CAPITULO 6

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Victoria terminó de aplicarse su brillo labial mientras se encaminaba a la salida de las residencias universitarias. Había dormido con su hermano y aquella mañana él se había ido a las siete para sus clases, deseándole buena suerte y dándole un beso en la mejilla. Pidió un taxi de sitio mientras apenas podía contener la emoción; volvería a ver a Lucero.

Bueno, no solo eso. También vería a David Zepeda, a Fernando Colunga, Chantal Andere, entre otras personalidades importantes de México.Aquel día tenía buena pinta.

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-¿Te enteraste?- Preguntó David mientras se preparaban para grabar aquellas escenas. -Al parecer hoy tendremos más público.                                                                                                                                                -¿Cómo? No entiendo.- Frunció el ceño.-Nicandro me comentó esta mañana que iba a venir una muchachita. Al parecer es hermana de uno de los estudiantes de periodismo. No sé cómo consiguieron el pase ni por qué Nicandro la dejará entrar.                                                                                    -Ay, no seas odioso.- Contestó con una carcajada.

-¡Vamos a grabar!- Habló el director de escena

.Lucero hizo una mueca; la escena que le tocaba actuar era un tanto dramática. Incluía ciertas lágrimas y... Aquel día no tenía humor para andar fingiendo sufrimiento.

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-¡Claro que me duele!- Gritó ella, dejando que aquellas lágrimas falsas cayesen por sus mejillas.            -Carolina, debes mantener la calma.- Contestó el personaje de David, acariciándola con ternura.      -¿Es qué no te das cuenta?- Susurró, dándole la espalda. Cerró los ojos por unos momentos y las líneas que tendría que decir, parecieron llegarle al alma; las lágrimas se desataron sin control. -¡Claro que me duele!- Repitió, dándose la vuelta para poder verlo de nuevo. -¡Me duele haber perdido a mi hija! ¡Me duele saber que nunca más la volveré a ver!

-¡Corten!- Gritó el director. Lucero y David fruncieron el ceño, girándose para poder mirarlo. -Lucero, es "Me duele haber perdido a mi hijo". ¡Va de nuevo!

Lucero hizo una mueca de hastío mientras se limpiaba las lágrimas y se preparaba para volver a derramarlas dentro de unos segundos.

Dos escenas más mal grabadas, hicieron que ella comenzase a preguntarse si haber aceptado aquel papel no había sido un error. No solo el argumento la atormentaba; también el nombre de su personaje.-Te veo distraída hoy, Lucero.- Comentó Nicandro, frunciendo el ceño. -Todos tómense un descanso de cinco minutos. Y que el tuyo sea de diez.-Dijo, refiriéndose a ella.

Todos comenzaron a abandonar el lugar de forma rápida, dejando a Lucero allí parada.

-A pesar de todo, me parece que lo hiciste de maravilla.- Escuchó que decía aquella vocecita. Lucero giró el rostro para poder observarla, estaba al lado de una de las cámaras. Caminó hacia ella con una sonrisa.-¿Qué haces aquí, Victoria?- Preguntó. -¡Oh! ¿Tú eres la hermana del periodista?-Victoria sonrió aún más ante aquello. Estaba al borde de tener un desmayo pero logró controlarse.No solo había vuelto a ver a Lucero; ella la había recordado. Y recordaba a su hermano.-Algo así; mi hermano apenas está estudiando.- Contestó, sonriéndole.-Oh, qué bueno. Ahora ven y abrázame.- Le pidió. Victoria asintió y con rapidez se encargó de abrazarla. Lucero frunció el ceño mientras le plantaba un beso en la mejilla. De nuevo aquella sensación de paz, de bienestar, la invadía. Era una sensación que solo se había apoderado de ella hacía diecisiete años. Se separó de Victoria y le acarició la mejilla con ternura. -Será interesante tenerte por aquí todo el día.                      -Ay, ya sé.- Contestó. -Si es que logro no desmayarme.                                                                                          -¿Desmayarte? ¿Por qué?- Preguntó con preocupación.-Te tengo en frente. Apenas y me he controlado.                                                                                                                                                                                   -¡Ay, adorada!- Exclamó, volviendo a abrazarla. -Tengo un descanso de diez minutos, ¿vamos a mi camerino?- La animó, encaminándose hacia allá. -¡Vamos!- Exclamó de nuevo. Victoria salió de su trance para encaminarse al lado de ella.

Errores PlacenterosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora