CAPITULO 17

937 55 6
                                    

Fernando terminó de arreglar su corbata. Tenía que insistir con Lucero, sí. Él sabía que ella lo amaba.

Dio un par de vueltas por la lujosa habitación en la que se encontraba; había infinidad de arreglos tan ostentosos y sofisticados. Por un momento imaginó lo que hubiese sido su vida si se hubiese casado con Lucero. ¡Por Dios! Hubiese sido perfecta.

Pero había tantas dudas en su cabeza; el comportamiento tan frío de Lucero en las Vegas y el autógrafo tan amoroso que le había dado; el cual por supuesto había destruido. Todo estaba enredado. Ella tenía unos comportamientos tan extraños.Escuchó como alguien bajaba las escaleras y decidió acercarse. Eran Victoria y José Manuel. ¿Qué coño hacia esa niña ahí? Se llevó una mano a la cabeza, visiblemente confundido, y se acercó. ¿Aún seguía con Lucero? Ya había pasado otra semana más. Otra semana en busca de donantes. Victoria le había ofrecido su ayuda, pero Lucero se había negado rotundamente.

-Hola.- Saludó cortésmente. José Manuel le sonrió honestamente mientras que Victoria lo miraba con cautela.

-¿Cómo entraste?- Se apresuró a preguntar. Si Lucero lo veía ahí, le daría un infarto; y la verdad, la situación no estaba para jugar con la salud de nadie.

-Teresa me dejo pasar.- Le explicó.

-Ya, va.- Dijo hostilmente. En el fondo deseaba tratarlo como él había tratado a su madre tantas veces.

De pronto recordó la última vez que Lucero le había contado algo de él, y sinceramente, le daba rabia el saber que él había causado tanto dolor en el corazón de su madre. ¡Una mujer como ella no se merecía ni un poco de lo que había vivido! Con el pasar de los días, Victoria se había enterado de algunas cosas poco agradables.-Vine a ver a Lucero.- Comentó al notarla tan fría. Aquello le dolió como si alguien estuviese clavándole una estaca al corazón, y metafóricamente, así era.

-Ella no puede verte.- Se alzó de hombros. -Está escogiendo un vestido para hoy en la noche. Iremos al concierto del papá de José.- Volteó a ver a su hermano y ambos sonrieron entre sí. -Así que vete.

-¿Y tú quién te crees para darme órdenes?- Enarcó una ceja. Victoria blanqueó los ojos y puso mala cara. Tenía que correrlo de ahí.

Por un momento, Fernando vio a Lucero reflejada en Victoria. ¡Qué cosa tan extraña sintió al hablarle así!-Oye campeón.- Se acercó a José Manuel e ignoró a Victoria. -¿Te gustaría que me casara con tu mamá?- Le sonrió.

A Victoria casi le da un infarto al escuchar aquello. ¿Qué se había creído? Lucero estaba casada. ¡Casada! Bueno, algo así.

-No.- Soltó de repente y lo miró con desdén. -Mi mamá está casada con mi papá y así será siempre.- Se alejó de él y salió corriendo hacia el jardín.

Fernando se puso tenso hacia aquella reacción. No sabía ni que decir, así que se limitó a mirar a Victoria.

-¿Estas demente o qué te pasa por el cerebro?- Inquirió exasperada. -¡Espera! ¿Tienes un cerebro?

-¿Quién te crees para hablarme así?- Enarcó una ceja. A Fernando le sorprendió el comportamiento de Victoria, le dolía.

-Una persona con cerebro, Colunga.- Lo desafío. -¿Cómo le dices eso al niño? Deberías dejar de mezclar tus desórdenes emocionales con la vida de las personas.

-En verdad me quiero casar con Lucero.- Replicó.

-¿Para destrozarle más la vida? Bastante ha tenido ya, para que alguien como tú aparezca solo para decirle que es una zorra maldita.- Lo empujó con cierta es rabia. -¿O cómo era?- Intentó recordar. -Ah sí, perra.- Escupió con desdén.

Errores PlacenterosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora