CAPITULO 4

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Victoria estaba terminando de alistar su maleta. Además de ser una excelente alumna, tenía otro talento, era una corredora espectacular. Y ese año, sería su año.

En atletismo, los deportistas se dividen por categorías. Y en el caso de Victoria, tenía la categoría 97-96. Esto indicaba que ya era su segundo año, y tenía mayores posibilidades de ganar su torneo.

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-Oye, mami, ¿vas a grabar aquí?- Preguntó José Manuel, mientras se llevaba a la boca otro bocado de la lasagña de aquel día. Lucero comenzó a jugar con su plato. Después de aquel día no tenía ganas de comer.-No, rey, las locaciones son en Querétaro.- Contestó con una sonrisa que se borró de su rostro al observar la expresión de su esposo.-¿En Querétaro?- Preguntó Manuel con una ceja enarcada.-Sí.- Se limitó a decirle. -Jos, ya falta menos para tu cumpleaños. Mañana pasaré por las invitaciones para tu fiesta y juntos las rellenamos, ¿va?-Preguntó con una sonrisa, acariciándole la mejilla a su hijo.-Va, mamá. Perfectísimo.                                                                                                                -Y ya el fin de semana comenzamos a preparar todo. Quiero que te la pases a todo dar.-Gracias, mami.- Contestó con una sonrisa, terminando de cenar. Lucero frunció el ceño al observar a Manuel tan callado.-Tú también puedes ayudarme, Manuel.- Le reprochó, mirándolo severamente.-No, esas cosas no me interesan.- Contestó con sequedad.-Pero, papá...- Comenzó a decir José Manuel.-No, José Manuel, no.- Se limitó a decirle, colocándose de pie, retirándose del lugar de forma brusca. Lucero apretó los dientes ante tal actitud, mientras se forzaba a mostrarle una sonrisa a su hijo.-Ah, pues solo somos tú y yo.- Le dijo en tono de broma a su hijo.-Como siempre.- Contestó desanimado. -Mamá, ¿papá no me quiere?- Le preguntó mientras jugaba con lo que quedaba de comida. Lucero sintió aquella opresión en el pecho al escuchar aquella pregunta.¿Qué mierda le pasaba a Manuel Mijares? ¡Podría tratarla mal a ella pero no a su hijo!-Claro que sí, rey. Es solo que está un poco estresado por su trabajo.-Mintió. -Ahora termina de comer, para que te acuestes.- Lo animó con una sonrisa falsa.

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-Ya deja eso así, Teresa.- Le habló Lucero al ama de llaves. -Puedes irte.-Le dijo con una sonrisa.-Muchas gracias, señora.- La mujer se despidió cortésmente de ella para después retirarse del lugar. Lucero se acercó a la ventana de su cocina mientras observaba como las estrellas cubrían el cielo de aquella hermosa noche. Se llevó una mano al pecho y de nuevo sintió aquel dolor al no encontrarse con el collar que, era la prueba viviente del gran amor que le tuvo a Fernando.Otro misterio más en su vida.Sabía que Manuel se lo había quitado y quizá lo había botado. Aun recordaba la escena que le había formado por tomar su collar.Apretó los labios y se dijo que algo así iba a suceder de nuevo. Comenzó a subir las escaleras mientras iba al cuarto que compartía con él. Le reclamaría por tratar de aquella forma a José Manuel. ¿Qué acaso no quería a su hijo? Todo estaba oscuro, estuvo a punto de encender la luz hasta que escuchó la voz de Manuel.-Renatta, por favor, escúchame...- Escuchó que susurraba él. Lucero se quedó detrás de la puerta mientras seguía escuchando aquello.¿Renatta? ¿Quién carajos sería Renatta?-¿Ella está bien?- Preguntó Manuel. Lucero frunció el ceño. ¿Quién estaba bien? ¿De qué hablaban? -Lo sé, lo sé. Sé que prometí no llamarte y... Sé que es peligroso, pero necesito... Ya.- Comentó con cierto pesar. -Solo... Olvídalo.- Susurró mientras colgaba. Lucero se mordió la uña del pulgar mientras se quedaba allí paralizada.Seguro era su amante, pensó.Bueno, no le importaba. Claro que no. Sabía que Manuel debía de tener varias mujeres, pero... Le daba igual. Le importaba un bledo. Lo que la molestaba era que él tuviese la desfachatez de reclamarle lo del asunto de Fernando.-Este es el colmo, Manuel.- Habló, encendiendo la luz mientras daba un portazo. Inmediatamente notó como él palidecía. ¡Qué estúpido! ¡Si él pensaba que le iba a armar una escena de celos... Que equivocado estaba! -¡No puedo creer que trates a Jos como si fuera un fastidio! ¡Es tu hijo!-Ya, mujer.- Comentó en tono cansino. -Lo trato como se me da la gana.             -¡Manuel Mijares!- Exclamó. -Tu hijo va a cumplir años y no es posible que no te intereses ni en su fiesta. ¿Sabes una cosa? ¡A veces mis compañeros de mis anteriores novelas lo trataban mejor que tú!- Oh, claro que sí. A veces invitaba a algunos de sus amigos al cumpleaños de Jos y lo trataban de una forma tan dulce. Un ejemplo era Fernando. Si bien era cierto que él odiaba a Lucero y a Mijares, al parecer no odiaba al hijo de éstos. Al contrario, se desvivía por él. -¡Hasta Fernando lo trata mejor que tú! ¡Pareciera que su padre fuera él y no tú!- Inmediatamente notó como el rostro de él parecía llenarse de ira.-¡Pues conociendo lo zorra que eres, no me sorprendería que en esta casa estuviese otro de tus bastardos!- Exclamó con ira. Lucero se acercó a él con brusquedad y antes de que pudiera pensarlo, su mano se estrelló en contra de la mejilla de Manuel.-¡Eres un estúpido por dudar de tu paternidad sobre Jos! Puede que te haya engañado con Fernando, pero fue porque planeaba acabar con lo nuestro.- Volvió a notar como él palidecía. -Como oyes, Manuel, quería terminar contigo pero las cosas salieron mal, muy mal...-¡Entonces yo soy la segunda opción!- Le gritó, tomándola con brusquedad de los hombros, zarandeándola.-¡Tú lo dijiste!- Volvió a gritar, luchando por liberarse de sus manos.-¿Cómo puedes ser tan cínica?- Le preguntó con desdén, acercándose a ella mientras la miraba con furia.-No soy cínica, tú bien sabes que no te amo, que no te deseo, que no te tengo respeto, que nuestro matrimonio no es más que una farsa, que...-Sus palabras murieron ahogadas en su garganta al sentir como él le devolvía la cachetada. Sus ojos se llenaron de lágrimas de rabia e impotencia mientras se giraba para poder verlo. -Que sea la primera y la última vez que me pegas, Manuel. Si lo vuelves a hacer, me importara un bledo esta farsa.-Lo amenazó, encaminándose al baño. -Parece que hoy dormirás en el sofá.- Comentó con desdén, dando un fuerte portazo.Manuel se quedó allí parado observando su mano como si de un alíen se tratase. ¿Qué acababa de hacer? Había perdido los estribos, había perdido la razón y... Su intención nunca había sido lastimarla. Su intención nunca había sido tratarla de aquella manera y... Sí lo había hecho.

Errores PlacenterosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora