52. Miradas Extrañas

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La música retumbaba en el bar, creando una atmósfera vibrante y llena de energía. Julián y sus amigos llegaron juntos, llenos de risas y entusiasmo, listos para disfrutar de la noche. Sin embargo, a medida que la noche avanzaba, Julián y Enzo apenas intercambiaban miradas. La tensión que había surgido entre ellos en los últimos días pesaba en el aire, y aunque ambos intentaban ignorarlo, era imposible no notarlo.

—¡Vamos a bailar! —gritó Licha, tratando de mantener el ambiente animado. Todos asintieron, y se movieron hacia la pista de baile, dejando que la música los envolviera. Julián se esforzó por disfrutar, riendo y bailando con sus amigos, pero cada vez que miraba a Enzo, una sensación de incomodidad lo invadía.

Enzo, por su parte, se mantenía cerca de sus amigos, intentando no pensar en la situación entre él y Julián. Había querido hablar con Julián antes de salir, aclarar las cosas, pero había decidido que era mejor no presionarlo. Sin embargo, la falta de contacto visual era innegable. Cada vez que Julián se reía, Enzo sentía un tirón en su corazón. Era como si la distancia entre ellos se ampliara en cada momento que pasaban juntos.

—¿Todo bien? —le preguntó Cuti a Enzo mientras bailaban, notando su expresión seria.

—Sí, todo bien. Pasa que... —Enzo se detuvo, buscando las palabras. La verdad era que no estaba bien. Se sentía raro. —Nada, es que Julián y yo... bueno, ya saben.

Cuti asintió, entendiendo perfectamente. La tensión entre los dos era palpable, y no podían ignorarlo.

—No te preocupes, todo se va a solucionar —dijo Cuti, tratando de ser alentador.

Mientras tanto, Julián, aunque intentaba disfrutar de la fiesta, no podía dejar de pensar en la falta de conexión con Enzo. Sus amigos estaban disfrutando, pero él sentía que algo faltaba. Cada vez que escuchaba la risa de Enzo o lo veía bailar con el grupo, un nudo se formaba en su estómago.

La noche continuó, y Julián se encontró con Pau mientras tomaban algo en la barra.

—¿Todo bien, Juli? Te veo un poco distante —preguntó Pau, con preocupación.

—Sí, es que... —Julián dudó. —No sé, me siento raro con Enzo. Desde que hablé con mis viejos, todo cambió un poco.

Pau frunció el ceño, recordando la conversación que Julián había tenido con Enzo sobre ser más abiertos con sus familias.

—Es comprensible. Pero, ¿hablaste con él? —preguntó Pau.

—No, no quiero hacer más drama. Solo quiero pasar un buen rato —respondió Julián, tomando un sorbo de su bebida. Pero en el fondo, sabía que estaba evadiendo el problema.

Mientras tanto, la música seguía sonando, y la noche avanzaba sin piedad. Julián y Enzo se movían en círculos, pero nunca lograban cruzarse. La tensión era tan palpable que sus amigos intercambiaban miradas, conscientes de la situación.

—Vamos, ¡un brindis! —gritó Licha, intentando animar el ambiente. Todos levantaron sus copas, y Julián, sintiéndose atrapado entre la risa y la incomodidad, se unió al brindis, intentando olvidar por un momento lo que lo preocupaba.

Pero, mientras levantaban sus copas, Julián y Enzo se miraron por un breve instante. En ese momento, el mundo alrededor de ellos se desvaneció, y todo lo que existía era la conexión que habían estado evitando. Pero rápidamente, la realidad volvió, y ambos desvió la mirada, sintiendo cómo el espacio entre ellos se hacía cada vez más difícil de ignorar.

La fiesta continuaba a un ritmo frenético, y la música resonaba en el bar. Enzo, tratando de ahogar la tensión que lo había estado atormentando toda la noche, comenzó a tomar más copas de lo habitual. El alcohol parecía ofrecerle una escapatoria momentánea, y poco a poco, fue perdiendo el control.

Entre Cruces y Miradas - EnzulianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora