Los días que siguieron al reencuentro con Samuel dejaron una huella profunda en Walter. Aunque Elizabeth había intentado tranquilizarlo, la idea de que su amor no fuera suficiente se instaló en su mente. A medida que pasaban los días, comenzó a preguntarse si realmente era capaz de hacerla feliz, si alguien como él, con un pasado lleno de inseguridades y traumas, podría ser la pareja ideal para alguien como Elizabeth.
Elizabeth, por su parte, notó el cambio en él. Walter estaba más callado, y sus sonrisas ya no parecían tan sinceras. Al principio intentó ser comprensiva, pero a medida que la inseguridad de Walter se hacía más evidente, empezó a sentirse frustrada, recordando a la antigua versión de sí misma: una mujer que no toleraba la debilidad en nadie, ni siquiera en aquellos a quienes amaba.
Walter estaba sentado en el sofá, mirando fijamente el suelo. Elizabeth entró en la habitación y lo observó con el ceño fruncido, agotada de ver su actitud tan sombría.
Elizabeth (sin ocultar su molestia):
—¿Piensas pasar el día así, hundido en tu tristeza?Walter levantó la vista, sorprendido por el tono de Elizabeth, quien solía ser más paciente con él. No supo cómo responderle, así que simplemente bajó la mirada de nuevo, sintiendo que cada palabra de ella lo golpeaba.
Walter (en voz baja):
—Lo siento… no quiero molestarte.Elizabeth (cruzando los brazos):
—Entonces, deja de actuar como si todo estuviera mal. Ya te dije que Samuel es cosa del pasado. No tengo por qué repetírtelo.El tono cortante de Elizabeth lo hizo sentir aún peor. En lugar de calmarlo, sus palabras reforzaban sus inseguridades. Empezó a preguntarse si estaba siendo demasiado dependiente de ella, si sus miedos estaban arruinando la relación que tanto valoraba.
Walter (tratando de sonar firme, pero con la voz temblorosa):
—Solo... quiero asegurarme de que no me vayas a dejar. Yo... yo no soy como Samuel. Él parece… todo lo que tú podrías desear.Elizabeth rodó los ojos, y una mueca de impaciencia se dibujó en su rostro.
Elizabeth:
—¿Otra vez con lo mismo? Estoy empezando a cansarme, Walter. Si vas a seguir dudando de ti mismo, es problema tuyo, no mío.Walter sintió que su corazón se encogía. Las palabras de Elizabeth eran duras y no podía evitar interpretarlas como una señal de que quizá estaba perdiendo interés en él. Cada vez que ella se mostraba fría y distante, la inseguridad dentro de él crecía, y un miedo sordo se instalaba en su pecho, haciéndolo dudar de todo lo que habían construido juntos.
Elizabeth había empezado a distanciarse, dedicando más tiempo a sus propios asuntos y menos a compartir momentos con Walter. Esto no hacía más que alimentar las dudas de Walter, quien intentaba desesperadamente recuperar la atención de ella, aunque fuera con pequeños gestos.
Walter (con una sonrisa forzada mientras le lleva una taza de café):
—Te hice café… como te gusta.Elizabeth lo miró y apenas esbozó una sonrisa antes de tomar la taza sin decir nada. La indiferencia en su rostro era un golpe silencioso, y Walter sintió que algo dentro de él se rompía un poco más. Decidió no insistir, aunque sus manos temblaban ligeramente mientras se alejaba, temiendo que su amor se le escapara como agua entre los dedos.
Mientras caminaba por la calle, perdido en sus pensamientos, Walter se encontró con Samuel, quien al verlo solo, no perdió la oportunidad de acercarse con una sonrisa que reflejaba confianza y superioridad.
Samuel (con una voz calmada y condescendiente):
—Vaya, Walter. ¿Solo de nuevo? Pensé que Elizabeth siempre estaba contigo.Walter sintió un nudo en la garganta al escuchar el tono de Samuel. A pesar de sus intentos de no mostrar su incomodidad, sus palabras lograron inquietarlo.
Walter (tratando de mantener la compostura):
—Ella... está ocupada. Solo salió por un rato.Samuel esbozó una sonrisa ladeada, observándolo con una mezcla de compasión y burla.
Samuel:
—¿Sabes? Elizabeth y yo tuvimos una conexión especial, algo que, para ser sincero, no cualquiera puede reemplazar. Dudo que entiendas realmente lo que ella necesita, Walter. Es una mujer complicada… y necesita a alguien que sepa manejar eso.Walter sintió como cada palabra de Samuel le calaba hondo, despertando en él una mezcla de tristeza y furia contenida. El hombre frente a él parecía representar todo lo que él no era: seguridad, experiencia, y una historia compartida con Elizabeth que Walter jamás podría igualar.
Samuel (dando un paso más cerca):
—Si en algún momento ella decide que necesita a alguien más… espero que lo entiendas. Es solo cuestión de tiempo.Sin decir nada más, Samuel se marchó, dejando a Walter paralizado y con la mente invadida por las dudas. La idea de perder a Elizabeth se le hizo insoportable, y el miedo empezó a convertirse en una desesperación por no ser suficiente para ella.
En la noche, Elizabeth estaba en su habitación, revisando algunos papeles, cuando Walter entró, visiblemente inquieto. No pudo soportar más la acumulación de sus pensamientos y necesitaba desahogarse con ella, aunque temiera cómo reaccionaría.
Walter (con voz temblorosa):
—Elizabeth… ¿realmente te hago feliz? Quiero decir… ¿no te arrepientes de estar conmigo?Elizabeth soltó los papeles y lo miró con frialdad, su paciencia ya al límite. Había comenzado a hartarse de la inseguridad constante de Walter, y su respuesta fue dura.
Elizabeth (con tono cortante):
—Si vas a seguir cuestionándome cada cinco minutos, tal vez debas pensar si eres tú quien quiere estar aquí. Porque estoy empezando a dudar de que estés preparado para esto.Walter sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. La frialdad en la voz de Elizabeth lo dejó sin aliento, y por primera vez, el miedo de perderla se convirtió en una posibilidad tangible. No supo qué decir, y sus ojos se llenaron de lágrimas silenciosas mientras miraba a Elizabeth con una súplica muda.
Walter (con voz apenas audible):
—Lo siento… no quiero arruinar esto. Solo tengo miedo de no ser suficiente para ti.Elizabeth lo miró por un momento, su expresión cambiando brevemente a una mezcla de pena y frustración. Aunque en el fondo sabía que lo amaba, su paciencia comenzaba a desgastarse. Sin decir más, dio media vuelta y se dirigió a su habitación, dejándolo solo en la sala con su angustia.
Esa noche, Walter se quedó despierto, atormentado por sus pensamientos, consciente de que cada paso que daba hacia Elizabeth parecía alejarla un poco más. Y en algún lugar de la ciudad, Samuel planeaba su próximo movimiento, decidido a recuperar a la mujer que alguna vez había sido suya.
A medida que la tensión crecía, ambos sabían que su relación estaba al borde de un abismo, y solo el tiempo diría si el amor que los unía sería suficiente para resistir las sombras del pasado.
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Entre sombras y cicatrices
RastgeleWalter es un joven de 19 años que, a pesar de su trágico pasado, mantiene una sonrisa brillante y una actitud optimista. Vive solo en una pequeña casa heredada tras un misterioso accidente que le arrebató a su familia. Con una vida tranquila y sin e...