CAPITULO 15

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-Vaya, parece que las cosas no salieron bien con tu hija.- Se limitó a decir Renatta, observándola con una sonrisa. Lucero observó cómo Victoria se retiraba de allí dando un fuerte portazo, mientras ella dejaba que algunas lágrimas se escaparan de sus ojos. Logró limpiarlas de forma rápida, para después girarse y fulminar con la mirada a aquella mujer.

-¡Tú!- Le gritó, acercándose a ella con los ojos encendidos debido a la furia. -¡No solo me quitaste a mi hija! ¡La hiciste sentir miserable durante toda su vida! Ojalá te pudras en el infierno.- Soltó, para después tratar de seguir a Victoria.

Al salir de aquella casa, Lucero dejó que las lágrimas volvieran a invadirla. Se había acostumbrado a la ausencia de Fabiola durante aquellos diecisiete años, pero ahora, ¿cómo continuaría viviendo sin ella, sabiendo que su hija estaba viva?

Estaba viva y la odiaba. Pensaba que la había abandonado. Pensaba que no la quería, cuando la había amado toda su vida. Su vida estaba hecha pedazos. Cualquiera que la viera pensaría que lo tenía todo, que era la persona más feliz sobre la faz de la tierra, cuando simplemente... Nada era así. Las dos personas que más amaba, la odiaban. ¿Cómo vivir con aquel dolor? 

**

Victoria terminó de alistar su largo y ondulado cabello. A pesar de todo, iría como lo había prometido. A pesar de que su motivación había sido Lucero, ahora nada la detendría. Siempre había admirado el como Lucero ayudaba a aquellos niños que llenos de discapacidades, veían la vida de una manera tan positiva. Admiraba que aquella mujer tuviese la capacidad de ayudar a personas que no conocía, sin recibir nada a cambio.

Aquel viernes, había terminado con sus clases. ¡Por fin sería libre! Laura la había recibido en su casa, pero a pesar de aquello, se iría de ahí. Quería alejarse de Querétaro. Había decidido no decirle nada a Laura, aún no quería que nadie supiese que su vida era un completo desastre. Se había limitado a decirle que habían llegado familiares y que como siempre su mamá, bueno, Renatta, la había corrido.

Salvador había salido de viaje. Se encontraba en Cancún supervisando una construcción hotelera, así que no regresaría en un buen tiempo.

Todo sería mejor así, no quería amargarle la vida a él. A su papá.

-Victoria, ¿a dónde planeas irte?- Preguntó Laura mientras acomodaba su ropa.

-A México, me voy hoy con Fernando.- Soltó de golpe. Lo había llamado días atrás.

Bien, era extraño irse con él, pero alguna vez le había dado su teléfono y le había pedido que lo llamase, sí necesitaba algo. No conocía a nadie más que pudiese ayudarla y si él se había ofrecido, ¿qué había de malo en irse con él?

-¿Viene a Querétaro mi novio?- Se iluminó su mirada.

-¡Estás tonta!- Se limitó a decir. -Y sí, viene.

-Ah, qué bien. Pero si estas de malas, no es necesario que me contestes así.- Se giró para continuar acomodando su ropa.

-Lo siento.- Se disculpó sinceramente. -Estoy muy estresada.

-Y rara.- Comentó. -Ni siquiera has mencionado a Lucero los últimos días.

-No me menciones a esa bendita mujer. No quiero saber nada de ella.-Susurró con algo de pesar. Como si lamentara lo que había dicho.

-Pero la verás hoy.- Entrecerró los ojos. -Cuéntame que sucedió.

-Nada. Simplemente ya no es lo mismo.

Errores PlacenterosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora