Segunda parte del Capítulo 27
Berk rebosaba de alegría. Había música y actividades en honor a la llegada de su hijo más noble. Hiccup Haddock, el “amo de los dragones”, había vuelto a su querido hogar.
Astrid suspiró desde una mesa, observando cómo los vikingos corrían de aquí para allá, mostrando a Hiccup los nuevos edificios y artesanías que habían construido durante su ausencia.
Haddock lucía más alto ahora. Su cabello seguía tan desastroso como siempre, y su complexión física apenas había cambiado, quizás un poco más musculoso y con algún que otro tatuaje que Astrid distinguió vagamente en las zonas donde la ropa no cubría su piel. Aparte de eso, su sonrisa seguía siendo la misma.
Aquella sonrisa que alguna vez había enloquecido a Astrid, ahora no significaba nada.
Un suave gemido desvió su atención. En sus brazos descansaba su pequeño hijo, un bebé de cabello platinado y ojos azules.
La Jefa sonrió suavemente mientras mecía con delicadeza a su pequeño retoño, su dulce príncipe.
Después de la partida de Hiccup, Berk había perdido a su futuro Jefe, por lo que el Consejo decidió nombrar a Astrid como Heredera. El problema era que no podía gobernar sola, así que, para formar alianzas, establecieron un pacto con Arendelle.
El hermano mellizo de la antigua Reina Elsa, Jackson, se mudó a Berk con el fin de contraer matrimonio con Astrid Hofferson.
¿Fue difícil? Claro que sí, no solo para Astrid, sino también para Jackson.
Ambos tenían a una persona especial en sus corazones.
Aun así, todo resultó de maravilla para ambos. Después de un año de casados, Astrid quedó embarazada y dio a luz a su primer hijo, a quien llamó Eidan. Y ahora, después de dos años, había dado a luz a su segundo hijo, Axe.
Ambos niños eran amados locamente tanto por Berk como por Arendelle, frutos de un amor dulce y sincero.
La rubia se perdió en los ojos de su segundo hijo y sonrió suavemente.
—¿Es tu bebé?
La Jefa pegó un brinco y alzó la vista. Unos profundos ojos verdes la observaban con cariño y tal vez con algo de anhelo.
—Dioses, Hiccup— suspiró, llevando una mano a su pecho agitado por el susto—. Me asustaste.
—Lo siento, no era mi intención— el muchacho rascó su nuca, nervioso—. Simplemente te vi y... no pude evitar acercarme al verte con él— señaló con la mirada al pequeño bebé en brazos de su madre, que observaba con curiosidad al castaño.
—Su nombre es Axe— sonrió la rubia, mirando nuevamente a su hijo—. Y sí, es mi segundo hijo.
—¿Segundo? Vaya...— murmuró, levemente sorprendido—. Astrid, sé que tengo muchas explicaciones que darte...
—Todo a su debido tiempo, Haddock— lo interrumpió con suavidad, observándolo con una calidez maternal—. Eres bienvenido en Berk, es tu hogar, pero espero que te hayas dado cuenta de que nada será lo mismo conmigo.
Hiccup apretó los labios. Sus ojos verdes reflejaban el dolor que sentía al verla con su hijo en brazos, el recuerdo de lo que había perdido.
Eso debería haber sido mío, pensó.
—No tengo intención de involucrarme en tu vida, As...— suspiró, arrepentido—. Solo... me gustaría que pudiéramos ser... amigos, otra vez.
La rubia lo observó unos segundos. Hiccup pudo notar en sus ojos que Astrid ya no lo amaba, pero aún le tenía algo de cariño, y él se aferraría a ello. Si no podía tener su amor, al menos tendría su amistad.
—Solo si prometes no volver a irte, Haddock— bromeó suavemente.
Hiccup sonrió—. Intentaré no volver a huir.
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—Me alegra que Hiccup y tú puedan resolver sus diferencias— Jack sonrió suavemente mientras trenzaba con delicadeza el cabello de su esposa.
El día había terminado bastante rápido, y la familia Arendelle–Hofferson ya se encontraba en su cabaña. Sus pequeños hijos dormían en sus camas, lo que les permitía prepararse tranquilamente para ir a dormir.
—Será difícil, pero supongo que será agradable— se encogió de hombros y sonrió cuando los brazos de su marido la rodearon por detrás, invitándola a recostar su espalda en su pecho.
—¿Hiccup tiene pensado tomar el lugar de Jefe?— cuestionó el platinado, besando su mejilla con cariño.
—Es algo que se hablará pronto, de eso estoy segura. Tal vez, si decide tomar el puesto, podamos irnos a Arendelle.
Jack sonrió—. Anna y Elsa estarían felices, pero no sé si quiero ser el único hombre en ese grupo— bromeó.
Astrid soltó una pequeña risa y cerró los ojos, disfrutando de aquel momento de silencio en donde solo las respiraciones de su marido y de ella llenaban la habitación.
—Te amo mucho, ¿lo sabías?— susurró el hombre en su oído. Astrid sonrió.
—Lo sé. También te amo, Jack.
No me convence mucho esto, pero aquí está. Cualquier critica constructiva será aceptada ❤️.