decía en serio, pero no podía permitirse mostrar su vulnerabilidad. No quería preocupar a nadie, especialmente a Elizabeth, quien ya había pasado por tanto para llegar hasta donde estaban.
Las noches siguieron siendo su peor enemigo. Ahora, cuando cerraba los ojos, veía algo en la oscuridad. No era solo una sensación, era una presencia. Algo sin forma, sin rostro, pero que le provocaba un terror indescriptible. No podía decir si era un sueño o si era real, pero cada noche era peor. Esa cosa que veía en su mente parecía acercarse más y más, como si estuviera lista para consumirlo.
Empezó a levantarse en medio de la noche, con el corazón acelerado y el cuerpo empapado en sudor frío. Caminaba por la casa en silencio, mirando por las ventanas, asegurándose de que todo estaba en orden. Pero no podía deshacerse de esa sensación de ser observado.
Max, Núbe y Luna lo seguían a veces, como si también percibieran algo extraño en él. A pesar de que intentaba actuar normal frente a ellos y a Elizabeth, había momentos en que su control se desmoronaba.
Una noche, mientras intentaba dormir, Elizabeth se despertó y notó que Walter estaba sentado al borde de la cama, respirando con dificultad.
Elizabeth:
—Walter, ¿qué sucede? ¿Tuviste una pesadilla?—Acercándose con preocupación—Walter no pudo responder de inmediato. Sus ojos estaban fijos en la ventana, como si estuviera viendo algo que no estaba allí.
Walter:
—No es una pesadilla... Es algo más. Algo que no puedo entender.—Finalmente susurrando—Elizabeth se sentó a su lado, acariciando su espalda con ternura.
Elizabeth:
—Lo resolveremos juntos, como siempre. No tienes que enfrentarlo solo.—Con voz suave—Pero Walter sabía que esto era algo que no podía compartir con nadie. Era un miedo tan profundo, tan arraigado en su ser, que ni siquiera podía ponerlo en palabras. Y lo peor de todo era que no sabía de dónde venía ni por qué estaba sucediendo.
Con cada día que pasaba, Walter se sentía más agotado, como si esa oscuridad estuviera drenando su energía. Aunque seguía haciendo todo lo posible por mantenerse positivo y fuerte, algo dentro de él se estaba desmoronando lentamente. Nadie lo veía, nadie lo notaba realmente, excepto Elizabeth, que lo observaba de cerca, preocupada por lo que estaba ocurriendo en la mente de su amado.
La conexión entre ellos seguía siendo fuerte, pero Walter sabía que, tarde o temprano, tendría que enfrentar lo que estaba sucediendo en su interior. No podía seguir fingiendo que todo estaba bien, no podía seguir escondiendo su miedo. Pero por ahora, seguía sonriendo, tratando de mantener la fachada por el bien de quienes lo rodeaban.
Pero en el fondo, sabía que esa oscuridad, esa presencia aterradora que lo perseguía en sus sueños, no desaparecería por sí sola. Tendría que enfrentarlo, y no sabía si estaría preparado para lo que eso significaba.
Y mientras se acurrucaba junto a Elizabeth y los gatitos esa noche, con la mente invadida por pensamientos oscuros, supo que lo que fuera que estaba acechando en las sombras de su mente, estaba cada vez más cerca.
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Entre sombras y cicatrices
RandomWalter es un joven de 19 años que, a pesar de su trágico pasado, mantiene una sonrisa brillante y una actitud optimista. Vive solo en una pequeña casa heredada tras un misterioso accidente que le arrebató a su familia. Con una vida tranquila y sin e...