Capitulo 39- Un nuevo amanecer

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La mañana siguiente fue espeluznante y silenciosa en la mansión familiar. Walter se despertó en su pequeño rincón del cobertizo, sintiendo una calma inquietante en el aire. Se frotó los ojos, y al incorporarse, el horror lo envolvió de inmediato.

Cada uno de sus familiares yacía inmóvil, sus rostros pálidos y sus cuerpos fríos como el mármol. El caos que había estado esperando durante años había llegado de una manera que nunca había imaginado. Sin una pizca de emoción, Walter salió del cobertizo y recorrió la mansión. Cada paso que daba lo acercaba a la verdad: su familia estaba muerta. No había signos de lucha ni rastro de lo que había sucedido, solo un silencio sepulcral que llenaba cada rincón.

Walter sintió un frío recorrer su columna vertebral mientras observaba sus rostros sin vida. Sin embargo, su mente estaba tan distante que no pudo sentir más que un ligero alivio. Aquellos que lo habían tratado como un juguete, que lo habían torturado y humillado, ya no estaban.

Con un gesto decidido, se acercó al teléfono y marcó el número de la policía. Su voz tembló al informar sobre los cuerpos en la mansión. Después de colgar, una nueva sensación lo invadió. Sin mirar atrás, se alejó de la mansión y se adentró en el bosque que rodeaba su hogar.

Los árboles parecían murmurar secretos antiguos mientras Walter caminaba. Cada paso lo alejaba de su oscuro pasado y lo guiaba hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades. Quería dejar atrás el eco de las risas burlonas, el dolor de las humillaciones, y sobre todo, quería liberarse de la carga que había llevado toda su vida. Era el momento de renacer.

Mientras avanzaba, el tiempo comenzó a desdibujarse. Pasaron días, semanas, y Walter se perdió en la inmensidad del bosque, explorando, reflexionando y, por primera vez, descubriendo quién era realmente sin las cadenas de su pasado. En cada nuevo amanecer, se sentía más ligero, más libre, como si cada hoja que caía a su alrededor estuviera arrastrando un poco más de su antiguo yo.

Con el paso del tiempo, el nuevo Walter comenzó a tomar forma. Se convirtió en un joven amable, cariñoso y comprensivo, un ser que había aprendido a encontrar belleza incluso en los momentos más oscuros. Y fue así como su vida se entrelazó con la de Elizabeth, quien llegaría a convertirse en la luz que había estado buscando.

En el presente, Walter se despertó de un profundo desmayo, sintiendo una mezcla de confusión y miedo. Las suaves lamidas de sus tres gatitos—Max, Luna y Nube—le devolvieron a la realidad. Los pequeños felinos le miraban con ojos curiosos, como si sintieran su angustia interna.

Se incorporó, aún temblando, y una sensación de abrumadora tristeza lo envolvió. Recordar su oscuro pasado había sido como abrir una herida que creía cerrada. Walter respiró hondo, tratando de ahogar las emociones que amenazaban con desbordarse. Sabía que debía seguir adelante.

Se levantó y se dirigió al baño, donde el agua caliente le brindó un respiro momentáneo. Mientras se duchaba, rezaba en silencio para que Elizabeth volviera pronto de su reunión familiar. La esperanza se convirtió en su mantra, y cada gota de agua que caía sobre su piel era un recordatorio de que había dejado atrás el niño roto que había sido.

Mientras se secaba, los recuerdos de su infancia comenzaron a desvanecerse lentamente, dando paso a una nueva determinación. Walter sabía que su pasado había moldeado su carácter, pero también entendía que no tenía que ser prisionero de él. Tenía a Elizabeth y a sus adorables gatitos que le ofrecían una razón para sonreír.

Con el corazón lleno de expectativas, Walter se preparó para salir de la ducha, dispuesto a enfrentarse al día y a lo que la vida le tenía reservado, sabiendo que, aunque su pasado lo perseguía, su futuro era brillante y lleno de amor.

Entre sombras y cicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora