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Astrid no podía explicarlo con certeza, pero desde la mañana tenía un extraño nudo en su pecho, como si algo estuviera mal.
Aun así, siendo la vikinga que era, ignoró aquella dolencia y salió temprano para llevar a Tormenta a su vuelo habitual de todos los días.
Después de un largo rato, la jinete y su dragona regresaron a Berk dónde ya todos los berkianos estaban realizando sus tareas cotidianas con ayuda de sus dragones.
—Buena chica...— murmuró la vikinga acariciando a su dragona con una sonrisa, la nadder gruñó suavemente empujando su cabeza contra la mano de su jinete. —Vamos nena.
Tormenta y Astrid caminaron por el pueblo, algunos aldeanos las saludaban, al llegar a los establos la rubia se encargó de llenar el plato de su dragona con pescado.
—Buenos días, Astrid— Patapez se acercó a ella junto con Albóndiga, el chico tenía su sonrisa dulce de todos los días, Albóndiga corrió hacia Tormenta para pelear con ella por su comida.
—Buenos días, Patapez, ¿Cómo va todo?— preguntó ella sonriendo.
—Oh, todo va de maravilla, ¿Hiccup estuvo contigo?
La valquiria frunció el ceño.
—No... llevé a Tormenta a su vuelo matutino y acabó de llenar, no vi a Hiccup hoy. Tal vez él y Chimuelo fueron a explorar.
El rubio asintió sonriendo —Sisi, tienes razón Astrid. De todas formas si lo ves, dile que me busque.
Sin mas ambos se despidieron, Astrid soltó una suave risa al notar que Albóndiga logro robarle un poco de su comida a Tormenta y había salido huyendo llevándose a Patapez a rastras con ella, la Nadder se acerco a su jinete soltando gruñidos irritados.
—Tranquila nena, te conseguiré mas— prometió soltando una risa.
Aun así, el nudo en su pecho no desaparecía.
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Astrid se encontraba en su cabaña, realizando sus quehaceres cotidianos cuando escuchó un suave golpeteo en la puerta. Al abrirla, se encontró con Estoico, sosteniendo una carta entre sus manos. Su mirada seria y compasiva le indicaba que algo no iba bien.
—¿Jefe?— cuestionó ella con voz suave, su ceño fruncido —¿Está todo bien? ¿Le ocurrió algo a Hiccup?
El gran hombre suspiró y extendió la carta para que la rubia la tomará, Astrid tomó la carta y reconoció de inmediato la caligrafía de Hiccup. Su corazón se aceleró mientras rasgaba el sobre y comenzaba a leer las palabras que cambiaron su mundo por completo.
"Sé que esto te tomara por sorpresa y posiblemente me odies, pero Astrid... necesito marcharme. Hay tanto que quiero aprender y descubrir fuera de Berk que es por eso que tome esta decisión.
Ser el jefe de Berk jamás fue mi sueño, ni antes ni después de Chimuelo, mi sueño es ser yo mismo, conocer lugares y gente nueva, salvar más dragones.
Ese es mi sueño.
Durante el año que vivimos en la Orilla del Dragón fui la persona más feliz, solo éramos nosotros y nuestros dragones lejos de las responsabilidades de la vida adulta.
Pero cuando regresamos todo cambió.
No estoy listo para ser jefe y tal vez nunca lo esté, es por eso que decido irme sin despedirme de ustedes.
No por qué no quisiera, es por qué sé que si me mirarás con tus hermosos ojos azules caería ante tus pies como siempre lo he hecho.
Joder, te amo tanto Astrid Hofferson, eres mi razón de vivir, sé que me odiaras y con razón, no puedo juzgarte, pero por favor nunca pienses que mi amor por ti se terminó.
Sé bien que jamás podría olvidarte.
Pero quiero pensar en mí mismo por primera vez.
Te aman, Hiccup y Chimuelo"
Las lágrimas nublaron su visión cuando terminó de leer la carta, Astrid se sentía abrumada, nunca fue buena controlando sus emociones, había tantas cosas que quería decir, que quería hacer, pero simplemente no podía, no tenia fuerzas ni siquiera para ir a buscar a Hiccup.
—¿Cómo pudo hacer esto? ¿Cómo pudo dejarme así sin siquiera despedirse personalmente? —la rubia sollozó y miró al jefe, sus grandes ojos azules cubiertos de lágrimas.
Astrid se dejó caer en una silla, abrazando la carta con fuerza mientras las lágrimas caían sin control por sus mejillas. El peso de la traición y el vacío que dejaba la ausencia de Hiccup eran casi insoportables.
En ese momento, Estoico se acercó lentamente a ella y se sentó a su lado. Con voz suave, habló.
—Astrid, entiendo que esto sea difícil para ti. Hiccup tomó una decisión que creyó necesaria para él. Pero recuerda que eres fuerte y capaz de enfrentar cualquier desafío que se te presente.
—Pero jefe, ¿cómo puedo seguir adelante sin él? ¿Cómo es que pudo abandonarme así?
La rubia se sentía traicionada y dolida. Hiccup siempre estaba ahí para ella, para alentarla y guiarla en el camino, ¿Cómo seguiría ahora?
No podría imaginarse un mundo sin él.
—Sé que es difícil de aceptar en este momento, pero debes encontrar la fuerza para seguir adelante Astrid... —la voz del jefe también se oía rota y dolida, su hijo se había ido y él no pudo despedirse.
Aquel día, el compromiso entre Astrid Hofferson e Hiccup Haddock se rompió y para siempre.
Ya no había más Hiccup y Astrid. No más.